Había entrado en una rutina completamente diferente. Los primeros días lloró como si hubiera sido el comienzo de todo. Sufrió como aquel primer día. Solo deseaba que se acabara. Ya no podía más.
Estaba en la cama sujeta con esposas. Desnuda y solo tapada por sábanas. Hoy no vendría Marcos. No tocaba que viniera. En su mente había duda. No creía que fuera él. Realmente no lo sabia con certeza. Cada vez que lo veía estaba mareada, su voz y rostro eran confusos. No podía detallarlo.
Desde hacía unos días no se sentía sola. No completamente. Había alguien que la acompañaba. Sentía su presencia. Se preguntaba si era en su mente. Probablemente estuviera enloqueciendo.
Abrieron la puerta y entraron las dos figuras largas con túnicas negras y máscaras. Se acercaron y le quitaron las esposas. Ella se levantó y ambos la tomaron de los brazos llevándola al baño. Se pararon en el umbral de la puerta observándola. Nunca le quitaban los ojos de encima.
Los primeros días ellos la bañaban. Hasta que en un momento les reclamó con una energía e ira que casi no sentía suyas. Bastó para dejar que se bañara sola, pero con ellos mirándola. En completa vigilancia. Desde que estaba allí solo tenía privacidad cuando estaba sola en el cuarto. Atada a la cama con esposas y nunca llevaba ropa. Sabia que tenían ropa para ella, pero Marcos les pidió que no se la dieran. Él quería que estuviera desnuda.
Cuando terminó el baño la llevaron a la cama. Allí entro una tercera persona con su comida. Eran un par de sándwiches. Era lo que siempre comía. Las tres veces al día.
Cuando terminó el almuerzo las personas con túnicas oscuras la esposaron y se retiraron. No las vería de nuevo hasta la cena.
Miranda estaba irritada, cansada y aturdida. Pero siempre sentía esa compañía con ella. Callada y constante.
— ¿Acaso quieres que hable? — demandó una voz en un susurro.
Miranda sintió un escalofrío. Era una sensación extraña.
— ¿Hola? — respondió en una voz muy baja mirando alrededor a ver si había alguien con ella.
Espero un rato y no obtuvo ninguna respuesta.
— Estoy enloqueciendo — dijo sacudiendo la cabeza.
— Eres muy estúpida. En vez de escapar de acá… dejas que pasemos por esto. Imbecil.
De nuevo escalofríos y un leve dolor de cabeza comenzó a fastidiarla. Miranda no sabía de donde provenía esa voz. Creía que era desde afuera. Pero nadie estaba con ella.
— Sigues siendo muy estúpida — recalcó la voz con desdén.
El dolor de cabeza se hizo intenso. Muy insoportable.
¿Acaso la voz venía de adentro? — se preguntó.
— Puedo escuchar lo que piensas, ¿sabes?
Miranda cerró los ojos para tratar de calmar la agonía que sentía en su cabeza. Creía que estallaría.
— No es Marcos, ¿sabes? No lo es.
En ese momento Miranda se quejó audiblemente por la jaqueca. Abrieron la puerta bruscamente y entró alguien. Uno de hombres en túnica y máscara.
— Solo me duele la cabeza — dijo ella —. Es todo.
Cerró los ojos nuevamente y sintió un gran silencio. Rápidamente se quedó dormida.
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282 Días
General FictionUna joven chica de una buena familia es secuestrada y torturada. ¿Quiénes están envueltos? ¿Logrará ella vivir para contarlo? Y de ser así, ¿Cuáles serán las consecuencias?