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La primera semana se la pasó descansando y yendo de la cama a la cocina, de la cocina al sofá y del sofá a la cama de nuevo. Era un círculo vicioso del que solo salía cuando tenía que ir a las sesiones con la psicóloga. Se permitió vaguear y relajarse todo lo posible durante esos primeros días, se le daba bien.

Al acabar la segunda semana había visto más series y películas que nunca, y había dormido hasta hartarse. Además, había compuesto una canción que había dejado tirada por ahí sin darle demasiada importancia. También había aprovechado para llamar a su familia más a menudo. 

Pero aunque tenía más tiempo para él, casi no estaba con los chicos, y eso lo hacía estar más sensible. Por esta razón, cuando los veía, no había nadie capaz de quitárselo de encima. A ninguno de los chicos le molestaba que Jisung se pasara los ratos que compartían por las noches subido a sus piernas y esperando que le abrazaran, incluso les gustaba y siempre le prestaban atención. Pese a que le daban lo que pedía, él siempre intentaba alargar el momento de irse a dormir porque no quería separarse de ellos.

Ese día tenían un evento con los fans al que no le dejaban asistir, así que se quedó en casa y decidió ver una película para hacer tiempo hasta que los demás llegaran. Primero fue a hacerse palomitas y después fue a la habitación de Seungmin y de Hyunjin para quitarles las mantas, con las que se tapó tras sentarse y hacerse una bolita en el sofá.

Escogió una película al azar porque se le habían acabado las ideas y puso mucho volumen para concentrarse solamente en la trama.

Y nunca había llorado tanto.

El conejo de peluche se estaba preparando para saltar de un edificio a otro porque un conejo más grande le estaba persiguiendo. Jisung estaba triste porque sabía que tenía miedo, pero no podía hacer otra cosa si quería escapar. Se tapó la cara cuando vio que el más grande aparecía por detrás y el otro no tenía más remedio que saltar de verdad.

Fue justo en ese momento cuando la puerta principal se abrió, aunque él no se dio ni cuenta y siguió llorando por el conejo.

—Salta, Bunny. Puedes llegar, tienes poderes.

Minho se quedó plantado en el umbral de la puerta, mirando la escena que se describía ante él. Las luces estaban apagadas y lo único que le permitía ver las mejillas húmedas de Jisung era la pantalla de la televisión, la cual ni siquiera se paró a mirar.

Al principio no dijo nada, sino que se limitó a dejar su chaqueta sobre la silla y a darle al interruptor para que el salón se iluminara, logrando que Jisung arrugara la carita por el susto y por la luz que le cegaba de repente. Minho sonrió al verlo.

—¿Por qué lloras, bebé?

—¿Eh...? —preguntó, sorprendido, y señaló la televisión sin dejar de mirar a Minho.

El mayor se acercó y se sentó a su lado, con una pierna flexionada mientras la otra colgaba del sofá para poder ver a Jisung. Le hizo un gesto para que se acercara y, cuando estuvo a la distancia suficiente, le rodeó el cuerpo y lo presionó contra sí. Jisung se acomodó en su pecho y compartió sus mantas con Minho para que él también estuviera calentito.

—¿Qué pasa? ¿Estás viendo una película triste?

Jisung asintió y ambos miraron hacia la televisión.

—¡Oh, no! ¡Bunny se está cayendo!

Minho sonrió al ver que volvía a ponerse a llorar. Le sujetó el rostro e, inclinándose un poco para poder ver lo que hacía, le secó las lágrimas.

—No te pongas así, se va a sujetar del balcón, ahora verás.

Jisung giró la cabeza hacia él y le miró con cara de enfado.

—¿La has visto?

—Claro, cuando era pequeño.

—¿¡Por qué me dices qué va a pasar!? —exclamó, dándole un codazo.

—¡Oye, mi barriga! —respondió exagerando el dolor.

Jisung sonrió ligeramente y volvió a apoyarse en Minho para seguir viendo la película, pero cuando vio que no volvía a rodearle con los brazos ni a decir nada, se giró. Tenía la vista fija en la pantalla y una expresión seria.

—¿Te he hecho daño?

—Mucho, Jisung.

El menor entreabrió los labios y llevó una mano al estómago del contrario para frotarle con cuidado. Minho le contempló e intentó reprimir una sonrisa.

—Lo siento —susurró.

Cuando levantó la vista hacia Minho, este le sujetó la cara entre las manos y le acarició las mejillas. Jisung suspiró cuando los pulgares del mayor pasaron a sus labios y vio cómo estaba ligeramente más cerca de él, observándole con los ojos entrecerrados. El menor los cerró de inmediato al sentir la proximidad. No entendía qué estaba pasando, y se sintió tonto esperando con tantas ganas algo que no iba a llegar, algo que probablemente había confundido. 

Hasta que la nariz de Minho tocó la suya.

—Hannie... —susurró, levantándole ligeramente el rostro.

Jisung creía que quería decirle algo, que quizá le preguntaría qué es lo que estaba haciendo o qué es lo que se pensaba que iba a hacerle. Su cabeza no dejaba de pensar en posibles razones, hasta que el silencio que se había extendido se hizo tan extraño que estuvo a punto de abrir los ojos para ver qué sucedía, pero los labios de Minho le frenaron. 

No fue más que un leve roce, pero ambos pudieron sentir la calidez expandiéndose por su pecho. 

Minho se apartó enseguida para ver cómo reaccionaba el contrario. Jisung solo frunció el ceño y se señaló los labios.

—Acabas de...

—Sí... acabo de —respondió en voz baja.

El menor se los tocó como si, de no hacerlo, el momento fuera a desvanecerse y él fuera a despertarse en el sofá, otra vez solo.

Alzó la mirada hacia Minho.

—¿Vas a hacerlo otra vez?

—Mmm... —afirmó con una sonrisita.

Le volvió a acariciar las mejillas con delicadeza, casi parecía que tuviera miedo de que fuera a romperse y, justo en ese instante, cuando estaba a punto de volver a besarlo, su teléfono comenzó a sonar dentro de la chaqueta.

You had me at hello [Minsung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora