Capítulo 28

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Volvieron a casa después del café, empachadas y dormitando. Al haber tenido lugar la cena de la noche anterior en su casa, la comida de Navidad corría a cuenta de Chelo, una de las hermanas de Rafi. Y como cada año, Alba, Marina y Rafi fueron las primeras en despedirse para tener su tarde de sofá, manta y películas malas de Navidad.

Lo que no esperaban Alba y Marina cuando entraron al salón con el pijama puesto, listas para tirarse en el sofá y empezar con la maratón, fue que su madre no se hubiera cambiado ya.

– ¿Vosotras no estáis cansadas? ¿Y si nos echamos primero una siestecita?

Raro no, rarísimo. ¿Rafi proponiendo dormir el día de Navidad en vez de ver películas pastelosas abrazadas en el sofá mientras se hinchaban a comer comida basura?

– Estaría bien, ¿no? – se giró y le guiñó un ojo a Marina para que le siguiera el juego –. ¿Duermes conmigo, Mini?

– Vale, vamos. La verdad es que un poco cansada sí que estoy.

– Si te levantas antes, ¿nos despiertas para ver una peli juntas?

– Claro. Venga, id a descansar un poco, que vaya carita me lleváis.

Rafi le dio un beso a cada una y se marchó a su habitación sin perder ni un segundo.

– Creo que ahora entiendo a qué te referías cuando la viste nerviosa – comentó Alba, que se había quedado mirando hacia el pasillo por el que se fue su madre.

– No vamos a dormir, ¿verdad?

– No, se me ha quitado el sueño.

– Podemos espiarla como esta mañana – propuso la menor con la boca pequeña.

– No deberíamos.

– No te resistas más, tú también estás deseando saber quién es la persona que la tiene así.

– Ya, pero eso no quita que me sienta mal vigilándola.

– ¿Te recuerdo la de veces que lo ha hecho ella?

– ¿Cuál dices que es el plan?


Llevaban un buen rato en la habitación de Alba. A pesar de estar cerca de la de su madre, no escuchaban gran cosa. Palabras sueltas, pero no las suficiente como para siquiera hacerse una idea de lo que decía.

Como no se atrevían a aventurarse por el pasillo y que las pillara, pegaron la oreja a la puerta. Pero tampoco surtió el efecto deseado. Más bien, lo que se escuchaba era una especie de murmullo de origen desconocido que no les daba ni una sola pista. Por ello, despegaron la cara de la puerta, ya que lo único que estaban consiguiendo era hacerse daño en el cuello de tanto apretar la cara contra la puerta. Como si hacer fuerza fuera a facilitarles la escucha.

– ¿Acaba de abrir la puerta? – aguzaron el oído.

– Que viene, que viene. Hazte la dormida.

Marina se tiró en la cama y se giró para abrazar a Alba, la primera en acostarse ya que no había perdido el tiempo gesticulando como una posesa. Así, ambas quedaron de espaldas a la puerta, por lo que si Rafi entraba y se acercaba a ellas, tendría menos posibilidades de darse cuenta de que no dormían.

Se asomó unos segundos para ver si le habían hecho caso y sonrió al verlas enganchadas como koalas. Se fue con el mismo tiento con el que entró, cerrando la puerta por completo.

Cuando las hermanas escucharon el leve clic, dejaron salir un suspiro de alivio.

– Me siento como cuando éramos pequeñas, no teníamos sueño y nos levantábamos para jugar –recordó la mayor.

HoudiniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora