4.- Fuck me again

10K 405 72
                                    

Los ojos fríos y vacíos de Joel viajaban por todo el lugar, su dedo repicaba sobre la madera marrón de la mesa, queriendo acelerar el tiempo con cada mínimo golpe que le daba a aquel mueble. Se removió aún más incómodo, esperando.

Veía a su chico sin camisa siendo examinado por el doctor, mientras él simplemente esperaba frente al escritorio.

Llevó a Colón al médico luego de que el menor se halla levantado con un malestar en el estómago, y como el instinto protector del castaño pudo más que todo, condujo con velocidad por la carretera hasta el centro de atención médica.

Seguramente solo sería acidez o algo por el estilo, pero Joel siempre tenía que dramatizar todo.

–Bien, vístete –le dijo el doctor al ojiverde, quien asintió en silencio–. No es nada, puede estar tranquilo Señor Pimentel, su pareja está completamente sana –sonrió sentándose en su silla. Erick volteó los ojos con desacuerdo, él no era la pareja de ese hombre. El mayor hizo una mueca de enojo, creía que el doctor se tomaba todo a la ligera, pero no comentó nada, solamente agradeció y se llevó consigo a su chico.

Caminaron con lentitud al auto, se subieron a este y nuevamente se encontraron en la ruta.

A los diez minutos, el menor notó que no era el camino hacia la casa del castaño, sino hacia su empresa.

–¿Qué haces? Me prometiste que hoy podría ir con los chicos al parque de diversiones –hizo un mohín con sus labios, cruzándose de brazos.

–Cambio de planes –fue lo único que dijo, con la mirada en la ruta.

–¿Cambio de planes? Claro, tú puedes elegir qué hacer y que no, y yo absolutamente tengo que hacerlo, genial –bufó apoyando su cabeza la ventanilla del auto, mirando hacia afuera.

–Te cuidaré por si te duele el estómago otra vez –se excusó, estacionando el auto en su lugar reservado, junto al de su padre, el cual estaba ocupado por el precioso Camaro rojo mate.

–¿Estás de chiste? Ambos escuchamos decir al doctor que no tenía nada –se quitó el cinturón, bajando del auto. El mayor lo siguió rápidamente, tomando con fuerza de su mano, atrayéndolo a su cuerpo.

–Ese viejo no sabe nada –gruñó, llevando al chico casi a arrastras hacia adentro del edificio, sin saludar a nadie, yendo directo al ascensor.

Mark, el padre del mayor, se cruzó frente a ellos con una sonrisa, asintiendo en manera de saludo, yéndose por el pasillo.

–Solo digo que sería bastante bueno que los dos cumplamos la parte del trato, yo ya lo hice, ahora solo faltas tú –Pimentel rodó los ojos, sabiendo que el menor era demasiado terco y atrevido.

–Es un no y punto, ¿bien? –abrió la puerta de su oficina, pasando primero, escuchando al otro quejarse.

–No, no está para nada bien –se dejó caer en el sofá, mirando de reojo al castaño, quien se acomodaba la corbata y miraba el papeleo sobre su escritorio–. Al menos déjame ir a la cafetería para comprar algo de desayuno, muero de hambre –bufó, chasqueando la lengua.

–Claro que no irás, ahora envío a alguien –dijo a lo natural, comenzando a leer esos contratos apilados.

–Soy un humano, ¿recuerdas? Se supone que un buen bienestar en la salud tiene que estar nuestros tres sectores en equilibrio; biológico, psicológico y social. ¿Acaso no estudiaste eso? Es segundo de secundaria. Y lo social, en mi caso, está por el suelo –se paró, caminó hasta la ventana. Abrió las cortinas y miró la gran ciudad en actividad–. Es tan aburrido estar aquí, contigo –suspiró caminando otra vez hacia el sillón, pero de paso tomando su teléfono celular el cual estaba en el escritorio del Daddy–. Le avisaré a los chicos que no iremos –habló al ver que el castaño ya se iba a parar para quitarle su móvil.

BAD DADDY | JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora