Capítulo 5: Inexistente

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 Capítulo 5: Inexistente

Al día siguiente del ataque de los dos desconocidos, la ciudad se había despertado totalmente movilizada, los patrulleos tanto de héroes como de policías iban en aumento, se les pidió a los ciudadanos que mantuvieran la calma pero que aun así fueran cuidadosos; cualquier medida era poca. Pero fuera de eso todo se veía como normalmente lo hacía, pues actividades tan cotidianas como ir al trabajo, a la escuela o de compras no habían cesado.

La mañana era especialmente acalorada en esa ocasión y los efectos se hacían ver en el hogar de nuestra protagonista. Tres ventiladores proporcionaban aire a la pelirroja, la cual estaba echada en el suelo totalmente derrotada por ese enemigo invisible. Por otro lado, en la cocina, se encontraba un muy sofocado Do frente al refrigerador de la casa, esperando así aligerar los efectos del calor. El único que se encontraba en óptimas condiciones era Yuzo, quien se paseaba por el lugar con total soltura y frescura como si solo fuera un refrescante día de primavera, en momentos así su kosei era una salvación.

–Le odio –se dijo la chica viendo como el pelirrojo mayor pasaba frente a ella como si no pasara nada.

–Te oí –le respondió el mayor con burla –. Los dos son un par de debiluchos, no aguantan un par de grados más.

–No me infravalores enfrente de la niña –reclamó el calvo–. Además, es muy fácil decir eso cuando tu kosei te permite regular tu temperatura corporal.

Así es, Yuzo podía modificar su temperatura corporal como él quisiera, podía calentar su cuerpo hasta más de cien grados o bien enfriarlo a temperaturas bajo cero.  Cuando lo hacía sus ojos solían cambiar de color: a temperaturas altas estos eran rojos, a bajas eran azules y cuando tenía su calor corporal normal estos se volvían morados. En estos momentos, estaba rondando los tres grados Celsius y sus ojos eran de un potente azul marino.

–Excusas –se defendió.

–Como sea, ven y abrázame –le ordenó la chica, a lo que el mayor obedeció pasando un congelado brazo sobre sus hombros –Ah, mucho mejor.

–Me siento utilizado –se quejó, pero aun así no abandonó su posición.

Momentos como ese eran invaluables para Yune, la tranquilidad, su hogar, su familia, solo ellos tres, tal y como debe ser.

O eso pensó.

Un suave tintineo en las campanillas avisó a los residentes de la propiedad de que no estaban solos, pues alguien inesperado había llegado a sus puertas. La única que los solía visitar con frecuencia era Saruki, pero ella estaba trabajando en esos momentos; era un total misterio la identidad de quien estuviera tras la puerta.

–¿Esperamos a alguien? –se asomó el mayor de la casa desde la cocina.

–No que yo sepa –le respondió el otro colocándose de pie para abrir la puerta, dejando a la menor sin su fuente de alivio.

Afuera de la casa se encontraba un muy acalorado peliverde, aun cuando solo vestía una simple camiseta blanca, una ligera bermuda gris y sus distintivos zapatos rojos. Su madre le había advertido que era un suicidio salir de su casa con el calor que había, pero él había quedado con la pelirroja de verse hoy y así empezar la investigación. Es por eso que le tomó por sorpresa encontrarse con un hombre de cabellos rojos revueltos, ojos del mismo color que los de su senpai, un poco más alto que él y una complexión atlética.

Inmediatamente se puso nervioso ¿Y si era el padre de la chica? ¿Qué le diría? ¿Lo saludaría o preguntaría directamente por Yune? No, eso sería descortés de su parte.

–Bu-buenos días –hizo una reverencia –. Me llamo Midoriya Izuku y estoy buscando a …

–Casa equivocada niño, lo siento –y sin esperar respuesta cerró la puerta en las narices del pecoso.

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