1. Lexy y Anái

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Alexey estaba en su primer año de universidad. Había salido de su ciudad natal para estudiar danza contemporánea en la capital; con ayuda de su familia pagaba un alquiler en una zona cercana al campus que era conocida por ser habitada en gran parte por estudiantes de las diversas facultades. Alexey llevaba una vida universitaria bastante cómoda, nunca había tenido necesidad de trabajar o de preocuparse por pagar las cuentas a diferencia de otros universitarios, que con dificultad llegaban a fin mes, con el dinero justo para pagar las cuentas y que solían comer sopas instantáneas.

Eran los padres del chico, quienes cada mes de manera puntual pagaban el pequeño departamento de su hijo además de enviarle una cantidad de dinero más que suficiente para su manutención.

Al estudiante de danza le gustaba su nueva vida parcialmente independiente, aunque en ocasiones solía sentirse un poco solo, ya que a pesar de que estaba por terminar su primer año en la facultad de artes, no consideraba tener un amigo real y aunque solía cruzar algunas palabras con una que otra persona de la facultad, casi siempre andaba solo, lo cual a mucha gente le parecía extraño ya que él nunca pasaba desapercibido debido a su delicada apariencia, elegante, casi celestial. Alexey era tan delgado como un bailarín debe ser, de cabello dorado y tenía una mirada que le quitaría la respiración a cualquiera que se atreviera a mirar ese par de ojos de un esmeralda acuoso, que siempre miraban con aversión.

En cuanto algún osado intentaba acercarse a esta criatura de belleza etérea, inmediatamente se quebraba cualquier esperanza de entablar alguna especie de amistad, debido a que poseía un carácter terriblemente hostil.

La realidad es que Alexey era torpe socializando, su mirada arisca no era intencional y en el fondo quería conversar con normalidad con sus compañeros de danza, pero éste no se esforzaba por convertir ese pequeño deseo en realidad, debido a la poca paciencia que tenía, lo cual lo hacía huír cuando la persona contraria se ponía demasiado platicadora, además de que tanto hombres como mujeres, cuando consideraban haber alcanzado cierto grado de confianza, intentaban ponerse cariñosos, acariciando su cabello o mejillas, lo cual incomodaba de sobremanera al rubio.

Entre las poquísimas personas que no se habían intimidado ante la presencia o rechazo del rubio estaba Ellie, una chica bajita de aspecto vampirezco; paradójicamente la envolvía un aura angelical similar a la destilaba Alexey, a diferencia de que ella destacaba por su personalidad avasalladora y extrovertida. Una tarde ella se había acercado al chico de ojos verde acuoso porque estaban en la misma clase, pero en vez de espantarse por la frialdad del rubio, le pareció súper simpático que fuera tan gruñón con la carita que tenía; con el paso del tiempo ella pudo distinguir que Alexey, era un poco tonto socializando, así es que Ellie deliberadamente decidió que lo convertiría en su amigo.


‒Lexy ¿qué harás este viernes? Hay una fiesta de facultades, será grandioso porque...

‒Que no me digas Lexy, suena como nombre de chica‒ dijo el rubio mientras rodaba los ojos.

‒Si bueno, será estupendo porque será en un casa en Dauphiné Park, ya sabes ahí todas las casas tienen piscina y...


El chico había dejado de prestar atención, mientras subía el cierre de su chaqueta dispuesto a irse y dejar a Ellie con la palabra en la boca.


‒Oye Lexy ¡escúchame! te estoy invitando a una fiesta‒

‒No me interesa‒ dijo mientras se se marchaba. La chica corrió detrás de él.

‒Ay por favor, será una fiesta grande, habrá mucha gente, además no iré con nadie de danza contemporánea; serán amigos de otras carreras y facultades, además ya les prometí que iría con alguien de mi misma carrera...por alguna razón se mueren de curiosidad, en verdad te quieren conocer. Piénsalo... no tienes una buena relación con nadie de aquí (ni buena, ni mala, en realidad nada) ¿de verdad no te interesa aunque sea un poco conocer a otras personas? ‒

Lo que somos tu y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora