VIII

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Tatsumi Souichi vio a través desde los ventanales de la cafetería a esos dos sujetos. Eran bastante notables porque había unas cuantas personas.

Su atención se centró en ese par de hombres sentados en la mesa, tomando un café, riéndose como si la vida se les fuera en ello. Su asistente actual estaba acariciando el brazo de Morinaga con tanta confianza, el otro no hacía nada al respecto.

Cruzaron más palabras y de nuevo sonrieron. El brasileño se mordía los labios, Morinaga seguía riendo. Algo le dijo aquel chico moreno, incluso lo señaló y Tetsuhiro estaba bien con eso.

El dueño de la camisa se planchó el cuello con la mano, el otro seguía inmerso en una total atención hacia el monologo de su superior. El moreno se relamió los labios, Morinaga siguió sonriendo a aquel chico.

¿Esa era la razón por la que regresó a Nagoya?

Morinaga vino para tener una cita con su asistente.

-¡Maldita sea!

Quiso gritar, sentía que la rabia subía por su esófago. Tenía un revoloteo en su estómago, pero no de los buenos, era de los malos, de los que le daba nauseas.

Tatsumi se retiró, no soportó más. No vio cuando Morinaga le dio una palmada en la espalda a su asistente, ni tampoco vio cuando se despidió.

-¡Que mierda, a quién le importa él!

Entró dando azotes a la puerta del laboratorio, milagrosamente el vidrio aguantó su ira. Sentía muchas cosas, entre ellas celos.

«No estoy celoso, maldita sea. No son celos»

Decidió dar por terminada su jornada. No quería cruzarse con Morinaga en la universidad. No en ese lugar, no podían armar una escena.

«¡Y tanto que me dices que me amas!»

«Lo sabía, sabía que ese bastardo tenía claras intenciones y tú lo has permitido»

Un sinfín de imágenes mentales lo invadieron, nada sanos para su paz mental. Un montón de cuestionamientos vinieron, sin respuestas, desde luego.

«¿Habrá sido mi culpa?»

Sin darse cuenta llegó a casa, no quería saber nada de nadie. Solo quería estar en paz por un momento y pensar con claridad.



...



Tetsuhiro entendió las señales de Sebastiãn, peligroso, muy peligroso seguir ahí, seguir con él. No quería lastimarle, tampoco quería ilusionarlo. Decir que estaba enamorado era lo mejor.

Recorrió con más ánimo los pasillos que lo dirigían al que fue su segundo hogar por mucho tiempo. Subió los escalones con prisa, sabía que Sebastião no tardaría en subir, por eso quería apurarse para darle al menos un beso a Souichi, así como los viejos tiempos.

Saltó de tres en tres los escalones hasta que llegó, pero no había señales.

-¡Senpai!

-...

-¡Senpai! ¿Dónde estás?

Esperó con paciencia escuchar algún regaño, pero solo recibió silencio. Llegó hasta su mesa de trabajo y encontró una nota para su asistente, diciendo que el día se había terminado y podía irse.

-Ahh senpai ha reservado el día. Espero que estés en casa.

No le llamó, quería llegar de sorpresa a casa. 



Miss Book

Amante do BrasilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora