Capítulo 10: Error

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Madison's P.O.V

— Tengo hambre — dijo Aiden mientras acariciaba su estómago.

— Somos dos — agregó Connor.

— Tres — recosté mi cabeza en la parte trasera del sofá.

— ¿Puedes cocinar algo? — pidió Connor mientras me veía con una cara de inocencia.

Aiden si sabe cocinar, pero como saben, no para tanta gente y Connor definitivamente estaba perdido.

Hace unos días, cuando seguía enojada, vi como cocinaba un pollo, fatal. Todo era un desastre, tenía mal aspecto y sin probarlo sabía que no tenía buen sabor. Connor no pudo acabarlo y eso era algo totalmente extraño.

— Hoy no tengo ganas, pero los invito a pizza — dije mientras pegaba un gran bostezo.

— ¿Puedes ser más linda? — preguntó Aiden para luego agarrar mi cabeza y darme un beso en la frente a lo cual yo solo reí.

— Bien, pero sin piña — dije mientras hacía cara de asco.

— Alto ahí loca — dijo Connor — Definitivamente con piña — yo lo vi con cara de desagrado.

— Nunca, eso es pecado — dije mientras agarraba mi celular para marcar a la pizzería.

— Lo sentimos, las entregas a domicilio de nuestro restaurante ya están cerradas, pero puedes ir a nuestro restaurante más cercano o llama mañana y con gusto tomaremos tú pedido — fue lo único que dijo una grabación del otro lado de la línea.

— Mierda — dije un poco bajo.

— Cuidado con el lenguaje, señorita — dijo Aiden haciendo que Connor y yo riéramos.

— ¿Qué sucedió? — preguntó Connor.

— Ya cerró el domicilio de la pizzería, pero dejen pido un Uber y la voy a traer sin problema — dije abriendo la aplicación de Uber para pedir uno.

— ¡Vuelve la burra al trigo! — dijo Connor haciendo que yo riera.

Sabía a lo que se refería. De verdad creo que lo peor que puedo hacer es irme en Uber, él realmente sufre con eso.

Ni mi mamá.

Connor se levantó del sofá y fue por sus llaves, ya me conozco las costumbres de este hombre. Seguido de él me levanté del sofá para acercarme a las gradas.

— ¿Me prestas tu sudadero? — grité mientras mordía mi uña postiza.

Connor no respondió nada, se oyó una puerta cerrarse y como rápidamente bajaba. Cuando finalmente bajó, traía una sudadera puesta, su cartera y llaves en una mano y el sudadero del que me había adueñado en la otra mano.

— Todo suyo — dijo mientras me daba amablemente la sudadera para yo inmediatamente ponérmelo.

Salimos y como de costumbre, Connor me abrió la puerta del coche para luego dar la vuelta y subirse. Íbamos callados, realmente no era un silencio incómodo, con él nunca me siento incómoda, nos llevamos muy bien.

— Me encanta el olor de tu perfume — interrumpió el silencio.

— ¿Perdón? — no sabía si había oído bien y no quería responder nada tonto.

— No creas qué no noté que le echaste perfume a mi sudadera — dijo mientras me volteaba a ver sonriendo.

¡Qué vergüenza!

Sabía que se daría cuenta, pero no que me lo diría.

— Seguro se le pegó — me inventé una pésima excusa — Yo no le eche nada a tu sudadera... — agregué poniéndome más nerviosa.

SerendipiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora