199 Días

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El día había estado muy tranquilo. No solo ese sino toda la semana. Miranda se preguntaba porqué. Incluso la comida mejoró. Ya no estaba débil, se sentía fuerte. Sin embargo no trataba de escapar, era un caso perdido.

Normalmente comía dos o una vez al día. Ahora le daban los tres platos. Desconfío al principio, pero el hombre que siempre la torturaba le dijo que debía comer. Necesitaba que estuviera fuerte. Ella se preguntaba para que necesitaba que estuviera bien. Había comprendido que mientras más débil estuviese, más fácil era controlarla. Ahora en cambio no sabía que pensar.

Hace unos dias le habían cortado el cabello. Se lo habían dejado a la altura de sus senos. Aquel hombre le había dicho que era un estorbo en sus momentos de "diversión", lo que para ella era un total tortura, y que también la haría verse mejor. Pero desde ese hecho el no había venido a "divertirse".

Tenía miedo. Empezaba a preguntarse que estarían tramando, qué le harían. Estaba muy nerviosa y cada vez que habrían la puerta para darle la comida daba un brinco. Miranda se preguntaba si empezaba a ser paranoica.

En estos días también pensó en sus padres. Sabía que su relación no era ejemplar, ni la mejor. Habían tenido muchos problemas, ella una vez presenció una pelea. Sabia que su padre era de un carácter más fuerte y a pesar de que nunca apoyó su relación ella lo quería y lo extrañaba.

Su mamá era mucho más paciente y más cariñosa, a ella podría contarle cualquier cosa, la comprendería y le daría un buen consejo. La echaba mucho de menos.

Marcos también había pasado por su mente y en sus fantasías donde era rescatada el lideraba todo y la sacaba de allí cargandola en sus brazos, cual cualquier superhéroe. Pero eran solo sueños, deseaba que se hicieran realidad pero realmente sabia que no era algo tan sencillo.

El sonido de la puerta la sacó de su mente, de un salto se puso de pie. Esta vez no era la comida. Eran dos hombres altos con túnicas negras y las mismas máscaras que llevaban todos alli para que ella nos los pudiera reconocer.

Los hombres se quedaron de pie en el umbral de la puerta viéndola. Un escalofrío corrió por su cuerpo. No dijo nada y cuando ellos se empezaron a acercar lentamente tampoco se movió. No valdría la pena, la alcanzarían y seguro la pasaría peor.

Al llegar hasta ella cada hombre la tomo por un brazo mirando hacia al frente. Ella los vio y le dio la impresión de ser robots, se preguntaba si sentirían emociones. Dirigió su mirada hacia donde ellos la tenían y vio a otro hombre vestido exactamente igual pero de mucha más baja estatura y con un maletín metálico en su mano.

Entro a la habitación, dejo el maletín en la mesa, lo abrió y de este saco una jeringa que a ella le pareció inmensa. Intentó moverse y sintió la firmeza de los hombres que la tomaban. Lagrimas empezaron a rodar por sus mejillas mientras ella se mantenía en completo silencio.

El hombre se acercó y la inyectó y todo se oscureció en su mundo.

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Escuchaba voces, todo se oía como ahogado. Abrió los ojos y la luz la cegó por un momento. El mundo le daba vueltas, lo veía todo borroso y turbulento. Se levantó cuando finalmente sus ojos se acostumbraron a la luz. Vio a su alrededor y supo que estaba en un bosque, todo seguía viéndose borroso y abrumador. Sentia náuseas, el mundo le daba vueltas.

— ¡Consiganla! ¡No debe de haber ido lejos! — escuchó una voz gritando y muchos pasos acercándose.

De pronto recordó su secuestro. Se preguntaba donde estaba. ¿Acaso había escapado?

— ¡Miranda! — escucho a sus espaldas.

Giró abruptamente y vio quien la llamaba. Su rostro estaba borroso y confuso pero le era familiar. Ella se puso de pie y se empezó a alejar.

— ¡Miranda! — exclamó la persona — ¡Debenos huir! ¡Si no te van a volver a atrapar!

Intentó tomarla de la mano y ella se alejó de nuevo.

— ¡Miranda soy yo! ¡Marcos! ¡Vámonos!

¿De verdad era él? Se preguntaba, a la vez que no lo podía creer. Tal como en sus sueños, vino a salvarla.

Él seguía con su mano extendida a ella. Miranda seguía viéndolo todo borroso y confuso pero decidió confiar. Aceptó su agarre y enseguida empezaron a correr.

Corrían y corrían. Los sonidos de los secuestradores seguían atormentandole los tímpanos, su mareo causó que se cayera. Marcos la ayudó a levantarse y la cargó en su espalda.

¿De verdad era tan fuerte? ¿Desde cuando? — se preguntó Miranda.

Llegaron a una camioneta y él la bajó. La ayudó a subir al asiento del copiloto y luego él subió, encendió el carro y aceleró. El mundo de Miranda volvió a oscurecer.

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Despertó y está vez no escuchaba voces, no había sonido. No sé sentía mareada pero seguía viendo todo borroso y confuso. Estaba en una habitación, acostada en una cama. Se levantó rápidamente. Vio por la ventana y no veia más que vegetación borrosa. Supuso que estaba en una cabaña en el bosque.

La puerta se abrió y corrió, chocó con una pared y se cayó.

— Bebé, soy yo. No corras.

Él se acercó, la ayudó a levantarse y la sentó en el borde de la cama.

— ¿Marcos?

El asintió con la cabeza. Pero ella seguía viendo borroso.

— ¿Qué hacemos aquí? ¿Por qué no me llevas a casa?

— Te iba a llevar, pero pensé que acá estaremos mejor sin el odio de tus padres.

Miranda no respondió, tan solo vomitó en el piso.

— Cariño estas mal — dijo ayudándola a levantarse y acostándola en la cama.

— Llevame a casa — pidió limpiándose la boca con las manos.

No podía ver la expresión de Marcos, pero sintió que no estaba contento.

— No, este es nuestro hogar ahora.

Miranda se le pusieron los pelos de punta.

— ¿Por qué?

Marcos se le acercó y la besó. Ella trató de alejarlo pero el era más fuerte. No podía contra él.

El beso de Marcos se intensificó hasta hacerse agresivo. Ella trataba de hablar y no podía. Fue cuando notó que estaba solo en ropa interior. Trato de golpearlo pero él la agarro por la muñecas y empezó a besarle el cuello y el pecho.

— ¡Detente! ¡Para porfavor! — gritó en llanto.

— Te extrañé — fue solo lo que dijo él.

Soltó sus muñecas y le arrancó el sostén. Miranda empezó a darle golpes pero el le respondió con una cachetada. Ella cayó en la cama inmóvil.

¿Que está sucediendo? — rondaba por su mente.

No sé había desmayado. Estaba despierta, estaba en shock. Fue entonces cuando Marcos se desprendió de su pantalón y ropa interior, le arrancó las panties y la poseyó a la fuerza mientras Miranda se sumia en lo más profundo de su mente.

282 DíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora