Ese día en particular se sentía muy lúcida. No estaba tan sumida en su mente. No era un zombie. Ella creía que se debía a los días sin abuso. Dudaba pero pensaba que habían pasado 10 días sin que la invadieran.
¿O tal vez son 8? — se preguntaba.
Pero cada vez que lo hacía le daba un intenso dolor de cabeza. Era mejor no hacerle mucha mente. Abrieron la puerta y hicieron pasar un plato.
— ¡Aliméntate! — exclamó una voz ruda y fría.
Miranda se levantó y tomo el plato de sopa que le servían. Se lo comió sentada en el piso, junto a la puerta. Sin pensar en nada. Tenía un aspecto salvaje. Casi animal. Parecía que actuaba por instinto.
Estaba limpia, con una nueva bata. La habían bañado. Ellos la bañaban, brusca e intrusivamente. Su cabello estaba largo, casi a la cintura. Una vez que terminó empezó a caminar por la habitación en círculos. Las paredes eran metálicas, el piso también. La mesa que estaba en la habitación igual todo era de metal y frío pero sus pies descalzos ya se habían acostumbrado.
La puerta se abrió estrepitosamente.
— Querida, que bueno encontrarte de pie.
Era el hombre grande de voz profunda. Instintivamente se alejó de él, al verla hizo una reacción de disgusto.
— No debes alejarte, si quiero tomarte lo hago.
Miranda nunca lo miraba a los ojos. Lo que más miraba era su boca.
— No voy a tomarte, estoy reservandote para un amigo. Viene en diez días — dijo sonriente —. Una vez que te pruebe no querrá dejarte.
Miranda tenía la espalda pegada a la pared. Estaba inmóvil.
— Es una pena que ya no hables. Pero no importa, tal vez sea lo mejor — hizo una pausa en la que la observó completamente —. ¿No te has preguntado si tus padres se preocupan por ti?
La mirada de Miranda cambió. Ahora reflejaba curiosidad.
— Eso es lo que vengo a enseñarte hoy.
Hizo una seña y pasó un chico con una laptop. La dejo en la mesa. Él hombre la posicionó de manera de que ella la pudiera ver desde donde estaba y reprodujo un video.
Sus padres estaban sentados en un sofá. Eleazar con una cara de póquer, Romina muy afligida.
— Por favor, imploramos que nos regresen a nuestra hija — decía entre sollozos su madre.
Miranda estaba sorprendida. Aún creían que estaba viva.
— ¿Aún tienen esperanza de encontrarla con vida? — preguntó la entrevistadora.
Romina la miró incrédula, Eleazar con reprensión.
— Pues claro que esta viva — dijo él con una seguridad total —. De eso estamos seguros, solo espero que mi hija aparezca. Que saqué su furia de las venas y logré comunicarse.
La entrevistadora preguntó casi de inmediato:
— Tenemos entendido que desde su desaparición, hace ya 189 días, no se ha tenido ningún tipo de comunicación con ustedes. Ni de parte de ella, ni de los secuestradores. ¿Esto es cierto?
— Lo es — respondió Elezar.
— ¿No han pensado que tal vez es alguien conocido para ustedes?
Romina ahora lucia sorprendida.
— ¡No! ¡Eso no puede ser posible! — exclamó.
— Usted señor Longoria, tiene una gran empresa. ¿Sus competidores no…?
— Imposible — interrumpió Eleazar —. Somos empresarios, no narcos señorita. Si estamos acá es para llevar este mensaje a los secuestradores.
— ¿Y qué quieren decirle?
— Lo mismo — respondió Romina —. Devuelvan a nuestra niña, les pagamos de ser necesario, por favor.
Y nuevamente rompió en llanto.
El gran hombre detuvo el video.
— Te extrañan, te quieren — dijo finalmente —. Tu padre organizó esa entrevista. Piensa en ello.
Él cerró la laptop y luego se fue. Cerrando la puerta tras él.
Miranda se tiró al suelo y rompió en llanto.
ESTÁS LEYENDO
282 Días
Genel KurguUna joven chica de una buena familia es secuestrada y torturada. ¿Quiénes están envueltos? ¿Logrará ella vivir para contarlo? Y de ser así, ¿Cuáles serán las consecuencias?