TAMLIN
Definitivamente tenía que ser una pesadilla, podía tener dudas, obscuridad y arrepentimiento de muchas acciones de mi pasado, pero jamás eso podía ser cierto. Tenía que ser una pesadilla y una realmente muy obscura, no podía ser la realidad aunque mis ojos habían despertado a esa realidad donde Amarantha estaba desnuda junto a mí en su corte Bajo la Montaña.
Mis manos se separaron de su cintura como si hubieran estado sobre fuego, mis dedos querían o parecían saber que había una piel que buscaban acariciar, una piel apenas descubierta, que encajaba en mi tacto, conmigo, pero, ¿de quién era? Amarantha con sus ojos llenos de frialdad volteó a verme y sí, realmente esto tenía que ser una pesadilla, no tenía recolección de que esto fuera cierto, que hubiera ganado algo con acostarme con ella. La satisfacción de su mirada al verme por fin en su lecho pudo llegarme hasta mi corazón de piedra y hacerlo endurecer aún más por la repulsión que me llegó al instante...pero mi corazón, fue como oler cítricos en el ambiente, flores y hojas bajo...¿la nieve?
Pero el tacto en las sábanas era real, los detalles demasiado profundos para que no fuera cierto y Amarantha salió de la cama, poniéndose una bata y mirándome con una risa maliciosa dijo entre dientes filosos:
-Amanecer de tu tercera prueba, Tamlin, no me falles querido o romperé tu corte en dos e incluso desmembraré a Lucien como tributo a tu derrota- se acercó a besarme y yo volteé el rostro hasta que ella, clavándome las uñas en las mejillas para voltear la a ver hasta que me lamió los labios y me besó con fuerza, con su urgencia de ser su trofeo. Forcejeé mordiendo su labio interior y tratando de arrancarle la lengua, hasta que ella me golpeó las costillas y me arrojó al otro lado de la habitación.
-Compórtate, que soy tu amante. Voy a quebrarte y terminarás el trabajo que te he encomendado con esta prueba o que sufra la Corte Primavera
-No eres...nunca fuiste mi amante-le dije, sabiendo que eso era cierto-No soy tu pareja,Amarantha.
-¿Y quién lo es? ¿Esa humana que tomaste por ser la que crees romperá la maldición de tu pueblo y que yo mantengo presa?¿Qué mierda es esto? Miré alrededor alarmado, Amarantha tomó eso como una debilidad, se rio de mí, mandó a traer dos de sus criaturas exigiéndoles que me preparasen para la prueba. Pero no, esto no podía ser estar despertando de una pesadilla, ésta y en estos momentos debería de serlo, nunca había estado en la habitación de Amarantha, pero los detalles estaban tan exquisitamente hechos que parecían decirme que lo que viese antes de abrir mis ojos había sido el sueño y esta era la realidad. Traté de deshacerme de los monstruos e ir a explorar, pero me amordazaron, mi magia menguaba como sabía siempre lo había hecho Bajo la Montaña y me vistieron con mi casaca verde y de hilo de oro como el Alto Lord que era, mirándome al espejo para ver que estaba ahí y ahora, pero no, yo no había sentido nada cuando mencionase indirectamente ella a Feyre. ¿Qué carajos estaba sucediendo?
Los tambores que bien conocía retumbaron en los pasillos por los que me llevaban, rocosos y llenos de podredumbre como eran...como creía los recordaba. Oí gritos de alguien siendo torturado y en lo que los secuaces de la perra desgraciada reían, saqué mis garras y con mi fuerza batallé contra ellos, matándolos al instante al arrancarles los instentinos de sus cuerpos. Corrí como desquiciado, todo era igual cada detalle, el olor, la penumbra, el lugar de las antorchas, todo lo había memorizado por si teníamos que huir...¿quién? ¿Feyre y yo?...ése nombre sabía a cenizas en mi mente y me causaba repulsión de decirlo en mi mente, remordimiento y una extraña satisfacción de haber superado lo enfermizo de la relación que me había llevado hasta ahí...de vuelta o, ¿acaso podría ser que nunca hubiera dejado Bajo la Montaña?
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Una Corte de Sombras y Solsticios
FanfictionCinco años han pasado desde la guerra contra Hybern. Tamlin tiene una corte en ruinas que no piensa recuperar y vive sumido en la culpa y melancolía de sus actos. Solo, desdichado, una bestia enjaulada en sus demonios, espera la muerte, hasta que Ar...