IX

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Estaban ellos dos, solos en el laboratorio, un día normal, lleno de trabajo.

-Estoy cansado, me duele el cuello.

-Senpai, ¿quieres un masaje?

-No, claro que no. Absolutamente no.

Siguieron trabajando, pero su asistente no quitaba ojo de su senpai, tratando de pensar como rendirle pleitesía.

Notó que se tocaba el cuello, sus hombros se veían tensos incluso debajo de la bata.

Se acomodó para mirar sobre el microscopio.

-Toma nota de lo que te voy a dictar.

-¡Sí señor!

Senpai empezó a decir unas cuantas observaciones, el asistente hábilmente escribía en la bitácora del día. Pronto sus manos abandonaron la pluma y el papel y se fueron hacia la espalda de su senpai.

-¡¿Qué haces?!

-Dándote un masaje, senpai.

-¡Pero nos puede ver alguien!

-Ya no hay nadie a esta hora.

Siguió con el masaje, senpai no podía negar lo bien que se sentía esas manos atrevidas sobre sus hombros.

-Aaah que delicia...

Gimió sin intención de sonar tan satisfecho, pero realmente esas manos estaban calmando de forma placentera su dolor muscular.

-Senpai, ¿te gusta?

-Sí, me gusta...

Su asistente se sintió más atrevido y besó su cuello. Sintió crecer un escalofrío en su espina dorsal.

-Ummm

Lamió el lóbulo de la oreja, y mordisqueó un poco esa piel sensible.

-Aah

Su senpai ya se sentía dócil, y debía aprovechar que afuera estaba más que vacío y desierto. Nadie entraría.

Se quitó de su lugar detrás de la espalda y se movió al frente. Empezó a besar el cuello de su senpai, el cual estaba jadeando. Se aventuró más y se arriesgó a abrir los botones de la camisa. Besó su pecho, lamió un pezón.

-Aaaah...

Siguió desabotonando, bajando y besando. Mientras que con la otra mano acariciaba sobre el zipper de su superior.

-Senpai, estás duro- afirmó mientras frotaba sin retorno

-¿Ssi-si?

-Lo estás. Y mucho.

Siguió besando cada espacio de piel hasta que llegó al cinturón de su senpai. Se arrodilló ante él. Abrió más la camisa e hizo a un lado la bata para apreciar ese torso delicioso.

Lentamente aflojó el cinturón. El tintineo de este resonó en el solitario laboratorio. Se relamió los labios al ver su ropa interior. Sus dedos apretaron un pezón.

Senpai gimió de placer y de anticipación. Sexo oral era lo que se avecinaba. Estaba tan duro de solo pensarlo.

Su fiel asistente se acomodó, pegó su nariz a esa zona e inhaló de ese aroma embriagador. Pasó la lengua sobre la ropa, y aquella carne reaccionó al instante.

-Ah senpai...

Abrió bien los ojos al ver aquel falo tan deseado, goteando, en la dulce espera de ser saboreado por esa boca tan atrevida.

Lamió la punta, saboreó su textura. Fue como un viagra visual. Color, olor, tamaño, peso, todo. Grabó todo en su memoria.

-¡Sigue!

-¡Sí señor!

Abrió la boca gustoso, y cerró los ojos para más placer. Saborear con mucho gusto cada centímetro de esa piel era exorbitante.

-Aaagh genpai, ummm...

-Aaah... aaah... tu lengua...

Mientras le daba placer oral, se daba placer por su propia mano, estaba masturbándose, preparándose para lo que siguiera.

Siguió succionando más, y más. Ya sentía el sabor de la gloria. No permitió que senpai se apartara de su boca. Lo tragaría completamente. El orgasmo de ambos estaba cerca.

Gemidos, jadeos, respiraciones entre cortadas. Una mano sobre su cabeza estaba marcando el ritmo. Una garganta dando placer, unas manos perdidas en otro cuerpo. Sudor, saliva y semen escurrían de una boca glotona.

-¡MORINAGA!

El escuchó su nombre entre esa sinfonía de placer. Abrió los ojos y lo vio.

Él los vio.

-¡MORINAGA! ¡CARVALHO! ¿QUÉ DEMONIOS HACEN EN MI LABORATORIO?

Tatsumi estaba temblando de ira al ver que esos dos estaban follando como animales en su santuario.

Carvalho empezaba a reír histéricamente. Los dulces líquidos escurrían de su boca.

Él nunca pudo ser capaz de hacer una felación a Tetsuhiro, ¿era eso lo que quería? Eso estaba en la lista de límites infranqueables y ambos lo sabían.

Ver que Morinaga disfrutaba de esa boca era demasiado obsceno para su corazón. Se acercó a ellos dos, Sebastiãn hizo caso omiso de la mirada asesina de Tatsumi y regresó a su labor.

Su amado chico estaba tan perdido en ese placer que lo ignoró completamente, Tatsumi gritaba a los cuatro vientos pero parecía que los decibeles no eran lo suficientes para las orejas de su amante.

-Vamos Sebastião, pégate a la pared.

Aquel chico de tez canela se levantó obedientemente.

-Sí, Morinaga senpai.

Carvalho san se masturbaba mientras llegaba a ese rincón del laboratorio.

En menos de un parpadeo, las manos de su senpai estrujaban con violencia su esponjoso trasero.

-MORINAGA ¿QUÉ DEMONIOS ESTÁS HACIENDO?

Tatsumi estaba llorando, desesperado y encolerizado al estar presenciando aquel acto de sodomía e infidelidad.

Morinaga dio una fuerte nalgada a su asistente mientras que ingresaba su dedo pulgar en la boca y el otro en la puerta trasera.

-Aaagh, Morinaga...

Tatsumi sintió ganas de vomitar al escuchar que otro hombre gemía el nombre de Tetsuhiro.

Morinaga ya estaba lubricando la zona, ya llevaba su erecto miembro hacia la calidez del brasileño.

-Aaah Sebastião, ¿estás preparado?

-Sí señor...hágalo como más le guste.

Morinaga entró de una sola estocada, de una forma tan violenta que el chico entre sus brazos se quedó sin aire. Esa carne la había deseado desde el principio y por fin podía disfrutar.

Morinaga senpai lo estaba quebrando deliciosamente en pequeños fragmentos de placer.

Tatsumi quiso matarlos en ese instante. Con gruesas lágrimas en los ojos corrió hacia ellos, primero debía matar a Tetsuhiro.

-Morinaga, dijiste que no me lastimarías.

Morinaga seguía preso del placer con esas caderas expertas.

-¡¡MORINAGA!!


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Amante do BrasilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora