Llegó a casa dispuesto a terminar su patética ley del hielo y hacer las paces con senpai, con la intención de invitarlo a comer por ahí, pasear por la tarde y en la noche recuperar el tiempo perdido.
Al llegar lo vio dormido en el sofá. Encontró en el suave tatami el cenicero de vidrio con varios cigarrillos a medio fumar. Desde la puerta lo vio tan tierno en esa posición, con un brazo sobre su cabeza y una mano sobre su abdomen se sintió tan feliz de haberlo encontrado.
Se acercó sigilosamente con la intención de despertarle, pero Tatsumi no paraba de gimotear. Morinaga, preocupado, se hizo un espacio en ese mueble para tratar de levantarlo.
-¿Senpai qué pasa? despierta
Tatsumi estaba teniendo un sueño terrible. Morinaga no paraba de hablarle.
-Senpai despierta.
-¡Aah! – un jadeo tortuoso salió desde lo más profundo de su senpai.
Ya estaba desesperado porque su senpai no se levantaba de aquel sueño. Hasta que por fin abrió los ojos, llenos de lágrimas.
-Morinaga, ¿Eres tú?
Souichi lo miraba perdido y desesperado. ¿Realmente era su Morinaga?
-Soy yo senpai. ¿Tuviste una pesadilla?
Pesadilla, esa era una buena explicación a todo ese mar de angustia que sentía en ese momento. Cautivo de sus emociones no logró contener el llanto.
Tatsumi lloró a lágrima suelta por todo aquello que había soñado. Había comprobado, al menos en sueños, que necesitaba a Morinaga para él.
Tetsuhiro al ver este comportamiento inusual en su senpai se preocupó demasiado.
-vamos Senpai, ven aquí.
Morinaga lo sentó en su regazo, lo acunó entre sus brazos y su senpai siguió llorando amargamente.
-¿Qué pasa Senpai, qué soñaste? Seguro fue horrible, pero no es verdad. Estás conmigo. Ya estás despierto.
Morinaga seguía consolando al amor de su vida, acarició su espalda con toda la ternura posible. Besó sus sienes y peinó su cabello incontable veces. Senpai no podía hablar, seguía en esos gimoteos.
Tatsumi se llenó del aroma de Tetsuhiro, escondió su rostro entre el cuello de su hombre. Amaba a ese chico y no quería compartirlo con nadie. Su llanto no cedía porque al cerrar los ojos volvía a su mente esa imagen terrible.
Morinaga era su chico. Morinaga era suyo. Sentía calma cada vez que escuchaba palabras de amor susurradas en su oído. Ese hombre estaba con él.
-Senpai, ¿te sientes mejor?
Souichi asintió lentamente. El aroma de Morinaga y sus dulces atenciones lo llevaron al mundo de los sueños de nuevo. Ahora fueros sueño cálidos y dulces.
Morinaga se dio cuenta de que senpai había caído en el sueño. Se sintió tan feliz de tenerlo de esa forma. Nada más satisfactorio que calmar el llanto de la persona que amas.
No quería moverse, no quería quitarlo. Senpai estaba durmiendo en su regazo. Mientras esperaba un poco más, besó cada centímetro de su cabeza y le regaló muchas palabras de amor, con la esperanza de que su voz se colara entre sus sueños.
Después de media hora y varios ronquidos de senpai, decidió que era momento de cambiar de lugar.
Morinaga se acomodó en la orilla del mueble, con senpai aún en sus brazos. Movió sus largas extremidades solo para tantear el cuerpo que estaría por mover.
-Senpai...pesas delicioso- dijo para sí mismo.
Con un mínimo balanceo y con una gran fuerza en sus piernas y brazos, Morinaga se levantó con un senpai durmiente y lo llevó a su habitación.
Lo acomodó en la suave cama, quitó sus gafas y soltó su cabello. Encendió el aire acondicionado y se acomodó a su lado.
Sus planes de tener una cita ya no eran necesarios, tenerlo entre sus brazos era más satisfactorio. Lo arrulló de nuevo y lo pegó a su pecho.
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Amante do Brasil
ФанфикSebastião san, un chico que llegó de su natal Brasil para aprender sobre las ciencias agrícolas. Asignado en el laboratorio dos, hace un revuelo para quienes trabajan allí.