Capítulo 8

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Namikaze.

Cuando Isaac salió de la habitación con sus cosas, salimos de ahí y volvimos a la de Janet. No pensé muy bien las cosas en ese momento y ahora estaba pagando las consecuencias. Estúpido Namikaze del pasado.

— Jajaja.

— Deja de reírte.

— ¿Como no quieres que me ría? Eso estuvo muy bueno.

— Pues claro, ¡A tí no te dieron una patada en la cara! —dije molesto con un hielo en el párpado—.

— Nadie dijo que lo tomarás de los pies jajaja.

— ¡Ya! Deja de reírte. —suspiré—.

— Y dime. —se acercó y tomó el hielo sosteniéndolo donde lo estaba apoyando—. ¿Como le dirás a Janet que su hermano te pateó? Jajajaj.

— No tengo idea, voy a tratar de suavizar un poco las cosas para que no se de cuenta.

— ¿Usarás lentes oscuros? Te recuerdo que te golpeó en el párpado y lo tienes un poco hinchado, pero tranquilo, no se nota demasiado. Además unos lentes lo harían muy obvio.

— Tienes razón. —lo miré con diversión—. Y si... —dejé la palabra en el aire—.

— Y si... ¿Que? Me das miedo, espero y no me involucre.

— Oh no, tranquilo, esto no te involucra.

20 minutos después.

No puedo creer que estemos aquí. —dijo con su mano en la cara—.

— Oh vamos, no quiero que me vean así. —me bajé un poco los lentes señalando mi párpado—.

— ¿Dime qué tengo que ver en todo esto?

— Eres mi acompañante, además a tí se te da bien lo diva.

— Eres un mal hermano menor. No entraré ahí, me voy. —dijo yéndose—.

— Oye, no, ven aquí. —corrí tras él—. Kitsune Shona, no puedes dejarme aquí solo.

— No, me reuso, ¿Por qué no le pides a Karumi, o a Erin, o a Yuika que te acompañen?

— Porque no sé dónde están.

— Son amigas, siempre están juntas.

— Me has hecho venir aquí, a nuestro mundo, por nada. Sólo quería maquillaje para tapar esto. —señalé nuevamente mi párpado—. Y la cosmética está abierta, por favor.

— ¿Y por qué no le dices a mamá que te preste un poco? —volteó hacia mi—.

— Porque mamá me preguntaría para que lo quiero y no sabré que decirle, además casi todos mis planes salen mal, como el de hace unos momentos.

— Bien, te ayuda. —fue interrumpido por una pelinaranja—.

— ¡Shona, amigo! —dijo gritando. Traía sus audífonos puestos—. ¡¿Que haces por aquí?!

— ¿Quieres sacarte eso? —dijo haciendo unas señas—.

— ¡Claro! —se sacó solo un audífono—. Hacia tiempo que no te veía, ¿Como has estado? ¿Y la familia?

— Estamos bien, gracias. —me lanzó una mirada divertida—. ¿Y tú cómo has estado?

— Bien, muy bien. —volteó a verme—. No me digas que es... —miró a mi hermano asombrada—.

— Si, es él en persona, después de tanto tiempo.

— ¡Nishiki, cuanto tiempo sin vernos! —se lanzó a mis brazos—. No sabes cuánto te hemos extrañado.

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