Capítulo 2: La negociación

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A partir de este momento todo se volvió un desmadre, estábamos temblando y dando voces. Los rehenes no dejaban de pedir comida y de molestar, así que les empecé a gritar como un descerebrado ya que obviamente no se la íbamos a dar. No solo porque no quisiéramos, que también, porque coño, éramos atracadores, no niñeras, sino que Horacio se había encargado de comérsela casi toda debido a su ansiedad. En realidad sabía que Horacio quería comerse otras cosas que no debía, así que le perdoné lo de la comida. Pablito empezó a insultar al supervergardiente, digo, superintendente, porque no nos daba lo que queríamos hasta el punto que tuve que calmarle a puñetazos para que se centrara.
Esto no podría ir peor, pensaréis, pues amigos lo fue, porque Segis empezó a hacer un baile sexy y el superintendente no pudo evitar mirar y parecía incómodo. Eso, sin saber por qué, me revolvió el estómago e intenté que Segis dejara de bailar dándole un par de puñetazos, lo que terminó con el superintendente soltándonos una ristra de insultos interminables que acabaron con Pablito diciendo:
-¿Ya se ha calmado usted, no era que tenía que cenar? 
Esta frase relajó un poco el ambiente y nos retiramos para reflexionar. Por el momento habíamos cambiado un rehén por una huida limpia y otro por que no tocaran el coche. Habíamos entregado al mayonesero y a un tío que vestía como los peaky blinders. Estábamos cada vez más nerviosos, pero teníamos que decidir qué íbamos a pedir por el Steve Jobs y por el desmayado, que había caído después de que Horacio le amenazara con comerle la verga si no le daba la cartera y la pistola. Segismundo sugirió quitar las motos, y Pablito el helicóptero. Empezaron una discusión en la que yo aproveché para mirar lo que estaba haciendo el superintendente. Este estaba hablando con sus agentes dado la vuelta. No pude evitar fijarme en lo marcados que tenía los hombros. Mientras observaba su espalda, se giró bruscamente, y no pude evitar alterarme aunque sabía que no me podía ver. ¿Por qué me sentía así? Este no era yo, jamás me había sentido atraído por un hombre pero el superintendente rompía todos mis esquemas y me hacía sentir de una manera que no podía describir. 

Escuché la voz de Segismundo gritando "¡Corbatitas, ya lo tenemos!" y nos acercamos hasta la puerta. Nunca me había fijado en la mano dura que tenía el gallego (ya os digo que seguro que también tenía algo más que estaba duro). Intentamos despertar al desmayado haciendo que oliera un poco de droga. Tengo que admitir que esta me afectó también a mí, porque sin pensarlo, le planté el culo en la cara. Mientras todos se reían, noté la mirada severa de Conway y de repente volví a la realidad. La verdad es que no sabía que me estaba mirando, pero tiene sentido porque soy irresistible y él lo sabe. Me levanté cuidadosamente mientras Conway gritaba:

-¡Es que no podemos negociar sin que hagais gilipolleces, capullos! ¡Estáis fatal de la chaveta!-

Todos nos callamos y Horacio dirigió su mirada hacia mí. Menos mal que no me podía ver, porque tenía la cara como un tomate. A partir de este momento, la negociación siguió sin obstáculos. Le entregamos al desmayado, que no habíamos conseguido despertar a pesar de nuestros esfuerzos, a cambio de que quitaran al francotirador y a los helicópteros. Ya teníamos casi todo hecho y teníamos a Rogelio esperando con una pedazo de furgo en el túnel para tirar abajo todos los coches y motos que vinieran por el camino. Al Steve Jobs le intentamos hacer pasar por vendedor de droga pero no coló, así que lo entregamos a cambio de un tiempo extra que nos darían desde que arrancáramos el coche y tocáramos el claxon. Ya estaba todo listo. Nos dimos un último abrazo y nos comimos la última hamburguesa que quedaba. Salimos en una piña y corrimos hasta el coche. Todos los policías nos estaban observando, y yo no pude evitar fijarme en el superintendente, que ya se había subido a su moto y estaba mandando mensajes por radio a sus compañeros. Segis se colocó en el asiento del conductor y yo a su lado. Estábamos preparados para la acción. En cuanto Segis pisó el acelerador y aporreó el claxon, todos los nervios que tenía se esfumaron. ¡Empezaba la persecución!


Esperamos que os esté gustando, iremos subiendo en cuanto podamos. Gracias por apoyar la historia, es nuestro primer fanfic.

10-97 a conquistarte*Gustabo x Conway* | CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora