PRELUDIO

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Anái desde la distancia por fin pudo observar detenidamente aquella visión.

Sintió que dejó de respirar por unos segundos: un ser puro, de cabello dorado que apenas rozaba los hombros, con una piel blanca y delicada... le observó de pies a cabeza, era  tan delgado como un bailarín debe ser, de cabello dorado y tenía una mirada que le quitaría la respiración a cualquiera que se atreviera a mirar ese par de ojos de un esmeralda acuoso, que siempre miraban con aversión.

Lo que somos tu y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora