Capítulo 24.
Elocuencia.
"El arte de hablar de modo eficaz para deleitar o conmover".
Hailey se observó en el espejo empañado del baño; su reflejo estaba borroso, pero percibía claramente el desastre que era.
Suspiró. La camiseta gris de Kai le quedaba bastante amplia, pero los shorts eran otro extremo; le quedaban extremadamente grandes, tanto que tuvo que darle varias vueltas a los lazos para que se ajustaran. Ese había sido un pésimo día para no ponerse sujetador a causa de la blusa que se había puesto. Frunció el ceño, mirando si se notaban contra la camiseta.
Aunque sus pechos no eran los más enormes, tampoco eran pequeños; eran lo bastante grandes para que en la camiseta se marcaran sus pezones; pero daba igual. Esa desnudez no era nada comparada con los momentos más horribles en que Kai la había visto.
Y aunque le daba una terrible vergüenza, la hizo aún lado y abrió la puerta del baño, saliendo a la habitación de Kai; no había rastro de su ropa, ni del rubio. Sus pies tocaron la alfombra y deambuló alrededor del cuarto; logró ver unas pantuflas bajo la cama, por lo que decidió tomarlas prestadas; sus calcetines se habían ido junto a su ropa y le incomodaba usar tenis sin ellos.
Salió al pasillo, caminando hacia las escaleras en completo silencio. Bajó cada escalón con sumo cuidado, pues las pantuflas le quedaban muy grandes.
—¿Kai? —Llamó en voz alta cuando llegó al último escalón.
—¡Estoy en la cocina! —No supo si debía entrar por la puerta en la que lo había visto perderse o por el arco que estaba justo al lado; decidió que lo último sería la mejor opción.
Entró al comedor y miró que había una barra; tras de esta, Kai estaba preparando lo que parecía tés. Notó que justo donde terminaba la barra empezaba otro pasillo. Se preguntó a dónde iría.
—Iba a prepararte algo de comer, pero no he tenido oportunidad de ir a comprar víveres —le hizo señas para que se sentara en la barra—. Así que me tome la libertad de ordenar comida en una fonda qué hay por el vecindario. Te ordené caldo de pollo, ¿está bien?
—Sí, gracias —la cocina de Kai tenía los mismos tonos que la mayoría de la casa; grises, negros y blancos. Era lo opuesto a la casa de su abuela, donde los tonos blancos con verdes abundaban en su mayoría.
—Te preparé un té de de azahar —dejó una taza blanca frente a ella—. Es para los nervios.
Asintió y le dio un sorbo; le agradó el sabor del té, así que le dio un trago más largo.
El silencio de que los inundó fue agradable y tranquilizante.
Se encontró con los ojos del rubio que la estaba detallando con fijeza; sus ojos recorrieron su rostro con detalle y se sintió desnuda de alguna forma; y no fue la falta de ropa, porque estaba vestida, sino que Kai una vez más hubiese acudido a ella para salvarla de alguna forma... se sentía expuesta. Abierta para que él mirase dentro de ella libremente; ver si le gustaba lo que había en ella o no.
—¿Por qué has correspondido a todos mis besos? —La pregunta salió de sus labios sin que pudiera ser consiente de ella. La sorpresa se dibujó en el rostro de Kai.
—Vaya... —realmente lo había tomado por sorpresa—. No pensé que fueras a hacerme esa pregunta.
Le sonrió con timidez. No quería tener vergüenza con él.
—Voy a contestar tu pregunta con una condición.
—Mmm —iba a quejarse pero el celular de Kai los interrumpió.
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Hailey, ¿Podrás salvarme?
Romansa"Ella dijo que se iría, y se llevaría todo lo que fuese de ella, y en efecto, se fue y se llevó todas sus cosas, todo lo que era suyo. Se llevó todo. Y no me llevó a mí. Y yo era suyo". -J. Porcupine.