Segunda parte de Mio (dominación).
Con cachorros fugitivos, comidas extravagantes, muchos fetiches. Yoongi siendo el mejor Dom de la historia.
Un esperado e inesperado final no tan final.
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Había tres sillas libres a lo largo de la pared en un pasillo aleatorio del Seúl Hospital, pero Seokjin se sentó en el suelo de todos modos, al lado de una maceta alta, con las rodillas dobladas contra el pecho. Sorbió la nariz, frunciendo el ceño ante la estúpida pantalla de su tonto teléfono, cuando una vez más no pudo completar el nivel 99.
Notó fuertes pasos acercándose, y un par de zapatos negros pulidos deteniéndose justo frente a él, pero no levantó la vista.
Yoongi extendió su mano, su rostro serio.
-Levántate y dame tu teléfono.
Los ojos de Seokjin parpadearon nerviosamente por un momento, pero mantuvo la cabeza baja.
-Por qué- escupió su respuesta desafiante, luego volvió a olisquear su nariz.
Una risa oscura resonó desde lo profundo del pecho de Yoongi.
-Mierda- no había necesidad de alzar la voz. Su tono dejó en claro que no se toleraría más disidencia.
Seokjin lo sabía, y todavía frunció el ceño a su teléfono durante 12 segundos, sintiendo el calor en la cara y los oídos, antes de que murmurara algo ininteligible y se pusiera de pie, con las manos apretadas a puños a los costados.
Yoongi dio un paso adelante, lentamente.
-Teléfono.
Seokjin ensanchó sus fosas nasales, mirando un punto al azar en el suelo, luego puso el teléfono en la mano de Yoongi.
Yoongi lo guardó en el bolsillo de la chaqueta.
-Te lo dije antes de salir, tenemos que darnos prisa porque tengo una jodida conferencia telefónica importante. Entonces, tal vez te importe explicar por qué te sientas aquí y juegas el jodido Candy Crush, a pesar de que estás bajo un jodido castigo, y me haces buscar tu culo irrespetuoso durante casi veinte minutos.
Seokjin deseó que la capucha de su suéter holgado le proporcionara más espacio para ocultar su rostro. Pero no fue así, así que mantuvo la mirada baja, encogiéndose de hombros.
Un dedo se levantó en una advertencia silenciosa.
Seokjin exhaló profundamente por la nariz, murmurando con voz enojada.
-Te dije que no quería venir.
-Y te dije, es una cortesía común visitar a amigos y colegas en el hospital. También te dije que venías, porque yo lo digo.
-No es mi amigo.
-Aún así haces lo que te digo.
Seokjin sintió náuseas. El calor le hervía en el estómago, lo que hacía difícil respirar o hablar, y la respuesta que dio fue casi demasiado silenciosa para ser escuchada.
