Phlox

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"El amor no se pide ni se exige. Debe tener la fuerza para llegar a la certeza, atrayendo en lugar de extraer."

Herman Hesse.

"El amor es un concepto intrigante. Es nada, y a la vez es todo. Y en esa infinita paradoja, estamos los dos. Tú y yo. Nosotros."

Lo esperó afuera de los dormitorios, sentada en el pórtico con una taza de té de flores que había preparado Yuyu.

La cadena de montañas que rodeaba Musutafu se erigía, colosal, en la lontananza. Los parajes de lustroso y vivaz verde se oscurecían por la puesta del sol, mientras la cima irradiaba luz áurea, obsequiando los últimos cálidos rayos anaranjados que acariciaban las superficies atestadas de transeúntes.

Estaba absorta en el paraje que se extendía ante ella, viéndolo con otros ojos desde percatarse de que estaba enamorada. Al parecer, el mundo adquiría una forma distinta cuando se tenía el corazón embargado de cariño.

Divisó la silueta fulgurosa de Tamaki, caminando a contraluz. Una sonrisa le viajó a los labios y la exaltación le cimbró en todas sus terminales nerviosas. Aun así, consiguió mantenerse serena hasta que él terminara de cortar los metros que los separaban.

Se vieron unos segundos, hasta que Amajiki tuvo que bajar la mirada, considerando ir a esconderse a algún lado porque, a pesar de sentirse listo, era realmente difícil estarlo. Ante su reticencia, ella se levantó y caminó hasta él con esa brillante sonrisa que le robaba el aliento.

—¿Qué traes tras la espalda? —preguntó, intentando ver a la par que él la esquivaba.

—Es-espera... —pidió, a lo que ella se detuvo de inmediato.

El arrebol que se pintaba en sus mejillas le hacía competencia fácilmente al del ocaso, y se preguntó si podría conseguir que él siempre mostrara esa expresión frente a ella. Porque era adorable, y eso la llenaba de gozo.

—Yo... Lo siento por no haberte hablado directamente...

—Eso no importa ahora.

—Sí importa. Tenía tanto miedo de lo que pudieras pensar de mí, que jamás consideré la incertidumbre que pudiera provocarte recibir flores de repente.

—Bueno, iba a pensar que eras genial, cosa que aún sostengo. —Se frotó la barbilla—. Y también me hubieras puesto en un gran aprieto porque no estaba segura de mis sentimientos hacia ti, aunque eso es mayormente porque no conocía tus sentimientos. Aunque lo que sí me impresiona es tu capacidad para mantenerte sereno frente a mí con todo lo que te traías entre manos.

—No fue tan difícil... —susurró—. Quiero decir, es fácil despistarte. ¡No lo digo como una ofensa! Es solo que suelen subestimarme.

—Que conste que yo siempre te tuve como sospechoso. Todos eran culpables hasta demostrar lo contrario. —Rio, y a él se le estrujó el corazón ante el coro de ángeles que hacía eco en sus oídos.

—Eso me sorprendió... Pero ¿cuándo empezaste a sospechar realmente de mí?

—Con el cornejo porque admirar las habilidades sociales de alguien es muy delator —rascó su mejilla—, pero luego la pulmonaria fue un distractor terrible. En serio me hiciste creer que se trataba del pobre Midoriya...

—Elegí la pulmonaria después de ver tu encuentro con él; aunque te la iba a regalar luego —asintió—. Era divertido verte un poco desconcertada. —Esgrimió una sonrisa culpable.

—¡Qué sádico! Empiezas a mostrar tus verdaderos colores, ¿eh? ¡Oh! Pero ¿por qué Yaoyorozu? Hubiera sido más lógico que se tratara de Kirishima; eso sí me hizo repasar a todos los chicos de primero.

Flores para días hermosos || BnHA x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora