8 Meses Antes

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— Venga, no estés nervioso — pidió Miranda.

— Como si tu no lo estuvieras — replicó Marcos.

Era verdad, ella también lo estaba. Ambos caminaban por el jardín principal de la casa de Miranda, rumbo a la puerta.

— Tu casa es enorme, parece un castillo.

Miranda río y luego dijo:

— Mamá se encargó de toda la decoración. El hecho es que esta casa la diseñó desde cero.

— ¿Tú mamá es arquitecta? — preguntó sorprendido.

— No — respondió entre risas —. Mi mamá solo le dijo lo que quería a los arquitectos.

Marcos asintió aún sorprendido. Ambos llegaron a la puerta.

— No tenemos que estar nerviosos, ya llevamos cuatro meses juntos. Mi papá tiene que entenderlo.

Marcos la miró a los ojos.

— Sigo pensado que debiste de hablar con él antes de traerme.

Miranda bajó la cabeza.

— Hasta hace unos minutos pensaba que había sido invitado por él. Estaba alegre por eso.

— Es que era la única forma de hacerte venir.

— ¿Él sabe que vine?

— Mi mamá le debe estar diciendo. Ahora pasemos, vamos a la mesa.

La verdad es que aún estaba contento. El hecho de que ella se atreviera a invitarlo, lo hacía feliz. Miranda abrió la puerta, rápidamente se acercó el mayordomo.

— ¡Señorita Miranda! — exclamó el hombre mayor.

Marcos pensó que se había asustado un poco. Sonrió.

— Hola Paul. Él es Marcos, mi novio — presentó  Miranda.

— Ah, el invitado de hoy. No sabía que seria su novio.

— No tenías porque — respondió Miranda amablemente —. Te lo presentó ahora para que sepas que si viene lo hagas entrar.

Paul miró a Marcos.

— Esta bien señorita.

Miranda sonrió y tomó a Marcos de la mano.

— ¿Los guio al comedor?

— No es necesario Paul, gracias.

Dicho esto Miranda empezó a caminar de la mano de Marcos rumbo al comedor. Al llegar Marcos lo encontró fantástico. Era amplío con una mesa de cristal cuya base era de metal dorado. Había una lámpara de araña y debajo de la mesa estaba una alfombra roja con detalles dorados. Las sillas eran hermosas y se veían muy cómodas.

— ¿En qué castillo se inspiró tu mamá para esta decoración? — preguntó Marcos.

Miranda solo se rió.

Tomaron asiento uno al lado del otro. En la mesa había espacio para veinte personas, esa noche solo lo ocuparían cuatro.

Unos segundos después llegaron los padres de Miranda. Ambos se levantaron.

— Joven Marcos, un placer conocerte finalmente. Mi nombre es Romina, él es mi esposo Eleazar.

Ella se acercó a él, le estrechó la mano y le dio un beso en la mejilla. Eleazar en cambio solo se sentó. Todos siguieron su ejemplo segundos después.

— Marcos Glaston — dijo finalmente después de lo que pareció una hora de incomodidad.

— Señor — respondió Marcos cortésmente.

282 DíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora