230 Días

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El día que Romina le había contando las novedades de la policía no pudo mirarla. Se paró de la mesa y se fue de la casa. Desde entonces no habían vuelto a hablar.

Normalmente era un hombre fuerte y su relación con ella estaba en un gran declive pero eso no quería decir que no tenía sentimientos, que no la quería. Sencillamente no podía verla así.

Le hizo una cita un buen psicólogo para que la viera. Era lo menos que podría hacer, o eso pensaba.

Estaba sentado en la oficina, pero realmente allí no hacía nada. Su personal estaba bien capacitado. Él básicamente se encargaba del papeleo, de que todo estuviera bien y de tomar decisiones importantes. Fácilmente podría desaparecer un año y seguir obteniendo ingresos. Su empresa estaba en una gran posición. Pero él no quería hacer eso. Sentía que debía estar allí que su personal debía verlo. Eso era lo más importante, imponer su presencia.

Desde hacía más de media hora miraba fijamente a su monitor. Se suponía que debía concentrarse, pero no podía. Pensaba en su hija y en la perturbación de su esposa. Recordó el día en que había querido humillarla y no pudo evitar sonreir.

"Eleazar había llegado a casa a la hora acostumbrada, pero al momento de cenar con su esposa e hija descubrió que esta última no se encontraba allí.

— ¿A dónde fue Miranda? — demandó.

— Se quedará en casa de unas amigas — respondió Romina nerviosa — . Una pijamada — añadió y tomó un poco de agua.

Eleazar río. Sabia que mentía.

— Vamos Romina, dime la verdad. ¿Acaso salió con el estúpido de Marcos?

Romina se le quedó mirando y no dijo nada.

— Lo sabía.

Asentía con la cabeza mientras su molestia iba en ascenso.

— ¿A dónde fueron?

Romina seguía sin decir una palabra.

— Por favor Romina…

— A una fiesta — dijo finalmente.

— ¿Dónde?

Romina negó con la cabeza.

— ¡¿Qué fiesta mujer?!

— ¿Qué pretendes Eleazar? Deja a tu hija tener un momento. 

Eleazar se enojó con ese comentario.

— ¡Paul! — llamó — ¡Paul!

Paul apareció segundos después corriendo.

— Dígame señor Longoria.

— ¿Usted o el chófer llevaron a mi hija a la fiesta? — interrogó.

Romina miró a Paul con súplica.

— Dígame Paul.

En el rostro de mayordomo se podía observar lo contrariado que estaba. Pero finalmente respondió:

— El chófer señor. 

— Que aliste el carro, me va a llevar hasta allá. 

— Si señor — dijo Paul retirándose.

Eleazar se levantó, Romina lo siguió y lo detuvo tomándolo del brazo.

— Por favor, no hagas esto — pidió.

282 DíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora