II

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Tatsumi vio que Carvalho Sebastião estaba muy cerca de su asistente. Demasiado para su gusto. Ese maldito bastardo se pegaba mucho al otro imbécil.

Morinaga no decía nada. O tal vez no se daba cuenta. O tal vez le gustaba tenerlo cerca.

 «Maldita sea, ¿Por qué me molesta esto»

Souichi no sabía identificar sus sentimientos. Se sentía molesto cuando esos dos estaban juntos. Se sentía molesto cuando Carvalho escuchaba atentamente cada indicación.

Desde entonces puso su mirada sobre él, y se fijó en tantas cosas. Observó su aspecto, bien vestido siempre, no era como los otros estudiantes que llegaban cómodos.

Sebastiãn era un chico con buen porte, era tan alto como el mismo Souichi. Zapatos bien lustrados, incluso sus suripas eran diferentes, seguramente las compro en una tienda cara.

Él asumió que al ser un chico de intercambio internacional viviría con algunas limitantes, pero esas suripas azul marino lo decían todo.

Su peinado, su ropa, su presencia era muy elegante, y eso a Tatsumi le incomodó un poco, porque Carvalho era todo lo que le gustaba a Morinaga. Bien parecido, amable, social, y sobre todo...atento.

Ahí estaba junto a Morinaga, mirando en el microscopio y dictándole datos a ese chico.

Se supone que ambos están para asistirle, entonces ¿por qué diablos ese chico asistía a Morinaga?

Recordó que cuando Sebastião llegó prácticamente le indicó que todo el trato sería directamente con Morinaga, debido a su nula paciencia.

«Maldita sea»

- ¡Carvalho, deja a Morinaga y ven, ayúdame aquí!

El chico en cuestión asintió con cara de pocos amigos. Estaba claro que interrumpió su deleite.

- Dígame, señor.

- Necesito que llevemos el conteo...

Tetsuhiro despegó el ojo del microscopio al escuchar la nueva orden al chico.

- Senpai, eso no requiere tanto esfuerzo...- Eso era un juego de niños.

- Morinaga, tú ocúpate de tus asuntos. Sebastião debe aprender nuevas técnicas... ¿Acaso no es ese el motivo por el que está aquí?

Tatsumi senpai lo dijo con tanta autoridad que nadie se atrevió a contradecir. Una ceja en extremo arqueada miró a Sebastião.

- Y tú, a partir de ahora tienes que seguirme el ritmo. Lo has hecho bien con ese tipo, ahora estás listo para asistirme.

- Sí señor.

Morinaga se incomodó un poco, ¿Por qué quiere a otro tipo cerca? Su imaginación empezó a volar demasiado, tenía ganas de refutar y de decir que el único que podía y debía estar a su lado era solamente él.

Pero prefirió quedarse callado, más tarde en casa hablarían sobre ese tema.

Mientras tanto, Sebastião lamentó su suerte. Sus momentos con Morinaga san habían sido disminuidos.

De cualquier forma, eso no sería ningún impedimento para disfrutar el paisaje. Cada día que pasaba era una oportunidad nueva, necesitaba saber más sobre su senpai.

Tatsumi no era el mejor mecanismo para obtener información. Se valió de sus compañeros de clases, logró conseguir datos interesantes:

Soltero, porque nadie lo ha visto con otra persona.

Bastante amable y carismático.

De personalidad tranquila y conciliadora.

Bueno en la cocina.

Es foráneo, viene de Fukoka.

Pero lo más importante era la palabra  soltero. Descartó la idea de que pudiera tener una relación a distancia, ya que en el tiempo que ha tenido de observación, Morinaga no tenía ningún interés en el móvil.

Tampoco había mencionado a alguna chica. Solamente saltaba a la vista su irracional atención hacia Tatsumi senpai.

Una tarde llegó al laboratorio cuando Tatsumi senpai estaba en una reunión. Solo estaban ellos dos.

Para su gran deleite, Morinaga senpai no estaba usando la bata, pululaba por el laboratorio libremente. Haciendo notar sus bien formados glúteos.

La boca de Sebastião empezó a salivar. Lo que daría por estrujar esa carne. Por gracia divina a Morinaga senpai se le cayó al suelo su pluma.

Fue un total ensueño ver ese maravilloso trasero al aire. Sebastião no pudo evitar dibujar una sonrisa descarada. Se excitó un poco al notar el elástico negro de su ropa interior.

Tuvo que controlar sus manos para no posarlas sobre maravilloso trasero. Se le fue la inspiración de ese reporte que estaba escribiendo, se le fue el aire cuando Morinaga se puso erguido de nuevo.

Esa espalda tan perfecta seguramente debía estar marcada por deliciosos músculos. De repente se le antojó lamer desde la nuca hasta el coxis.

Lo que no sabía era que Tatsumi el Demonio lo vio desde la puerta de cristal. Creció un mal en su interior, un aura oscura empezó a ebullir rápidamente.

- ¡Morinaga! ¿Dónde diablos está tu bata?

- Aaah Senpai, lo siento, es que tengo calor y el aire no está enfriando tanto.

- Entonces ve a informar el fallo. ¡AHORA!

- ¡Y tú! ¡A trabajar, no me gusta la gente que pierde el tiempo!

- Sí señor.

Tatsumi estaba irradiando fuego por doquier, enojado por la mirada de Sebastião; enojado por el descuido de Morinaga.

¿Acaso no había otra forma de recoger el lapicero?, también estaba enojado consigo mismo por tener esos sentimientos tan difíciles de explicar.

Sebastião había lamentado su mala suerte. Pero ya se había acostumbrado a los tratos del titular. Todo valdría la pena siempre que pudiera estar cerca de su senpai. Quizá por la noche recordaría esa bella imagen y tal vez se haría justicia por su propia mano o con algún juguete de plástico.

Morinaga salió un poco confundido. No había hecho nada malo. Últimamente senpai estaba de malas y no lo entendía...

- Aah... necesito un trago.

Y el Adamsite sería su desahogo.

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