Day VI: Cooking for him

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La pequeña flama del horno se prendió al instante. Los ojos de la menor estaban rojos de tanto llorar pero prefirió desahogarse con la masa, apoyándose y combinando dicha harina endurecida con sus lágrimas en pocas ocasiones. ¿Qué había pasado? ¿No era obvio? Sus tías le habían gritado y causado un ataque, provocando que ella rompiera todos los vidrios de su casa e incluso tirara por la ventana el televisor y todo esto en unos minutos. Sus tías al percatarse de esto, se miraron entre sí y salieron a comprar las cosas rotas, aunque Blue le pidió que hiciera un pastel para cuando ellas llegaran.

El corazón y la voz de Spinel colgaba de un hilo. Cansada y podrida de sentir emociones inútiles y tomarse en serio las cosas. ¿Se estaba obsesionando? Lo único en lo que podía pensar era en lo que Connie le estaría diciendo, acariciando su espalda y de vez en cuando el cabello para que dejara de llorar, o tomarla de las muñecas para detener sus tendencias destructivas. Todo esto para recomponerla. Para recomponerse a sí misma.

—Bien... Llamaré a Connie —prendió su celular y buscó su contacto, hasta que un anuncio de un bizcocho le saltó. Era un video de cómo hacer bizcocho relleno. Y ahí sus planes de hacer un pastel se arruinaron, juntó todos los ingredientes, preparada mentalmente para cocinarle algo a su amado. Su emoción y determinación había surgido nuevamente, parecía que no había ocurrido nada de sus ataques, el regaño o la suspensión del profesor. Todo esto la inquietaba. Bueno, la inquietó. Ahora las cosas eran distintas. Estaba haciéndole un bizcocho relleno a su amado.

Se dedicó a agarrar el vol y agarró un huevo, partiéndolo y observando cómo las cáscaras se separaban, finalizando en la yema. No se había percatado en que Connie y ella habían estado distantes. ¿Acaso se estaba alejando de la única persona que decidió ayudarla en todo este tiempo, por un chico? Era ridículo si se le decía así, pero era cierto. Spinel quería creer que estaba enamorada, no había otra cosa donde su curiosidad se haya metido. Incluso llegó a comparar sus signos zodiacales para comprobar qué sucedía o si tenían química ellos dos, aunque como toda página le iba a dar la razón e ilusionarla. A pesar de su seriedad, las palabras que le decía a Steven eran sinceras, él era una ilusión de chico perfecto. Cuántas cosas puede pensar mientras observa la yema caer.

Colocó azúcar y aplanó los labios. Extrañamente a veces podía imaginarse el sabor o el olor de este. Se dirigió al cajón para fijarse y buscar un sobre de azúcar vainillado y así tirarlo al vol. Comenzó a mezclar sus sentimientos y emociones, revolviendo en el vol. ¿Por qué la habían regañado? ¿O mejor dicho por qué no le importaba? Tras su madre haberla abandonado había adquirido siquiera un sentimiento en concreto relacionado con el amor o sus ganas de expresarlo. Le echó sal. La sal era fría, si te pasabas quedaría asquerosa, quizás llega a ser como ella. Finalmente le echó la harina, respirando por la boca y soltando así un suave suspiro. Volvió a revolver. Ella era consciente de lo que pasaba, llegó a dudar un poco, ¿y si no estaba enamorada? No, está haciendo todo lo que hace una enamorada, le está realizando un bizcocho para Steven.

Virtió la leche con cuidado y parpadeó, volvió a revolver con cuidado. La cocina siempre le dio bien a ella, uno de sus primeros intereses era cocinar, yendo a talleres y aprendiendo a hacer varios postres.

Al finalizar de revolver, colocó el vol en una cacerola y lo puso a fuego medio alto, continuando la acción de revolver. Al quedar espesa, le agregó manteca y continuó revolviendo. Tapó la cacerola al finalizar la crema y caminó para agarrar otro vol con cuidado, rompiendo los huevos, añadió azúcar y una pizca de sal. Volvió a revolver suspirando.

Recordó: Connie quería decirle algo pero le dijo que lo olvidara, ¿ahora qué? ¿Lo olvidaría en realidad? La curiosidad comenzaba a consumirla. Agarró su celular y decidió llamarla. Al contestar en los siguientes cuatro tonos, añadió la leche.

—¿Hola? ¿Qué sucede, Spinel? —su voz se notaba quebrada, como si estuviera llorando.

—¿Qué querías decirme el otro día? —habló con naturalidad y desinterés. Añadió aceite y esperó la respuesta en ese inquietante silencio.

—¿Qué?

—Connie, lo que querías decirme el otro día y querías que lo olvida——fue interrumpida por escuchar un sollozo de la morena —uh... —recordó todas esas veces donde Connie le preguntaba si estaba bien y la consolaba —... ¿Estás bien?

—¡¿Tú qué crees?! —chilló. Mezcló lo que tenía en el vol y miró un cuadro donde estaba su madre y ella.

—Que no, obviamente. ¿Qué pasó?

—Jeff terminó conmigo —volvió a sollozar. La incomodidad de la muchacha hacia el tema de conversación apareció.

—Ah, bueno, felicidades.

—¡¿Como que “felicidades”?! —chilló. La rosada hizo una mueca. A veces Connie parecía una rata —¡eres una idiota!

—Pero si varias veces te quejabas de él.

—¡Pero yo lo amé!

—¿Y por qué ahora no?

—¿Qué? ¿De qué hablas...?

—Usaste un pretérito perfecto, ¿por qué ahora no? —repitió.

—Le dije que me gustaba alguien más... —arrastró con un hilo de voz.

—¿Quién?

—No te puedo decir.

—¿Por qué no?

—Porque es un secreto —susurró. Spinel se detuvo y miró la pantalla donde aparecía el contacto de la morena. Bufó y fue a por un limón, para así rallarlo y ponerlo en la mezcla.

—Bien —le restó importancia.

—¿No te da curiosidad?

—Sí, pero lo entiendo.

—¿En serio?

—Claro, yo comparto un secreto con Steven —Connie produjo un ruido de disconformidad.

—Oh, claro —ralló la cáscara del limón con tranquilidad —me tengo que ir.

—Bue——la llamada fue cortada de repente. La muchacha miró el teléfono, incrédula. Spinel era la que usualmente cortaba la llamada. Agarró harina y le colocó polvo de hornear y tamizó la harina en la mezcla. —Connie está rara —habló en voz alta —y ella suele contestar mis preguntas... Incluso las que no quiere —mezcló lo que había en el vol —ella rompió nuestra promesa: nada de secretos... —al finalizar de mezclar, agarró el molde y lo forró con papel para hornear y lo unta con manteca. Virtió la masa dentro entre dientes e insultos tontos. Y en el centro virtió la crema pastelera que había hecho anteriormente. La metió en el horno y se cruzó de brazos, esperando 40 minutos entre sus pensamientos.

Al finalizar los 40 minutos, lo sacó del horno y esperó a que se enfriara. Al ocurrir esto, mezcló azúcar impalpable con zumo de limón. Y cubrió el pastel con dicha mezcla.

Suspiró cansada y se quitó los guantes, cortando y colocando en un tupper el pastel.

¿Acaso Steven era un problema para su relación con Connie?

Autismo | Stevnel [Remasterizado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora