282 Días

202 Días

Cuando abrió los ojos notó que estaba en otro lugar, no era la misma habitación que antes. Lo bueno era que ya no estaba tan mareada y no veía todo borroso. Trató de levantarse y no pudo, se lastimó las muñecas. Unas esposas impedían que se moviera. Lo siguiente que sintió fue un frío en el cuerpo pues estaba desnuda. Empezó a llorar. Otra vez, seguía la tortura.

La puerta se abrió, revelando a una persona alta con una túnica negra y máscara. Esta vez diferente. Era de color gris con detalles blancos.

— ¿Por qué me hacen esto? Déjenme ir — suplicó en casi un susurro.

La figura solo se quedó de pie observándola. Se sintió terrible, le miraba sus zonas íntimas. Las lágrimas volvieron a correr por sus mejillas y por primera vez en meses pidió que la liberarán. Casi a gritos. 

— ¡¿Dónde está Marcos?! ¡¿Por qué el también me hace esto?¡ — gritó entre llantos —. ¡Yo lo quería!

La figura se acercó y vio que tenía una jeringa en su mano.

— Colabore — pidió el ente.

Miranda guardó silencio pero las lágrimas no se detuvieron. La inyectó y después se retiró.

Ella esperaba sumirse en oscuridad. Así al menos descansaría, pero no eso no sucedería. Miraba el techo impaciente, el tiempo se le hizo eterno, cuando finalmente empezó a confundirse todo. Los colores cambiaron, los objetos inanimados se movían.

— Debería salir algún día de acá, no la soporto — escuchó que decía la mesa de noche.

Miranda frunció el ceño confundida.

— Al menos tu no la tienes encima, y además, atada a ti — replicó la cama causando una risa unisona de los muebles.

— Oye, los puedo oír — se quejó ella.

De pronto la puerta se abrió y todo quedó en silencio. Ella dirigió su mirada, pero no podía ver bien su rostro. Estaba distorsionado.

— ¿Marcos? — preguntó.

Se dio cuenta que llevaba solo ropa interior.

— Hola bebé — saludó quitándose el bóxer.

Lagrimas corrieron por el rostro de Miranda.

— Por favor no — suplicó.

Él no hizo caso y se acercó a ella con rapidez. Miranda gritó y todo para ella se oscureció.