VI

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El viernes pasó volando, el laboratorio estaba lleno de cosas por hacer. Sebastiãn se mostró más que concentrado, fue a clases y regresó, Tatsumi no podía negar que su ayuda fue valiosa, él también tuvo reuniones con el Consejo Científico de la universidad.

Se les había notificado más trabajo, tan pronto terminaran esos proyectos empezarían otros. Les informaron su fecha de término, Tatsumi se irritó al saber su fecha límite.

Alzó la voz diciendo que los proyectos tenían su propio ritmo, alguien más viejo y con cara de "me importa un bledo" le dijo que debía buscar sus estrategias para terminarlo en tiempo y forma.

Esas juntas siempre lo ponían de mal humor. Fukushima trató de calmarlo, diciendo que enviaría apoyo extra. Finalmente, las autoridades de la universidad se regían por términos burocráticos.

Al regreso a su amado laboratorio encontró calma y paz cuando su asistente le hizo un informe de sus avances.

«No es del todo un inútil...»

Después de un rato de seguir en lo suyo, cayó en cuenta que la noche había llegado. Dieron por finiquito su jornada de trabajo. Senpai y kohai fueron a descansar.


...


El camino a casa fue tan cansado que no se dio cuenta que estaba frente a su puerta, notó que debajo de la puerta salía luz.

-Es verdad... hoy es viernes...él está aquí- pensó en voz alta.

Un par de converse blancos lo recibieron en el genkan, Morinaga estaba en casa. Buscó la hora de su móvil, eran pasada las nueve de la noche.

Al entrar sintió el aroma de comida. Su estómago hizo ruido. Se descalzó y entró a dejar botada por ahí su mochila. Hizo un barrido visual hasta que lo encontró. Morinaga estaba en la sala, leyendo un libro.

-Estoy en casa...

Lo dijo más como un susurro. Aún seguía apenado por su comportamiento de la noche anterior.

-Bienvenido, senpai.

Morinaga sintió que los latidos de su corazón se aceleraron a la décima potencia, quiso ir tras él y fundirse en un abrazo, pero aún seguía cabreado.

-¿Qué tal tu viaje?

Adorable, Souichi estaba más que adorable con ese sonrojo, su cabello un poco alborotado. Se estaba rascando la nuca como muestra de nerviosismo, tenía tantas ganas de cortar la distancia.

 

-Cansado, como siempre. En fin, hice la cena, estoy cansado. Buenas noches.

Morinaga dejó su libro en el mueble y se retiró a su habitación antes de que se ablandara su corazón y se derritiera entre los brazos de su senpai.

Tatsumi se quedó asombrado por su actitud. Esperaba que el tipo cortara la distancia y lo recibiera con un beso y una liturgia de palabras empalagosas. Pero no fue así.

Las palabras tienen poder, comprendió.

Su apetito había desaparecido. Tomó un baño tibio. Morinaga no quiso hablar más con él. Se sentía extrañamente decepcionado, no tenía argumentos para reclamar, porque sabía que él era el causante.

Antes de decidir si era sano dar su brazo a torcer prefirió cenar, a quién engañaba, la comida de Morinaga jamás debía ser rechazada.

Llegó a su mente esa mañana en Shizuoka, Tetsuhiro dijo que comer solo era aburrido, y vaya que sí lo era. Tenía frente a él la mejor comida, pero no tenía con quien compartirla.

Amante do BrasilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora