Capítulo 11: Los preparativos

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Gustabo

Había llegado el día. Horacio y yo estábamos tan nerviosos que casi no habíamos dormido. Nos levantamos con unas ojeras increíbles y con la cara más pálida que de costumbre.

-¿Qué os ha pasado? Parecéis muertos vivientes. ¿No habéis dormido bien?- preguntó Segis, que parecía preocupado.

-No me pasa nada, tranquilo, Segis Es sólo que la misión me tiene muy estresado.-contesté yo, mientras Horacio asentía bostezando.

Ayer, el comisario Greco nos dijo que necesitaba a alguien más para la misión, para hacer de distracción. Por nuestra parte propusimos sin dudarlo a Segismundo y a su primo Rogelio, que eran expertos en llamar la atención. Los comisarios aceptaron y le contaron el plan a ambos, su primo. Ellos aceptaron encantados y Volkov les explicó el plan a fondo. Nos íbamos a infiltrar en la casa que usaban para reunirse la mafia de Pablito, a la que habían estado espiando durante las tres semanas anteriores. Nuestros amigos como carnada se acercarían primero y llamarían a la puerta. Pablito era muy amigo de los primos y seguro que les abriría la puerta amistosamente para no levantar sospechas y les invitaría a pasar. Estos no se quedarían demasiado tiempo, pero el suficiente para que el mexicano no sospechara. Los agentes habían estado observando las reuniones de la mafia, y sabían que los crímenes se hacían en el sótano, que era una sala muy amplia con una pequeña ventana que daba a ras del suelo del jardín. Cuando estuvieran abajo, una vez Segis y Rogelio ya hubieran salido, los agentes entrarían por la puerta que los gallegos habrían abierto, con toda la precaución posible y bajo perfil. A partir de ahí, empezaría el tiroteo. También habría un francotirador apuntando a través de la ventana del sótano. Horacio y yo nos encargaríamos de dar la señal a los agentes y luego entraríamos los últimos.

Yo estaba muy nervioso por dos motivos: El primero y más importante, porque me estaba jugando la vida en esta misión, y el segundo es que iba a volver a tener contacto con Conway, por primera vez desde el encuentro que tuvimos en su despacho. Horacio parecía también muy preocupado, pero solo por el primer motivo. Obviamente no le había contado a nadie ni el más mínimo detalle sobre ese momento, ni pretendía hacerlo. Suficiente tenía con querer olvidarlo yo.

Nos sentamos en el sofá a desayunar con Segis y nos preparamos para ir a comisaría. El plan se llevaría a cabo por la noche, pero íbamos a tener un día muy ocupado con los preparativos. Bajamos las escaleras más relajados y nos montamos en el Audi. 

Como siempre, conducía yo, y Segis se sentó a mi lado para poder poner música. Llegamos a comisaría cantando y bailando la canción Tusa a pleno pulmón, olvidándonos de todos nuestros problemas que no tuvieran que ver con Superintendentes. 

-A ver, ¿quién está poniendo esa música de mierda tan alta?- Vi como Conway se acercaba a nuestro coche mientras yo intentaba bajar el volumen de la radio, aporreando todos los botones. Segis tomó la iniciativa y apartó mi mano para poder apagarla, yo solo la estaba cagando más.

-Buenos días Intendente. ¿No le gusta nuestra música?- contestó Segis que parecía no tenerle miedo al hombre que nos miraba tan seriamente. Yo me intenté esconder hundiéndome en mi asiento y Horacio le siguió el juego al gallego.

-Eso, Papu, ¿no te gusta?- dijo el de la cresta con tono vacilón.

-Pues no, anormales.-, Su mirada recorrió el vehículo pero me evitó. Por alguna razón el que fuera distante hacía que mi estómago doliera, -Aparcad bien el coche y entrad a comisaría, que tenemos que hablar-.

Hicimos caso a sus indicaciones y siguiendo desde detrás en un santiamén ya estábamos de camino a su despacho. Llamamos a la puerta y esperamos a que nos abriera. Intenté no mirarle a los ojos, pero no podía ignorar todos los sentimientos que se apoderaban de mi mente, cosas que no debería estar pensando si me había propuesto olvidar a ese hombre. No pude prestar mucha atención a la reunión, solo sabía que repasaban el plan de nuevo y que le daba instrucciones a Segis para poder mantener la puerta abierta. Al cabo de un rato llegaron Volkov e Ivanov con Rogelio, y volvieron a repetir el plan. Yo me mantuve callado durante toda la reunión, intentando pasar desapercibido ante los ojos de Conway. Segismundo pareció notarlo, porque me dijo:

-Gustabo, ¿te pasa algo? Estás más callado de lo normal.-

-No me pasa nada Segis. Solo estoy nervioso por la misión, no quiero cagarla.- contesté yo, con la voz que consiguió salir de mi garganta y sin mirarle a la cara.

-Tranquilo, todo va a salir como hemos planeado. Noy hay motivos para estar nervioso si confías en ti mismo.- dijo el superintendente, que se había levantado y estaba dándome la espalda y mirando por la ventana.

Conway

No quería mirar al chico, no quería que mi cabeza volviera a hacerse un lío, tenía que estar centrado si quería que ninguno de los dos capullos muriera pero no podía evitar que cada esquina de la sala me recordara a aquel momento con Gustabo... Me levanté para evitar la tentación de fijarme en él y me acerqué a la ventana para despejarme un poco. Tenía que salir bien, si no, cualquier agente, o peor, Gustabo, podría salir herido. Volví a mi asiento y le dije a todos los presentes que se fueran.

-Recordad, quedamos esta tarde aquí, sed discretos.-

Todos salieron por la puerta, casi en fila india. El último en salir fue Gustabo, que volvió la cabeza un segundo para mirarme y después cerró la puerta detrás de él. Estaba solo de nuevo. Terminé de ordenar mis papeles y apoyé la cabeza en mis manos. Tenía que dejar de pensar, no podía desconcentrarme, no hoy al menos. Decidí salir a tomar el aire, me vendría bien despejarme. Salí de servicio y cogí mi coche rosa para ir a tomar un café.

Ya por la tarde…

Gustabo

Tenía que admitir que estaba cagado. Horacio, Segis y yo ya estábamos en el coche, de camino a comisaría. Volkov le había mandado un mensaje a mi amigo diciendo que llevaramos ropa normal y que ellos nos vestirían allí. Segismundo nos pasó la dirección de su primo y estábamos esperando a que saliera. Él se veía muy preocupado, no se reía ni cantaba como siempre.

-Segis tranquilo, todo va a salir genial, ya lo verás.- intenté tranquilizarle. Suspiré aliviado cuando vi la sonrisa del gallego. Ahora tenía que aplicarme el cuento.

Vimos a Rogelio salir del edificio y meterse en el coche con su ropa normal.

-¡Hola! ¿Preparados para morir?- dijo el otro primo, con una voz de risa que causó el efecto contrario en su primo, que le miró con una cara de susto que me dejó muy incómodo.

-Rogelio, por favor.- dijo Horacio, intentando aguantar la risa. Yo le lancé a Segis una mirada reconfortante y él me la devolvió con una pequeña sonrisa. 

Y así conduje hasta la comisaría, mientras Segis, que iba a mi lado, miraba por la ventana y Rogelio y Horacio pedían canciones a la emisora de radio. Cuando aparcamos en la puerta de comisaría pude notar como los nervios empezaban a florecer en todos nosotros, incluso en Rogelio. Cerré el coche y entramos por la puerta con la cabeza alta pero escondiendo nuestra intranquilidad.



Bueno, ahora sí que sí, se viene la acción. Esperamos que os haya gustado mucho el capítulo, os leemos!!

10-97 a conquistarte*Gustabo x Conway* | CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora