Alba llegó a casa a medianoche. Entre semana el bar no solía cerrar demasiado tarde. Realmente era algo que agradecía enormemente pues al menos podía descansar sus ocho horas de rigor antes de tener que ponerse en marcha para llevar su currículum a mil sitios. Que ojalá consiguiera de una vez por todas un trabajo relacionado con su profesión era el pensamiento más constante en su día a día últimamente.
Llevaba un par de meses recibiendo respuestas negativas o simplemente sin recibir nada. Le fastidiaba que hubiera gente que ni siquiera se tomara un minuto para enviarle un correo con una decisión. ¿Cuánto tiempo podía llevarles hacerlo? Aunque fuera un mensaje estándar. Copiar, pegar y enviar. En cuestión de segundos ellos quedaban bien y los solicitantes ya no estaban a la espera de una contestación. Pero no, ahí estaba Alba, como un montón de personas más, siendo ignorada.
Y realmente, a la hora de la verdad, no podía quejarse. La vida le había sonreído siempre, o al menos no le había interpuesto demasiados obstáculos en su camino.
En el colegio le fue bien, tenía bastantes amigos. De hecho, se relacionaba con toda su clase y parte de otras. Tenía un don para hablar con los demás y caerles en gracia enseguida. Era una persona que tan solo con decir hola ya te tenía en el bote.
Lo mismo ocurrió en el instituto. Al cambiar de centro, algunos compañeros dejaron de serlo. Sin embargo, ganó unos nuevos tanto de su nueva clase como de otras, ya fueran de su año o no. Se podría decir que no se le hacía cuesta arriba ir de un grupo a otro.
En el verano entre primero y segundo de bachillerato, a Alba y a su hermana Marina les apetecía hacer algo distinto y comenzaron una exhaustiva búsqueda por internet. ¿Actividades de ocio en Elche? No les convenció ninguno de los resultados. ¿Qué hacer cuando te aburres en verano? No, la verdad era que tampoco les gustó nada.
– ¿Hay algo relacionado con la música? – preguntó Marina.
– No he visto nada, vamos a seguir buscando.
Un clic sobre la lupa y dos anuncios promocionados en la cabecera. Uno de ellos llamó la atención de Alba, cuyo corazón dio un vuelco. Sus dos cosas favoritas en el mundo juntas. Música y Pintura. Un campamento de Arte.
– Marina – su hermana la miró con una sonrisa enorme. Ella también se había fijado en ese en concreto.
– Me gusta.
No le hizo falta nada más. Solo con decir su nombre de esa forma, embelesada mientras miraba la pantalla como si estuviera hipnotizada, como si la luz procedente de ella fuera Kaa y sus ojos se hubieran convertido en una espiral bicolor que acepta la oferta sin necesidad de mirar nada más, ya sabía lo que iba a decirle.
Campamento VerArte. Para los amantes del Arte llega un campamento que abarca todas sus disciplinas. En VerArte puedes elegir cuál de ellas explorar cada día. Siéntete libre de sumergirte en los talleres de una sola para descubrirlo todo sobre ella o ir de unos a otros para empaparte un poco de cada una.
– Marina.
Tras leer el anuncio, Alba volvió a llamar a su hermana de la misma manera que antes. Quizás más embobada aún. Al final sería verdad que se había quedado hipnotizada.
– ¿Se lo decimos esta noche a papá? – propuso la menor.
– Y mañana cuando volvamos a casa se lo comentamos a mamá.
– Genial.
Aquella noche le contaron a su padre la idea y le enseñaron el anuncio. No pudo negarse y aceptó siempre y cuando Rafi estuviera de acuerdo también. La mañana siguiente repitieron la misma escena con su madre en una casa distinta y obtuvieron el mismo resultado. Ni Rafi ni Miguel Ángel pudieron resistirse a la emoción que anegaba esos ojos y cuatro meses después se encontraban en un autobús con destino Madrid. Allí habría otro autobús que las llevaría al lugar donde tendría lugar el campamento.