Capítulo 1

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Eran tres hombres. Uno conducía el enorme automóvil negro, los otros dos se sentaba a ambos lados de él en los asientos traseros. Los tres llevaban traje y gafas de cristales oscuros, los tres medían casi dos metros, y los tres apestaban a alfa. Ninguno dijo ni una palabra en todo el trayecto, que duró una eternidad y le destrozó los nervios. Louis temblaba, con las manos atenazadas la una en la otra, y pensaba en la expresión mortificada de su madre al despedirlo en la puerta. Se había llevado una maleta grande y no había sabido qué meter en ella; la situación todavía parecía demasiado irreal, demasiado surrealista como para actuar de forma tan definitiva. Era todo demasiado horrible como para pensarlo en profundidad. ¿Para qué meter ropa limpia? ¿Ese otro par de zapatos, lo iba a necesitar? No sabía a dónde iba ni qué se iba a encontrar, pero seguro que no era una cómoda habitación de hotel para pasar unas vacaciones.

Al fin y al cabo, no era un invitado. Era un pago. Para cuando llegasen, se habría convertido definitivamente de un ser humano a un objeto.

Contuvo un pequeño sollozo; estaba demasiado aterrado como para echarse a llorar, pero la angustia lo rasgaba por dentro como un cuchillo. Un millón de preguntas que no quería responder le martilleaban en el pecho; qué iban a hacerle, dónde iba a quedarse, cuánto iba a quedarse, para qué iba a quedarse. Qué iba a ser de él. Su omega quería gemir y esconderse en alguna parte, salir huyendo de aquellos tres energúmenos, pero estaba atrapado. Los seguros de las puertas se habían cerrado con un chasquido amenazador desde que habían arrancado. Louis se aferró a los bajos de su abrigo y rezó.

Para cuando el coche se detuvo, el omega había perdido por completo la noción del tiempo. Miró por las ventanillas, confuso; estaban en mitad de una carretera secundaria, en medio de la nada.

¿Van a matarme aquí? se preguntó casi con curiosidad. ¿Me han traído hasta aquí para matarme, para eso me querían?

Pero un escalofrío lo recorrió casi al instante.

No. Claro que no van a matarme. Al menos, no es lo primero que me harán…

Se planteó gritar en cuanto lo sacasen del coche, pero lo rodeaban kilómetros y kilómetros de campo raso, sin una casa ni una estación de servicio a la vista desde hacía un largo rato. Estaba perdido de todas formas, razonó. Si querían violarlo o torturarlo, lo único que podría hacer sería rezar por una muerte rápida.

Se esforzó nuevamente por no llorar. Los hombres intercambiaron un par de palabras entre ellos, pero no entendió ni una palabra; ni siquiera reconoció el idioma. El conductor se bajó; Louis cerró los ojos. Oyó un nuevo batiburrillo de palabras ininteligibles, pero no abrió los ojos, sobresaltado, hasta que una mano como una zarpa le dio un golpe en el hombro. Dio un respingo, notando el corazón salírsele del pecho, para ver al hombre de su derecha tendiéndole un pequeño paquete brillante. Lo observó, paralizado, y el hombre perdió la paciencia y se lo alargó con insistencia, diciendo algo más que no entendió.

Cogió el paquete con una mano temblorosa, y el hombre pareció quedar satisfecho. Era papel de plata, comprendió con lentitud al darle vueltas entre las manos. Empezó a romperlo bajo la atenta mirada del alfa de su izquierda. Casi notaba físicamente sus ojos sobre la piel como agujas.

Era un bocadillo. Un bocadillo normal y corriente; casi se echó a reír de su propio terror. ¿Qué había creído que era? Ni siquiera se planteaba si tendría hambre o no. Los nervios le contraían las entrañas de arriba abajo. Ni siquiera estaba seguro de poder comer eso –no estaba seguro de poder comer nada, a decir verdad- pero el alfa de su izquierda todavía lo miraba. Empezaba a molestarle en el pecho, estar tan rodeado de alfas desconocidos en un espacio tan reducido, y rezó por no acabar hiperventilando.

Братва (Bratva)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora