9. Estoy aquí

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Kenickie estaba caminando de regreso a su apartamento, se detuvo para saltar un par de canciones del playlist hasta que encontró una de su agrado. Presionó reproducir y avanzó, ya solo estaba a un par de calles.

A pesar de que seleccionó cuidadosamente la canción que sonaba en su auriculares, realmente no estaba prestando demasiada atención, sus pensamientos estaban difusos, pensaba en todo y en nada a la vez, aún así cantaba en apenas un susurro, más porque se sabía la letra de memoria que por ganas.

♪ She said no one's ever sent me flowers

oh ♪

You'll be the first a leave ♪

Because I'm always the firt to love ♪


El pelirrojo caminaba viendo hacia el piso ya que se sabía el trayecto de memoria desde la parada del bus hasta su apartamento, levantó ligeramente la vista solo para corroborar que no estuviera a punto de chocar con cualquier cosa, en ese momento a pesar de la oscuridad debido a la hora y de que se encontraba a varios metros de distancia, vio una figura que reconocería en cualquier lugar.

‒ Alexey ‒ gritó Nickie

Trató de alcanzarlo, pero el chico pareció no escuchar su llamado porque no se detuvo, al contrario, a Kenickie le pareció que aumentó su paso. Intrigado se quitó los audífonos para dirigirse hacia el rubio, quería saber porque se encontraba deambulando por ahí solo, aunque el pelirrojo sabía con seguridad que cualquier asunto involucraba a Anái.

Apresuró el paso y cuando alcanzó al menor, le tocó suavemente un hombro para llamar su atención, pero nunca se imaginó su reacción.

Alexey se sobresaltó, tenía la respiración agitada, probablemente por el susto que le había dado, pensó; pero al percatarse de cómo lo miraba horrorizado, Nickie supo que algo no grato había pasado.

‒ ¿Qué sucedió? ‒ preguntó en tono serio.

El chico rubio lucía como un pequeño animalito herido, asustado, pero con seguridad se lanzaría a atacar si percibía un movimiento en falso de quien tenía en frente. El pelirrojo notó que Lexy tenía una herida en su labio inferior y un golpe en su ojo derecho, era todo lo que necesitaba para entender la extraña actitud de su amigo y así, proceder con cautela.

‒Esta bien, quiero ayudarte.. ¿Quieres que te lleve con Anái? ‒

En cuanto escuchó ese nombre, Alexey sintió que su mundo se venía abajo. Sus pensamientos hicieron una revolución en su cabeza. Pensó que necesitaba ver al castaño, pero cuando se topó con la realidad, supo que no podría enfrentarlo, así es que solo negó cabizbajo.

Nickie se dio una idea de lo pensaba el menor por sus expresiones, miró fugazmente sus hermosos ojos color esmeralda, no sabía si el brillo que provenía de éstos era por las luces callejeras artificiales o por la humedad a causa de lágrimas que intentaba contener sin mucho éxito. Kenickie paseo su mirada por el rostro de Alexey, quien aún no se atrevía a mirarlo, notó que tenía su boca tensa, lo que terminaba de delatar que el pequeño rubio necesitaba llorar fuerte, necesitaba soltar todo eso que estaba conteniendo frente a él en medio de la calle, así es que en tono suave y cálido le preguntó

‒ ¿Quieres que te acompañe a tu casa? ‒

‒ Sí ‒ respondió Lexy, aún sin mirar.

...


Anái estaba frente a su laptop tecleando sin parar, rodeado de hojas sueltas, libros y libretas, entre su desorden cogió una taza humeante de café que recién había preparado para mantenerse despierto durante las siguientes horas. Dio un sorbo y las gafas que utilizaba para protegerse su vista ante la prolongada exposición de la luz del computador, se empañaron, entonces se quitó los armazones para limpiar las micas.

Lo que somos tu y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora