Capítulo 7 Deseos

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La tenue luz entraba por la gran ventana de la habitación, el día había estado nublado toda la mañana, como si se compadeciera de la pelirroja, la cual tenía su rostro y facciones tan ensombrecidas como nubes anunciadoras de lluvia. No había querido apartar la mirada del exterior y no había pronunciado sonido en todo el día, en esos momentos prefería estar sola consigo misma. Frustración y vergüenza eran los sentimientos predominantes en su ser, verse en la necesidad de ser salvada y el hecho de haber quedado en tan deplorable estado había sido un duro golpe para su firme armadura de ego y autosuficiencia, casi destruyéndola por completo. Su mente le jugaba una mala pasada, pensamiento tales como que era una inútil mukosei y constantes comparaciones con Midoriya no la dejaban descansar. Ella había aprendido el modo de contrarrestarlo, pero en esos momentos no contaba con la suficiente fuerza mental como para darles lucha.

Sus dos mayores miraban el estado de Yune, esperaban que estuviera refunfuñando u ofendiendo a medio mundo, pero fue todo lo contrario. No encontraban su mirada y si le preguntaban alguna necesidad que pudiera presentar esta solo respondía con simples monosílabos. Ambos estaban extremadamente preocupados, tenían una borrosa idea de lo que podía haber ocasionado el estado de la muchacha, pero no se atrevían a preguntarle, por experiencia sabían que solo empeorarían las cosas. Saruki no había ido a visitar a su amiga desde el día del ingreso, algo que les desconcertaba en gran manera ya que conocían la fiera lealtad que la rubia le profesaba a su protegida.

Intentando por lo menos lograr que la menor soltara sus primeras palabras de la jornada, Do se acercó con paso suave y amorosamente posó su mano sobre las rebeldes hebras rojas, ganando así la atención de la menor.

–Linda, iré a comprar algunas cosas a la tienda ¿Quieres que te traiga algo rico de comer? –ofreció gentilmente.

La contraria negó suavemente para luego dirigir su mirada hacia la ventana, perdiéndose nuevamente en el paisaje. El monje soltó un largo suspiro cansado mirando a su compañero quien observaba la escena con el ceño totalmente fruncido desde el otro lado de la habitación.

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Izuku caminaba tranquilamente por las calles, sus pasos algo lentos y torpes por causa de la lesión no frenaban su emoción por llegar a su destino. Su corazón había aumentado ligeramente sus pulsaciones, no era un ritmo intenso, pero si lo suficiente como para sentirse inquieto. Últimamente esto le había empezado a pasar con mayor frecuencia, solo necesitaba tener en su campo de visión una salvaje cabellera roja y un par de orbes azules y llenos de vitalidad para pasar de pequeñas taquicardias hasta la casi total pérdida del habla, algo que no le sucedía desde su época como estudiante en UA. Podía incluso comparase con su yo de quince años que entraba en un total ataque de nervios solo por hablar con alguien del sexo opuesto.

No había podido visitar a su senpai como hubiera querido, pues al llegar a la residencia de su madre esta empezó a reprocharle el hecho de tener una pierna totalmente rota y le obligó a guardar descanso en cama. El día anterior, gracias a un descuido de su progenitora, el peliverde pudo escabullirse del hogar y así dirigirse a la estación de policía donde sabía que tenían detenida a la villana que había hecho su aparición recientemente. Se dedicó a interrogar a el oficial al mando de la investigación, el señor Tsukomi muy a su pesar le había informado que no tenían muchos datos sobre la detenida ya que su nombre no se encontraba en los registros civiles y ella afirmaba no recordar nada anterior a los sucesos de aquel día.

Mientras el edificio del hospital se hacía más alto debido a su cercanía, se imaginó la expresión que de seguro iba a hacer la pelirroja apenas le diera la noticia, un ceño totalmente fruncido y un imperceptible abultamiento en las mejillas fue la imagen que llegó a su mente.

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