Capitulo 11

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Yeisson se encontraba entre la espada y la pared. No sabía qué hacer con tanto drama. No podía entenderlo. Ni su novia era tan dramática.

Mientras esperaba que Saúl dejara de llorar, Yeisson se dio cuenta de que las ventanas cerradas del carro estaban empañadas. Y que dentro se sentía como en un sauna, el cabello de Saúl estaba empapado. Se lo peinó con los dedos y se reclinó para agarrar la botella de agua que estaba en el piso del auto. Se lo dio a su bebé:

—Querías awa ¿no?

Y funcionó porque Saúl dejó de chillar y bebió un poco. —Gracias —dijo al final. Intentó guardar la botella pero Yeisson lo agarró y se lo echó encima suyo mojando incluso a Saúl.

—¿Qué?... hace calor —se disculpó al ver la cara de reproche de Saúl.

—Pero ya no tenemos agua —le dijo comprobando que en efecto, no quedaba ni una gota de agua.

—Déjalo, además ya nos vamos.

Pero Saúl lo abrazó e hizo un ligero sonido de «chop», porque ambos estaban empapados. La playera de Yeisson se había transparentado y Saúl podía sentir en las mejillas los duros pectorales.

—No me quiero ir —le dijo mientras reflexionaba sobre lo que realmente quería hacer, ¿por qué tenía tanto miedo?, si al fin y al cabo era lo que siempre había querido hacer: coshar con Yeisson.

Pus dijiste que no querías. No voy a hacer nada que tú no quieras. Podemos intentarlo en otro momento, estamos juntos y tenemos todo el tiempo del mundo para...

No pudo terminar. Saúl le succionó el pezón por encima de la tela mojada. La lengua y los labios rosados aprisionaron aquella zona. Yeisson no perdió el tiempo y aun sin saber muy bien lo que estaba pasado, se levantó la playera para facilitarle el trabajo a su bebé.

Yeisson gemía de dolor porque Saúl le mordía los pezones, pasaba su lengua alrededor antes de chupar con lujuria. Pasaba de un pezón al otro desesperadamente, como si se fuesen a acabar, como si le costase la vida decidirse por uno solo. No quería dejar al otro huérfano y en desventaja. Y Yeisson estaba feliz de la vida:

—Siii... mmm... es tuyo bebé, cómetelo, cómetelo, aaah

—¿Te gusta así? —le decía Saúl entre balbuceos, como si tuviera meses de nacido.

—Si mi amor.

Saúl colocó la cara entre los pectorales y Yeisson las apretó con las manos mientras el otro succionaba, lamia y mordía con desesperación mientras también gemía. Una sinfonía lujuriosa que casi podía escucharse desde fuera del auto, aun con las ventanillas cerradas. Todo se volvió a empañar en unos instantes.

Las Consecuencias Del Gimnasio | NoNosCortes | YAOI YeisaúlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora