Ese sábado, pintaba ser de lo más patético y aburrido de su existencia
«¡Por Dios! Es sábado y estoy metido en el laboratorio ayudando a Tatsumi senpai. Totalmente patético»
Amaba su trabajo en el laboratorio, pero se supone que la gente de su edad debía estar viviendo una vida desenfrenada y un tanto insalubre en los sábados. Como sea, ya estaba ahí, y debía esforzarse. Cuando regresara a Brasil, seguramente extrañaría ese lugar.
Con las notas entre sus manos, sus ojos vieron lo que menos imaginó. Morinaga senpai estaba afuera, en el jardín, hablando nada más ni nada menos que con el mismísimo Fukushima sensei.
«¡Boa sorte minha!»
Su senpai favorito estaba de lo más deslumbrante hoy con esos pantalones azul marino de casimir y esa camisa blanca slim fit con cuello mao. No pasó por alto los zapatos, ni el reloj ni las dos pulseras que le adornaban la mano.
-Bonito, estou morrendo de vontade de estar lá
*Guapo, me muero por estar ahí-¿Decías algo, Carvalho?
Se había olvidado que el demonio estaba por ahí.
-Necesito un café, senpai. ¿Puedo ausentarme?
-Claro, de hecho necesitamos un descanso. Tómalo ahora.
- Obrigado
Esto último sí lo entendió Souichi, se encogió de hombros y siguió en lo suyo.
Sebastião no podía dejar pasar esa oportunidad. Morinaga Tetsuhiro estaba en la universidad en un día tan aburrido como ese, después de todo su existencia ahí no era tan patética.
Lo siguió de cerca, hasta que ambos fueron a la cafetería. No podía despegar la vista de ese trasero bien formado. Recordó cuando lo vio en Adamsite y se volvió a motivar.
Definitivamente los planetas se habían alineado a su favor. Solo debía jugar bien sus cartas.
Se sentó a esperar a que el viejo y su amado terminaran de pedir, después sería su turno. No sabía bien de qué estaban conversando, pero se veían animados. Después de un rato, sensei extendió un folder a Morinaga.
No podía quitar la vista de ese par. ¿Qué sería ese papel? No sabía, pero por la actitud seria que tomaron ambos se dio cuenta que quizá era trabajo.
Morinaga sacó de su portafolio una libreta y una pluma, tenía pinta de ser muy fina. Escribió algo en la que quizá es su agenda. Tan organizado como siempre, eso le daba un toque más de sensualidad a su personalidad.
Cruzaron más conversación hasta que el viejo se despidió de su amigo. Morinaga le ofreció una inclinación respetuosa hasta que su superior se fue.
Era su oportunidad.
-¡Morinaga senpai!
No lo pensó tanto. Ahí estaba ante él haciendo una leve venía.
-Ah, Carvalho san, ¿cómo estás?
-Morinaga senpai, jamás pensé en encontrarlo aquí.
Sebastião lucía un tanto casual con un vaso térmico lleno de café, su actuación era más que estupenda, nadie imaginaría que lo siguió como un perro.
-Si, tuve una reunión aquí, me han comisionado una labor. Desde luego estoy agradecido de seguir sirviendo a mi universidad.
-Vaya eso es gratificante sin duda. Pero, tome asiento, creo que lo interrumpí.
Sebastião se aseguró que su senpai se sentara, eso le daría una ventaja, irremediablemente sacaría todo el provecho posible.
Daba gracias a la divinidad porque esa mañana tuvo las energías para arreglarse la barba, y de perder veinte minutos de su vida en una mascarilla hidratante. Quién diría que esa rutina extra fue útil.
-Morinaga senpai, esa camisa es estupenda. Muito bonita, así como você.
-¿Cómo?
Sebastian empezó a pestañear un poco.
-Su camisa es muy bonita. ¿Sería muy indiscreto de mi parte preguntar dónde la compró?
Morinaga río un poco, por fin alguien apreciaba lo elegante de su camisa. Senpai jamás era del tipo en que se fijaba de esas cosas. Cuando Tetsuhiro sonrió, Sebastiãn se sintió morir.
-Me la han regalado. Y sí, la camisa es muy bonita.
-¿acaso la novia de Morinaga san se la regaló?
Esta vez sí había sido indiscreto, pero se atrevió más al rozar sus dedos en la fina tela de la camisa, exactamente en el brazo de Tetsuhiro.
-Es muy suave...la tela...
El dueño de la camisa, por su parte, se alarmó un poco, pero recordó que no lo hizo mal intencionadamente, los latinos tienen fama de ser más "atrevidos" sin intención. El asunto del espacio personal es un tema diferente.
-No, piensas mal. Mi pequeña hermanita me la regaló. Y, sí, es muy suave la tela.
-Y dígame senpai. ¿Qué piensa hacer hoy?
-Tengo otro asunto pendiente que debo atender.
Los pensamientos de Morinaga volaron exactamente hacia el laboratorio dos, el asunto tenía nombre y apellido, y ese era Tatsumi Souichi.
Carvalho notó esa mirada soñadora, era la misma que dibujaba en sus labios cuando pensaba en su senpai favorito.
-¡Aaah Morinaga senpai, ese asunto es sobre algún amor verdad!
Morinaga sonrió abiertamente, y Sebastião perdió el oxígeno de nuevo.
-Porque esa mirada la conozco, usted tiene a alguien.
Su senpai rio a carcajadas, de pronto se sintió un poco estúpido. Tatsumi era capaz de quitarle el aliento incluso frente a desconocidos.
-¿Cómo puedes saber eso Carvalho san?
-Dígame, esa chica o chico deben ser afortunados.
Lo había lanzado, había dejado el anzuelo, ahora debía esperar.
Morinaga se tomo un tiempo para pensar en lo que le habían preguntado. Él no tenía ningún problema en revelar sus preferencias, incluso se había dado cuenta que Carvalho san era igual a él, lo dejaba salir de vez en cuando.
Pero simplemente no podía hacerlo, una vez había cometido un error con Tadokoro y juró no volver a cometerlo.
-Estoy enamorado de esa persona- sonrío de nuevo- y nada podrá cambiarlo.
Y Morinaga se levantó, deseando una buena tarde. Sebastião sonrió, porque entendió el mensaje, reveló entre líneas que también es gay. Un heterosexual hubiera dicho "estoy enamorado de ELLA" pero su senpai tuvo el desliz de decir "esa persona".
Eso solo implicaba un reto más.
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Amante do Brasil
Hayran KurguSebastião san, un chico que llegó de su natal Brasil para aprender sobre las ciencias agrícolas. Asignado en el laboratorio dos, hace un revuelo para quienes trabajan allí.