— ¿Cualquier cosa? — me preguntó, poniéndose frente a mi. Asentí, no iba a perder y lo sabía ¡Ryan es ryan! — Bien, llámalo — abrí los ojos — Llama a Ryan y pregúntale como esta la obra — insistió, entregándome su celular y cruzándose de brazos, con esa sonrisa de burla bailando en su rostro.
Marque el numero de mi hermano lentamente, solo esperaba que no se hubiera quedado dormido. El tono sonaba y sonaba y nadie contestaba al otro lado. Colgué y marque una segunda vez, nada. Christian me quito el teléfono y le puso el altavoz, marco el número y esperamos.
— ¡Qué! — gruño una voz al otro lado... somnolienta.
— Ey, Ryan — Christian sonrió victorioso — Dime ¿Cómo esta la obra? — pregunto, acercándose más al auricular y apoyándose contra la encimera.
— Esta obra es una mierda — Ryan susurro, supuse que mamá y papá estaban cerca — Y esos hombres con malla, me dan escalofríos — Chris no pudo soportar la risa.
— Gracias Ryan, ¿Por qué no podías simplemente llorar como lo haces con esas cosas? Ahora tendré que hacer lo que Chris me pida — Rodé mis ojos y resople enfurruñada.
— ¿_____? ¿Cómo que tendrás que hacer lo que te pida Christian? ¡Le pones un dedo encima y te mato! — Christian bufo y tomo el teléfono en sus manos.
— Nos vemos Ryan, y no te preocupes por _____, esta en buenas manos — Colgó después de escuchar un gruñido por parte de Ryan — Bien _____, vamos a la sala — hizo un gesto con su mano indicándome que pasara primero.
Caminamos hasta uno de los sofás dobles que había, Christian aun jugaba con el teléfono en sus manos y de repente hacía muecas chistosas. Yo solo pensaba en lo que me esperaba, Chris se estiro a lo largo del sofá y puso su cabeza en mi regazo y luego levanto el teléfono y sonrió de una forma que me dio miedo, me recordó a Joha.
— Ten, llama a Bieber — Mis ojos se abrieron por la sorpresa y Christian seguía sonriendo de esa forma – Dile...dile algo sucio — Chris mordió sus labios tratando de contener la risa. Yo estaba escuchando felizmente como caía la lluvia.
— ¿Sucio? — le pregunte, haciéndome la desentendida. Christian rodó sus ojos.
— Ya sabes, una de esa llamadas calientes — Oh mierda, mi cara ardía — Y le pones el altavoz, quiero escuchar lo que el maldito dice ¡Oh si que será divertido! — Exclamo sumamente entretenido, yo no le encontraba la gracia.
— Christian Beadles, yo no puedo hacer eso —alegué, apretando el teléfono entre mis manos. Christian me quito el teléfono y comenzó a marcar, luego puso el altavoz y volvió a colocar el teléfono en mis estáticas manos.
Hice lo primero que se me vino a la mente, colgué.