CAPÍTULO 17: san Esteban. Segunda parte.

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Estaba en la celda de un calabozo, acompañada por una prostituta que no paraba de mirarme. Me encontraba en el suelo, apoyada contra la pared, evitando establecer contacto visual con ella. Al fondo del pasillo apareció un señor trajeado. Se acercó y me advirtió:

-¿Sabe usted señorita lo grave que es tocarle el arma a un agente de la ley?

-¿Más que matar a sangre fría a una mujer desarmada?

-Por favor, eso ya no era una mujer. Era un simple mutante que merecía morir. Digamos que si se abre fuego contra uno de estos nuevos seres es considerado defensa propia.

Aquel señor podía sentirse agradecido por no haber estado yo al otro lado de los barrotes, habría hecho que se fusionaran con su cara.

-Señor, ella no era una mutante. Ella era la doctora que encontró en un tiempo asombrosamente corto la cura contra en virus zombi –aclaré hablando con mi alma enfurecida.

Me miró con una sonrisa mezquina.

-Para lo que a mí respecta, fue la doctora Chen quien llevó el mando en todo momento durante la creación del medicamento final. Y además, fueron nuestros médicos coreanos quiénes la ayudaron y le proporcionaron todo aquello que necesitaba. Todo el mundo sabe que tu querida hermanita, que fue transformada antes de su muerte, tan solo aportó su cara bonita con la que los sujetos de prueba del experimento estaban familiarizados.

-Eso es mentira –afirmé mientras me levantaba.

-Esa es la realidad que hemos contado en los medios y la que nunca cambiará. Así nadie se alzará contra la policía surcoreana.

-Mi hermana dio con la clave, los médicos son testigos –dije agarrando dos barrotes y colocando mi cara entre ellos, tosí de nuevo.

El dolor volvió. Aquel dolor que pensé que me mataría. Sentía rabia hacia lo que me estaba contando aquel señor. Apretaba los dientes para evitar gritarle.

-Sabes niña, no hay ningún doctor en este país que no se pueda callar con un poco de dinero.

-¿Y Lisa? Ella tiene mucho dinero, no se dejará sobornar.

-Tienes razón. A ella le ha bastado con prometerle que saldrías sana y salva de aquí lo antes posible. Enhorabuena, eres libre.

Le pidió al agente de guardia que abriese la puerta.

-Lo único que tienes que hacer es firmar un contrato de confidencialidad.

-No –dije colando mi mano entre los barrotes para tapar la cerradura.

-¿No? Vaya, sí que sois raritos los españoles.

-¿Ves la sangre que ha teñido mis pantalones de rojo? Es la sangre de una heroína y no me iré de aquí hasta que ustedes lo reconozcan al resto del mundo.

Volví a sentarme en el mismo lugar en el que estaba antes y de la misma manera.

-Chica, tienes agallas. Es una lástima que no te vayan a servir de nada –dijo la prostituta.

-Me da igual. Como si nos cae una bomba aquí también, tengo que intentarlo –contesté manteniendo mi vista al frente.

Pasé toda la en aquel zulo sin aire acondicionado, con la ropa aun mojada de agua de aquel riachuelo infernal. El diciembre arrasador coreano hizo que pensara por un momento que iba a morir de hipotermia.

A la mañana siguiente abrí los ojos lentamente y lo primero que vi fue el fondo del pasillo. Allí apareció un chico con muletas. Tardé de distinguir que era Seungmin. Sentí ganas de ir corriendo, pero preferí quedarme quieta, guardando las pocas fuerzas que tenía. Simplemente me incorporé para recibirle, no hice nada más por el malestar que tenía.

BIENVENIDOS AL FINAL DE MI MUNDO  |  Imagina Kim Seungmin y Stray KidsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora