Capítulo 3

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Harry se levantó temprano, cuando ni siquiera había amanecido del todo. Louis oyó el ruido de la ducha durante un buen rato; se sentó en la cama con timidez cuando él entró de nuevo para vestirse, enrojeciendo al instante al ver una simple toalla anudada en su cintura. Harry tenía los ojos hinchados y somnolientos y el pelo revuelto, pero le sonrió con cansancio.

“Trabajo” le dijo en voz baja, y Louis se encogió ligeramente ante el sonido de su voz.

“¿T-Tengo que ir contigo?” se atrevió a preguntar al final, confuso. Harry negó con la cabeza, abriendo las puertas del enorme armario de madera oscura que había en un rincón.

“No, tú… te quedas aquí. Puedes dormir tarde”

“¿Qué voy a hacer?”

“Niall vendrá a por ti. Él te explica.”

“¿Q-Quién…?”

“Es beta” lo tranquilizó él al instante, viendo el pánico en sus ojos “No te hace daño. Nadie te hace daño aquí, Louis. Tranquilo. Niall habla bueno tu idioma”

Cogió aire, despacio.

“No tengo ropa” susurró. Harry ladeó la cabeza. “Tenía una maleta, la traje conmigo, pero no sé donde está”

“Yo la mando aquí contigo en un rato.” insistió él, sujetando una goma negra del pelo entre los dientes y recogiéndose los largos rizos castaños entre los dedos. “Duerme más. Yo vengo de noche”

“¿De noche?” Louis parpadeó. ¿Sin Harry? No sabría describir lo que sentía, pero había una vaga sensación de decepción, miedo, inseguridad, confusión… “¿No vienes… no vienes hasta que se haga de noche?”

Harry se acabó de atar el pelo y asintió.

“Trabajo” repitió, y ahora parecía sinceramente preocupado “Nadie te toca” dijo con más firmeza, liándose ligeramente con su propia lengua en el proceso “Si alguien quiere tocarte, habla a Niall. Ningún alfa te toca, ¿sí?”

Louis parpadeó.

“Y-Yo…”

“Estoy tarde” Harry se metió en una camisa blanca, una corbata y la chaqueta de un traje negro que tenía pinta de costar más que toda su casa. “Pide a Niall lo que necesitas, ¿sí?”

Sonrió con timidez.

“Sí” respondió, y él le devolvió la sonrisa con facilidad, poniéndose uno a uno los anillos que había dejado sobre el tocador antes de irse.

Louis se quedó todavía más desconcertado cuando se marchó. Pensaba que se relajaría al quedarse solo y tranquilo, pero ahora le faltaba el calor de su cuerpo en la cama; empezó a tiritar antes de darse cuenta, y se acurrucó de nuevo bajo las mantas. Se le cerraban los ojos; había pasado la noche prácticamente en vela, y la cama era muy cómoda y fuera hacía frío…

Lo despertaron unos golpecitos tímidos en la puerta; se irguió en la cama, frotándose los ojos, y tardó un buen rato en darse cuenta de dónde estaba. Tragó saliva, pero no le dio tiempo a responder antes de que la puerta se abriese y apareciese la cabeza de un joven rubio de aspecto avergonzado.

“¿Se puede?”

Louis se sentó en la cama al instante, aliviado de oír su propio idioma hablado con esa naturalidad.

“Sí” dijo en voz baja, sintiéndose enrojecer cuando entró. Era de hombros anchos, delgado y no demasiado alto, con los ojos de un azul aguado y el rostro pálido salpicado de pecas. Llevaba una simple sudadera gris oscuro con pantalones negros sencillos, y transportaba un montoncito de ropa doblada en los brazos, que acarreaba con cierta dificultad y que dejó en una de las butacas más cercanas a la puerta. Louis inhaló con ansiedad, pero no olía a nada. O era beta, o tomaba pastillas para controlar las feromonas realmente eficaces.

Братва (Bratva)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora