Capítulo 4

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ARIS

Obviamente había destruido su estudio en algún punto de la fatal destrucción de su mansión, realmente me sorprendía que la biblioteca hubiera sido el único lugar que había sobrevivido a tremendo despliego de estupidez y furia, pero era enorme, llena de libros que parecían ser los únicos objetos que habían sido limpiados con magia en los últimos años. Y ahí estábamos los dos, opuestos uno al otro, yo arrebujada en un sillón devorando el segundo libro en el día y él metido en papeles, un mapa de Prythian donde había colocado tótems y números y una batalla de miradas que yo continué al mirar desde el borde del libro que tenía en mis manos para verlo según muy interesado en sus asuntos para bajarla a la lectura que quería reanudar, pero que mi cabeza no me daba mucho para pensar en los personajes que iban a su muerte triunfal cuando sentí esos ojos verdes al otro lado de la habitación sobre mí como si susurrase mi nombre desde el momento que se lo dije la noche anterior cuando llegara de la asamblea con los altos lords, ordenase las luces de la mansión encenderse y mirar la destrucción, pero ya no la suciedad, ver que había muebles desvencijados o sacados de algunos de los cuartos menos destruidos y acomodados para poder recibirlo, para hacer uso del comedor, de las salitas alrededor de los espacios y ella bajando con rapidez por las escaleras que crujían bajo su peso, pero que por saltos logró llegar hasta la planta baja para saludarlo y dejar caer el saco en el piso con la boca abierta y preguntarle simplemente su nombre.

-Aris-le había respondido simplemente y antes de que él pudiera decirle algo había señalado el saco- ¿Para mí?

Tamlin me había asentido con una media sonrisa y frunciendo un poco el ceño como si le hubiera arruinado un momento de lucidez. -Casi todo es para ti, pero cuidado con la caja de hasta abajo, son bálsamos para tus heridas.

Y como una infante en su cumpleaños fui a ver todo lo que había traído fuera de la ciudad a la que había ido por dos días en que traté de que sintiera un calor en esa casa maldita.

Así que aquí nos encontrábamos esta tarde, en una guerra de miradas con todo por decir y nada que pronunciar hasta que dijo él una maldición por lo bajo aventando uno de los papeles que había examinado los últimos minutos, la punta de sus garras que salieron entre sus nudillos raspando la mesa frente a él.

-¿Todo bien?-pregunté sin despegar la vista de mi libro.

-No es de tu incumbencia.

-Lo es cuando la única mesa decente de toda la mansión está a punto de ser marcada por tus garras, Tamlin.- él chasqueó la lengua para suspirar después de oír su nombre. Cerré el libro y lo miré-¿Qué sucede?

-La Corte Noche sigue insistiendo en que las fuerzas de Tarquin ya no son suficientes para contener los alborotos creados por los rebeldes humanos comandados en secreto por las reinas que Vassa no logra controlar por la maldición que juega en su contra y quiere entrar en mis territorios para hacerse cargo, prefiero que el caldero succione ambos reinos antes que sus brutos illyrianos entren en mis fronteras con carta blanca. Además, tengo a Beron sobre de mí en la frontera norte con Otoño merodeando como la hiena maldita retorcida que es para apropiarse con parte de las tierras que creyó obtendría del reino humano, pero que por el Nuevo Tratado no pudo conseguir y cree que ya no tengo fuerzas o ganas suficientes para defenderlas...no tengo aliados, no tengo hombres, centinelas, no tengo pueblo que crea en mí como para ayudarme a seguir patrullando y defendiendo las fronteras.

Guardé silencio ante lo que veía en sus ojos, un velo de lo que alguna vez había sido un fuerte y orgulloso alto lord de Prythian al que el destino y el amor habían jugado en su contra, sin mencionar la obsesión por algo que ya no podía tener porque nunca había sido suyo. ¡Claro que conocía las catástrofes de la Corte Primavera! Todos los que sobrevivieron a esa guerra lo habían hecho y yo más que ninguno...pero apagué los susurros de esas palabras que me habían avisado para concentrarme en el ahora y su problema. Me acerqué a él hasta llegar a sus papeles y me senté sobre de la mesa mirándolo con fuerza y después al mapa viendo los estandartes que tenía plasmados sobre el que mostraba por completo su territorio:

Una Corte de Sombras y SolsticiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora