Capítulo 8: El entrenamiento

2.6K 208 131
                                    

Gustabo

Horacio y yo nos despedimos de Segis, que iba a pasar todo el día fuera para disfrutar de su libertad. Él y Pablito habían estado tres meses más que nosotros en la cárcel después del atraco que hicimos juntos, pero ellos no sabían que nos habíamos librado por habernos convertido en informantes, ejem... topos. 

Habíamos disimulado y conseguido que no sospecharan nada, pero le tenía que ocultar muchas cosas a Segis y eso no me gustaba. 

Horacio fue a abrir la puerta del conductor del audi y yo le hice cambiarse de asiento. 

-¿Recuerdas algo de lo que hablamos antes, tontito? Nada de que tú conduzcas, que luego acabamos en el hospital y aunque sé que te encanta, yo no tengo muchas ganas.-

Él me miró con cara de odio pero terminó cambiándose de asiento y yo tomé el volante. Llegamos a comisaría sin ninguna complicación y, como siempre, nos dirigimos al despacho del superintendente. 

-¿A dónde vais, capullos?- escuché a mis espaldas.

Lo que ví cuando me giré me dejó sin palabras. Conway estaba en las escaleras de comisaría vestido con unos pantalones de militar y una camiseta negra tan ajustada que hacía que se le marcaran todos los músculos de su torso. No pude evitar fijarme en él, e intenté que no me viera ninguno de los hombres que me acompañaban mientras analizaba su figura.

-A ver nenazas, seguidme.-

Sin pensarlo dos veces le seguimos hasta un patrulla y me senté en el asiento delantero junto al hombre que hacía que mi cabeza diera vueltas y que no pudiera pensar con claridad. El coche empezó a acelerar y vi cómo nos dirigíamos hacia la playa. 

-Conway, ¿qué vamos a hacer?- preguntó Horacio curioso mientras yo intentaba hacerme lo más pequeño posible hundiéndome en el asiento del copiloto.

-Voy a poneros a prueba y a prepararos para el operativo. Vais a sudar sangre.- contestó el mayor, sin dejar de mirar a la carretera.

-Muy bien, estamos dispuestos a darlo todo.- contesté yo, con la voz que logró salir de mi garganta.

-¿Ah sí? Ya lo veremos en su momento, muñeca.- susurró Conway, mirándome a través del retrovisor.

Tragué saliva y volví a mi posición de bolita en el asiento. "

No volvía a abrir la boca en lo que quedaba de trayecto". 

Horacio, sin embargo, no dejaba de hacerle preguntas al superintendente sobre Volkov, haciendo que no pudiese evitar reírme internamente porque se le notaba la obsesión a leguas y Conway parecía estar disfrutando. Probablemente estaría fastidiando a Volkov con esto durante bastante tiempo. 

Llegamos a la playa y me desabroché el cinturón. El jefe de policías ya se había bajado y me fijé en que me estaba observando.

-Nenazas, quitaos las camisetas y los zapatos y seguidme.- dijo mientras se daba la vuelta y caminaba hacia la playa.

Horacio y yo nos miramos incrédulos y le hicimos caso. Cuando ya estábamos sin ropa de cintura para arriba, corrimos para alcanzar al superintendente.

-Muy bien, quiero que hagáis 200 flexiones mientras cantáis.-

No sabía que los entrenamientos policiales eran tan duros, no obstante, Horacio y yo lo conseguimos aguantar como pudimos. 

Ya tenía la cara como un tomate y empezaba a chorrear cuando Conway, que parecía estar en perfecto estado, gritó:

-¡Genial capullos! Ahora vamos a practicar el tiro. ¿Tenéis las pistolas que os di ayer?

10-97 a conquistarte*Gustabo x Conway* | CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora