CAPÍTULO OCHO

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Al momento de entrar en el apartamento, dejo las bolsas con ropa en el sillón, mi hermana me toca el hombro y yo me volteo.

—   Alyssa estás algo, pálida, ¿estás bien?—pregunta preocupada.

Intento parecer feliz y fuerzo una sonrisa.

—   Claro que sí Bri, no te preocupes—le tomo la mano y le doy un pequeño apretón— si no te importa, me gustaría irme a dormir, estoy cansada.

Mi hermana asiente con una sonrisa.

—   Si, vete a descansar, mañana tienes escuela—me da las bolsas de ropa— no se te olvide poner esto en tu ropero.

Asiento y las tomo para luego marcharme a mi cuarto.

Abro la puerta, enciendo la luz y veo la decoración en mi cuarto, las paredes azules grisáceas con manchas irregulares blancas, no sé porque pero me hace sentir mejor. Dejo las bolsas al lado de mi escritorio y me recuesto en la cama. Cierro los ojos y pienso en el señor que vi en la parada. ¿Quién era?, ¿por qué me veía a mí?

Alcancé a percibir que me miraba como si hubiera encontrado un gran tesoro. Lo más extraño de todo fue que congelara toda la parada de autobús, sin apartar su rara e inusual apariencia y aparte, desapareció de la nada. Estoy frustrada, están pasando tantas cosas que no puedo explicar.

Con el miedo de estar volviéndome loca, me hago un ovillo -como todas estas últimas noches lo he estado haciendo- en la cama e intento olvidarme de todo por un momento para poder dormir. Saco el teléfono de mi bolso y pongo una alarma para levantarme temprano mañana.

Me cubro con las sabanas, y noto que no me he quitado la ropa ni los zapatos. Con el talón me quito un zapato y luego con el talón contrario, me quito el otro.

Cierro mis ojos, me dejo llevar por los sonidos del viento-ya que dejé la ventana abierta- y el ruido que produce este cuando hace fricción con la velocidad de los autos. Siento como se van relajando todas las partes de mi cuerpo. La noche me arrastra y con ella, el sueño.

Hay una pared de cristal frente a mí, ahora llevo un vestido de seda azul con un zafiro en el borde del pequeño escote, es de manga larga y un delicado y elegante bordado cubre la muñeca.

—   Ese vestido no parece tuyo—dice alguien detrás de mí.

Doy la vuelta para ver a aquel chico, que no sé cómo se llama.

Niego con la cabeza ante su comentario.

—   Y no te equivocas, no es mío—digo en voz baja.

—   Entonces, si no es tuyo, ¿de quién es?—sacudo la cabeza.

—   No tengo idea. ¿Qué haces aquí?—suelta una risa insolente.

—   Ay Alyssa, tu siempre tan simpática—suelta un suspiro— Acaso, ¿no te has acostumbrado ya a mi presencia aquí?

—   La verdad es que no, porque yo casi no llego a acostúmbrame a nada si me quedo con dudas—digo sin querer, en un tono algo agrio.

—   Ah ¿en serio?—se acerca— ¿tiene dudas la señorita?—pregunta burlón.

—   ¿Te estás burlando de mí?—pregunto comenzando a enfadarme.

—   Claro que no—dice con burlona inocencia. Da un paso y yo instintivamente doy uno hacia atrás.

Algo que me inquieta de él, es que su presencia me causa escalofríos. Siempre.

—   Eres un cretino—digo ya enojada. Doy media vuelta y camino hacia cualquier lugar.

La Chica De HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora