Capítulo 26: Pasados incómodos

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Actualidad...

***Oliver***

—No tienes que hablar sobre esto aquí si no lo deseas... —digo viendo lo afectada que está Natalia—. No tienes que hablar del tema del todo, si no quieres.

—Qué más da... no tengo nada más que hacer, de todos modos. —Ella se levanta, caminando por el frío pasillo—. ¿Podemos caminar? Mientras te hablo de mí...

—Claro que podemos caminar, Natalia... —respondo levantándome junto a ella.

•—Empezar música—•

—La Ciudad Onírica, de donde vengo, es una ciudad alegre en el día, en general. Hay muchos vecindarios que son hermosos, con los jardines de las casas podados, con las calles sin basura, y con las casas pintadas de colores cálidos. —Natalia narra mientras sigue caminando un poco más delante de mí; supongo que será una manera de poder hablar más fácil de ciertos temas—. Sin embargo, no toda la ciudad es de esa manera...

» Existen también los vecindarios en donde la mierda abunda en la calle. Con mierda, no me refiero a caca, aunque a veces sí que la hay. Con mierda me refiero a las personas que abundan en ellos, a las situaciones despreciables, a los tratos hechos en la oscuridad, a la vergüenza que teníamos que afrontar día a día...

» Mis padres pertenecían a un estrato social que no era muy bueno que digamos. Ellos no quisieron hacerse cargo de mí cuando nací, evidentemente. Me encontraron tirada en un bote de basura, y me descubrieron gracias a que los mapaches estaban empezando a comer pedazos de mi carne.

—Natalia... —digo, dándome cuenta de una terrible realidad—. Lo siento mucho...

—No importa. —Ella sonrió—. Creo que ha pasado tanto tiempo, que no importa... además, creo que eso no me define. Esa no es la razón por la que estoy aquí, de todos modos. Las personas que me encontraron no podían hacerse cargo de mí tampoco... pero tuvieron cierta capacidad de reacción y la reflexión suficiente para hacer algo al respecto. Ellos me llevaron al Orfanato Seletcof.

» El orfanato era un lugar dirigido por sacerdotes y monjas, aunque estas casi no intervenían en las enseñanzas diarias de los niños y niñas que se encontraban en ese lugar. Crecí poco a poco, rodeada del evangelio.

» Una vez cumplidos los... ¿cinco años? Aproximadamente, llegó al orfanato un chico muy lindo, llamado Charlie. Charlie era un niño muy cálido, el más tierno que jamás había visto. Era regordete y con las mejillas rojizas. ¡Estaba enamorada de él!

» Nos hicimos amigos eventualmente, e íbamos a la escuela juntos. No recuerdo con exactitud, pero uno o dos años después, llegó al orfanato un niño con una energía completamente diferente. Tenía el cabello negro despeinado, era pálido como la nieve, flaco, con ojeras y una sonrisa nula. Su nombre... era Duke.

Natalia se detiene. Su voz se ha quebrantado. Caminamos por las escaleras, camino a su dormitorio.

—Entiendo... —comento intentando alivianar la tensión que le causa hablar de ello.

—Esto es algo de lo que no me siento cómoda hablar, Oliver... —las lágrimas se hacen presentes—. Pero... Charlie, Duke, yo... y el resto de los niños... nosotros éramos abusados por los adultos que se encontraban en el orfanato. Dejaré ese tema así, porque tampoco es la razón por la que me encuentro en este lugar...

—Malditos... —suspiré con dolor—. Eran niños...

—Pasaban los días y las noches, y Duke no abriría su boca. No vería a nadie a los ojos, no saludaría siquiera... y rechazaba a quien fuera que se acercara a él de inmediato. Sus ojos estaban impregnados de un profundo odio, una llama eterna se quemaba muy dentro de su ser, una llama que estaba siendo aún peor al ser abusado.

» Poco a poco intenté junto a Charlie a empezar a hablar con Duke. Al principio nos rechazaba de maneras horribles, lanzándonos comida, golpeándonos, gritándonos... su odio era cada vez peor. Intentó escapar algunas veces, pero al día siguiente lo traían de regreso.

» Al pasar el primer año, llegó una muchacha al orfanato. Su nombre era Laila. Tenía el cabello castaño, ojos color miel, y una sonrisa radiante que iluminaba a quien pasara por su camino. Laila sería la encargada de enseñarnos canciones cristianas... canciones que tengo en mi corazón hasta el día de hoy.

» Ella sería una externa a los adultos que nos manejaban... que nos manipulaban y agredían. Ella no se quedaba a dormir en las noches en el orfanato, aunque muy pocas veces lo hizo ya que se lo rogábamos.

» Laila irradiaba una energía extremadamente positiva. Con el don de la música conquistaba incluso hasta el alma más oscura... ella incluso logró que el pequeño Duke empezara a soltarse, causando ciertas sonrisas que se asomaban entre sus mejillas.

» Pasaron dos años aproximadamente, y Duke empezaba a ser mucho más amigable con nosotros. Se estaba empezando a mostrar amigo, y los lazos se estarían formando entre nosotros tres, siendo Laila el centro de nuestra luz.

» Charlie decidió dar un gran paso luego de cierto tiempo, pidiéndole a Laila que le enseñara a él y Duke a tocar la guitarra. Ella accedió con mucha felicidad, y llegaba en las tardes para nuevas lecciones. Esto empezó a reforzar la amistad entre los jóvenes amigos. ¿Yo? Yo me les unía, porque quería verlos, porque me sentía segura junto a Laila, porque era la única figura no agresora de la que nos rodeábamos.

» Sé que vienen preguntas a tu mente... "¿por qué no dijeron nada si los estaban abusando?" "¿Tan difícil era abrir la boca?" créeme que me martirizaba con esas preguntas luego de la experiencia, pero solo alguien en ese lugar sabe el verdadero terror que todo causa...

Las atrocidades seguían, y quedaba más de aquella historia...

Hospital psiquiátrico Lunezca (#2.5 ¡Ya disponible!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora