TAMLIN
Miraba la mesa del comedor repleta de papeles, no había forma que acabara todos los pendientes a tiempo este día, entre la nueva modalidad de los impuestos en toda la extensión de mis tierras, el cambio de leyes y los planos de la reconstrucción de la mansión, la enorme mesa que había hecho construir para trabajar en la planta baja quedaba completamente atiborrada de trabajo. La brisa era reconfortante, venía de todas partes de la mansión que ahora permanecía siempre abierta, desde las puertas principales hasta las ventanas, la reconstrucción aún no terminaba de encajar para la demolición, pero al menos estaban terminando la remodelación de los aspectos que iban a quedar intactos. Solamente que ahora la mansión no se cerraba, tenía un espíritu libre en casa que oía reír con ganas desde la cocina donde sabía se encontraba ella y que podía suceder que en segundos decidiera salir a bailar un rato a los terrenos o un poco más allá, había utilizado mi magia para agrandar un poco más la cocina sabiendo que la nueva sería descomunal ya que era su lugar favorito de la mansión si no era estar en el exterior. Las doncellas se reían con ella, los sirvientes y los centinelas lo hacían a su vez creyendo que no me daba cuenta, su poder hacía que muchos, de por si sí podían oírla por ser altos fae, el susurro de lo que decía les llegaba a todos y reían, la admiraban y era muy querida aquí dentro de la corte que pronto iba creciendo conforme las semanas pasaban, y en todos los pueblos aledaños que visitaba o hacia resurgir de los recuerdos de la tierra para seguir recibiendo habitantes en oleadas de los murmullos que todo estaba cambiando en mis tierras. ¡Y lo hacían! No todo lo que estaba proponiendo era de mi total agrado, pero había cedido a ello, no eran ideas malas, pero me costaba un poco de trabajo entenderlas, aunque era Aris quien las propusiera, aunque era eso exactamente lo que me hacía pensar que valían la pena. Habíamos extinguido el diezmo, las leyes estaban siendo nuevamente escritas para todos los territorios, los preparativos del Solsticio de invierno que sería casi dentro de un mes a la fecha había cambiado de cede por propuesta de ella, pero el bullicio, las risas, la tranquilidad de mi pueblo, extrañamente había olvidado cuanto amaba eso de mi corte, además que del amor y la felicidad que parecía ella brindarles, el nuevo verdor intenso del poder entrelazado de nosotros sobre el territorio, las plantas, las flores, el ambiente, todo se sentía y estaba siendo el atractivo para volver a habitar estas tierras y que me animase en medio de refunfuños y unas pequeñas peleas a ceder en esos cambios.
Sí, no era muy feliz con algunos, pero las risas de regocijo donde seguramente la harina sería el tema de juego, la relajación de mis súbditos de tener ése tipo de color en esta mansión que se había vuelto un mausoleo, realmente animaban los espíritus y no podría deshacer nunca esos cambios sin sentir que yo moría por hacerlo. Simplemente de oírla reír, mi corazón daba tumbos, su latir se había vuelto ya algo que comprendía y agradecía tener en mi vida, como ella, como mi pareja. Me la imaginé llena de harina haciendo sus bollos de distintos platillos que hacía en bandejas o los sirvientes se los hacían cada hora en un mínimo de cinco bandejas para que ella siempre estuviera comiendo, siempre distintos, dulces y salados, siempre comiendo sin saciar el hambre que la había acarreado por siglos y siglos. Pensamiento que borraba de mi mente al instante porque me enfurecía el creer las condiciones de la maldición que la había tenido encerrada. Miré el papel de las cuentas de los alimentos que llegaban a la mansión, había tenido que pedir dobles raciones de todos los ingredientes, en algunos casos triples, los números eran descomunales, pero podía costearlo completamente aun cuando ella se mostró temerosa de pedir y pedir más comida conforme fueron pasando los días hasta que le mencioné qué tan rico era y eso había calmado sus ansias; oír esa risa, cocinando y horneando la mayor parte del día, lo valía completo junto con todos esos planos de reconstrucción y remodelación que estaban en la mesa, en ellos estaba nuestro futuro.
Con esos pensamientos me encontraba cuando mis vellos de la nuca se crisparon y rugí por lo bajo como amenaza ante el invitado que aparecía en mis terrenos, su poder y olor eran demasiado conocidos y aberrantes que no podía pasar desapercibido, Lucien apareció a pasos de mí tan rápido como seguramente había sentido que Rhysand, Alto Lord de la Corte Noche, hacia su entrada triunfal con sus manos abiertas de par en par como las puertas de entrada. ¡Maldita sea que no estuvieran cerradas! Rhys miró primero a Lucien con un gesto de saludo, entrecerré los ojos, sabía bien que mi amigo era bienvenido en su corte, incluso tenía una casa en ella para estar siempre atento de su pareja que añoraba en silencio, en la lejanía de sus viajes fugaces hacia allá que poco tenía que pedirme permiso, pero que hacía con bastante regularidad aún cuando su pareja lo había rechazado por el amor que había crecido por el Cantor de Sombras illyriano que la había sacado del sopor de su miseria años atrás. Poco hablaba de eso, pero sabía el dolor que le causaría por el resto de sus días, no imaginaba mi vida sin Aris y mucho menos saber que ella y nuestro lazo existiera para irse simplemente con alguien más. Creo que tenía que darle una noche de copas a Lucien más seguido para que se desahogara entre su conflicto existencial y el amor secreto que tenía con Vassa o no tenía o sentía o peleaba contra Jurian, sí, un embrollo de amores y lazos de apareamiento así se necesitaba noches enteras de copas y confianza, lo pondría en los pendientes junto con los de la mesa para resolver pronto.
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Una Corte de Sombras y Solsticios
FanfictionCinco años han pasado desde la guerra contra Hybern. Tamlin tiene una corte en ruinas que no piensa recuperar y vive sumido en la culpa y melancolía de sus actos. Solo, desdichado, una bestia enjaulada en sus demonios, espera la muerte, hasta que Ar...