CAPÍTULO TRECE

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Después del baile, ya no vi a Johan en las siguientes horas. Leila se encontraba sentada conmigo en la barra, habíamos conversado casi una hora, Dylan también había desaparecido, tal vez ya se fue. Después de unos minutos de no hallar más tema de conversación, decido pararme para estirar las piernas.

— Leila, voy al sanitario, no tardo —ella asiente, está muy ocupada enviando un mensaje de texto desde su celular.

Pensaba que al pasar las horas, la gente se aburriría y se iría, pero es todo lo contrario, se llenó más el lugar.

Pero un pensamiento se me vino a la cabeza: yo no sé dónde queda el baño. Debí preguntarle a Leila, pero me tardaría más en ir nuevamente, así que determino por buscarlo yo misma, aparte, ¿qué tiene de complicado encontrar un sanitario?

Me cuesta trabajo pasar entre la gente, me dan pisotones y empujones, esto es verdaderamente desesperante, y bueno, los tacones no me ayudan mucho que digamos.

El olor a sudor invade nuevamente mis fosas nasales provocando que arrugue la nariz. Es un olor para nada agradable. Sigo cargando la botella de agua que me dieron hace rato extrañamente, pero ya está casi vacía. Por lo menos ahora entiendo mis ganas de hacer del baño.

Empiezo a desesperarme porque no encuentro el maldito baño, he recorrido tres puertas y sólo me he encontrado con personas besuqueándose. Sin embargo no tengo porque juzgarlos, ya que estaban apartados, en ese caso fui yo la que interrumpió.

Un repentino interés por saber que se sentirá besar a alguien me invade. Nunca he tenido novio, y por lo tanto nunca nadie me ha besado, por eso mi gran intriga, ¿qué sentirá estar labio con labio, con alguien?

Pero ese pensamiento se va cuando veo una puerta negra al final que llama mi atención.

Tal vez ese sea el baño, pienso. Me dirijo lo más rápido que estos zapatos y la gente me permiten.

Suelto un suspiro de alivio cuando por fin llego, abro la puerta y entro, pero me arrepiento al darme cuenta que no hay rastros de un baño. Demonios. No puedo ver absolutamente nada, está totalmente oscuro. ¿Pero dónde rayos me metí? Me dispongo a encontrar la manija nuevamente para poder salir, pero un murmullo me detiene.

Doy la vuelta para ver que ha sido y puedo advertir que me encuentro en un pasillo, ya que el color fosforescente de un letrero se alcanza a ver a lo lejos. La curiosidad empuja a mis piernas y me obliga a seguir caminando.

Camino derecho, y mis ojos tratan de indagar para ver lo que dice aquel letrero. Los murmullos se siguen escuchando, eso es lo que en realidad llama mi atención, porque hay un particular timbre de voz que me es familiar.

Por el camino, mis pies chocan contra cajas, aplasto vasos de plástico, y un singular y asqueroso olor me hace soltar una expresión de disgusto. No quisiera saber en absoluto que es ese hedor.

Cuando me encuentro no muy lejos de aquella puerta, aprecio no muy claramente lo que dice el letrero:

ACCESO SÓLO A

PERSONAL AUTORIZADO.

Estaba cubierto por pintura negra, ya descolorida, y las letras estaban en un rojo fluorescente muy llamativo. Pero esas voces que ahora se escuchaban sólo un poco más claras, fueron lo que impulsaron a mi mano, para buscar la manija de la puerta a ciegas y con un chirrido, la fui abriendo poco a poco.

Sean quien sean esas personas, no quiero llamar su atención. Dejo un pequeño espacio y por ahí, voy saliendo, tratando de que no se escuche nada.

Estando ya afuera, pude visualizar bien el lugar. Era un callejón, por así llamarlo, las paredes estaban cubiertas por ladrillos y grafitis, había un gran tambo de basura en la esquina pegado a la pared, por el otro lado se encontraba otra puerta que decía en letras grandes: ALMACÉN.

La Chica De HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora