Sangre a Hervir

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Es incómodo viajar en tren, pensé. 

Decidí levantarme y pasear por lo vagones del tren, que sin tener vergüenza diré que es la primera vez que subo a uno. 

Todo estaba muy oscuro, solo se podía observar lo que la luna llena reflejaba con su luz por las mil y un ventanas del tren, casi todos los vagones eran para pasajeros, aunque solo estábamos mis compañeros y yo. 

Ingreso a un vagón, que al parecer era él último del tren, salgo en la parte trasera del tren, parecía un balcón, observación, preguntar a los compañeros como se le llama a esta parte del tren.

Hacía mucho frío, el viento golpeaba mi cabello, y mi cabello golpeaba todo mi cuerpo y mi rostro, reposé mis manos sobre el barandal, cuando me doy cuenta que se estaba convirtiendo en hielo y no podía apartarme de allí, la luna se comenzaba a ocultar de entre las nubes, como si no quisiese observar lo que sucedería a continuación, las nubes parecían enojarse por el miedo de la luna y comenzaron a soltar truenos y relámpagos, los animales gruñían asustados y enojados por lo que pasaría, el paisaje se volvía negro, sentía escalofríos, y al final pánico, comencé a sudar aunque no hacía calor, mis ojos se abrían mas y mas intentando buscar algo amenazante entre la oscuridad, mis brazos temblaban al igual que mis piernas, solo que mis piernas no aguantaron el momento tétrico y cayeron rendidas, me golpeé las rodillas al caer tan fuerte, y creo haber caído entre clavos mal clavados, la niebla se tornaba cada vez más pesada, mi respiración al igual, se me dificultaba con el pasar de los segundos, mi corazón se aceleraba cada mili segundo.

Las nubes lograron ocultar rápido a la luna, el tren se detuvo por completo, al parecer ese hielo que había empezado en mis manos a través del barandal fueron agarrando el tren de a poco, llegando a las ruedas, congelándolas por completo y deteniendo el tren.

¿Qué me estaba deparando el destino, si es que existía? ¿El Padre Tiempo se habrá enojado conmigo y adelanto mi hora de partir? 

En algo tenía que pensar, mi mente cada vez se ponía mas en blanco, por el miedo no sabía en qué otra cosa pensar que no sea en mi muerte, ¿caeré del tren?, ¿me desnucaré?, ¿caeré del tren para quedar inconsciente y los animales de los alrededores comerían mi carne?, ¿me pisaría otro tren que venga detrás de nosotros?, muchas formas de morir, ninguna la forma que quería. 

Con mis pupilas casi secas, me brotaban pequeñas lágrimas, pero muy de continuado, eso era peor para mi, pues las lágrimas se convertían en pequeños hielos, de repente, comienza a nevar…

Pequeños copos de nieve caían en mi cabeza, uno que otro en mi nariz, estaba decidido, allí moriría, mamá te amo mucho, aunque nos hayan separado yo se que siempre estuviste a mi lado, Owl te agradezco haberme cuidado por tanto tiempo, Madya mi eterno amor, siempre seré tuya y de nadie más, me temo que nuestro futuro juntos y la idea de una familia el Padre Tiempo nos lo ha privado con todo rencor, Ed mi juguetón y hermoso amigo, no destruyas mas las flores de mamá, te quiero mucho, tétrico hermano semi vampiro, aunque hayas intentado algo conmigo quiero que cuides de mi madre, a cógela como si fuera la tuya, y cuida muy bien de mi caballo, esta a tu cargo ahora. Queridos compañeros, espero logren controlar sus poderes y hagan lo que deban hacer, a mi maestra, se que la conozco de algún lado, espero antes de su muerte sea feliz, y sin más cosas que decir y nadie más de quien despedirme, Padre Tiempo, puedes llevar esta alma que tanto ya ha sufrido, tanto ya ha soportado, y que ni siquiera tuvo que haber existido con ese padre tan repugnante, pero con una madre pura en todos los sentidos. 

Largando mis últimas lágrimas, tome un último respiro, me paré, y sólo me quedo esperar ver mi vida pasar frente a mis ojos, pero cuando menos me lo esperaba, comenzó a acercarse el enemigo de todo lo bueno y puro, enemigo de la luz, enemigo de los niños y niñas, enemigo de todos incluyéndose a él como su propio enemigo… Mi padre…

-¿Tu qué haces aquí? – grité asustada.

No respondió nada, desapareció de donde estaba, que era enfrente mío, para posarse detrás de mí.

-¿Quieres morir, hija mía?

-Cállate maldito, eres él demonio encarnado en algo totalmente deforme…

-Y tú la hija del demonio.

-¡Cállate! ¡Déjame en paz, por favor!

-¿Por favor? ¿Qué significan esas palabras?

-¡BASTA! – grité, y me tapó la boca con una de sus tantas manos, metiendo sus garras en mi piel, atravesando mi mejilla izquierda, haciendo correr mi sangre por mi rostro y bajándome a mi cuello muy lentamente. 

-¿Me temes?

Comencé a llorar, y mis lágrimas y sangre se mezclaron. Todo se tornó oscuro.

-Un lindo momento de padre e hija, que asco, ¿un lindo momento?, transformémoslo en algo trágico, ¿te parece hija?

Retiro sus garras de mi piel, dejando que mi sangre saliese cada vez más, desangrándome de a poco en esos pequeños orificios, se arrodillo para poderme ver en el rostro, yo aún parada, eso demostraba que realmente medía de dos a tres metros. 

Espero nadie viva esto de nuevo, eso no era humano, tenía voz de humano, pero no era nada parecido, no tenía ojos, y esa boca, Dios, era una asquerosa y horrible boca llena de pedazos rotos de vidrios, a los que tal vez aquel monstruo llamaba dientes. Brotaba sangre de aquella boca, dos largos y brazos visibles a la vista de cualquiera por más de haya oscuridad, y de su espalda brotaban más de veinte brazos extras, pero en vez de dedos, garras que podían romper hasta el metal más duro.

Asco, repugnancia, miedo, pavor, escalofríos, terror, pánico, muchos cosas horribles sentía en aquel momento ‘’familiar’’. 

Puso sus asquerosas garras en mi frente, comenzando a desgarrar mi fina y delicada piel, dejándome cicatrices horribles. 

Cuando me acordé de todo lo que había vivido, pero no sólo lo que me acuerdo, vi mi vida en mi mente, incluyendo lo que era antes de mis quince años, vi lo que aquel ser horrible le hizo a mamá, tanta era mi rabia, que un calor desgarrador corrió por mi venas, haciendo hervir mi sangre, sentía que tenía la fuerza del elefante, la rapidez de un guepardo, la grandeza de un león, la astucia de un zorro, sentía que debía vivir por mi madre, y por todas las personas que amaba, el calor volvía a mi cuerpo, sentía como mis uñas se convertían en mis garras, mis ojos se sentían raros, los cerré y al abrirlos podía ver todo, todo estaba claro, era como si mis ojos hubieses cambiado por otros que podían ver en la oscuridad.

-Nunca más. – dije.

Mi padre, Slender, se apartó de mí, mi piel parecía que lo quemaba.

-¡Basta! – gritó él.

-¡NO! Pagarás de una todo…

No entendía muy bien lo que pasaba, mi cuerpo se despegó del suelo, parecía que estaba volando, un resplandor broto de mí, como miles de millones de billones de agujas atravesaron el cuerpo de mi padre, haciéndole retroceder, pero no le causaban daño alguno, hasta hacerlo desaparecer.

La ira que aún sentía y mi sangre que hervía aun querían acción, solo que ya estaba excediendo mis fuerzas, ya no podía controlar mi poder.

-Ya pasó.

Escuché. Mi cuerpo respondió de inmediato, y caí al suelo, sentí como alguien me alzaba en sus brazos, grandes y fuertes brazos, sentía el latir de aquel corazón que al parecer era de un hombre, sentía protección en aquellos brazos, aquel latir, de aquel corazón, calmaban mi alma y me dormí con aquella sinfonía.

La Hija de ÉlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora