Día cuatro: Adiós

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Solo había podido dormir un par de horas, la mayor parte del tiempo se la pasó mirando al techo mientras el reloj de pared hacía tic, tac durante toda la noche. No podía pensar en nada más que sus padres y estrepitosa la despedida de Kakashi. Cuando el ni siquiera se había asomado por el horizonte Sakura no pudo más y se levantó de la cama y fue a ver a sus padres sabiendo que en este momento estarán dormidos.

Hoy se iba a la misión al medio día. Tenía por lo menos cinco horas antes de despedirse de Konoha como Sakura Haruno. La sala donde sus padres descansaban estaba sumida en un profundo silencio, no pudo evitar mirarlos con detenimiento, memorizando hasta el surco y línea que comenzaba a salir en sus rostros. Acarició el rostro de su madre antes de girarse hacia su padre y tomar su mano, seguía entubado y quién sabe cuándo es que podrá levantarse nuevamente.

Cuando la ronda de los enfermeros pronto iba a comenzar decidió salir a comer algo, no había comido nada ayer y hoy. Con cuidado de no ser vista decidió salir por la ventana hasta aterrizar lo suficientemente lejos del hospital.

Sus pasos la llevaron hasta Ichiraku, el lugar donde se volvió una tradición ir casi todos los días por el gusto de Naruto y que al final se volvió en secreto de su gusto.

Por suerte no había nadie en las mesas, pudo suspirar de alivio. Desde que fue odiada por todos muy pocos lugares le permitían la entrada, entre ellos estaba Ichiraku por lo que sentía mucha pena cuando se quejaban con Teuchi o Ayame.

—Ah, Sakura. ¿Lo mismo de siempre? —le saludó Ayame con una gran sonrisa.

Agradecida asintió mientras esperaba a que desapareciera para hacer el pedido a su padre. Se sentó y esperó con calma en su asiento hasta que finalmente Ayame regresó para platicar.

Poco a poco la sonrisa en el rostro de Ayame fue disminuyendo hasta que finalmente desapareció al ver la seriedad en que Sakura miraba la taza de té le había dado hace unos instantes.

—¿Qué sucede?

—Me voy.

Cuando escuchó el fuerte jadeo de Ayame no pudo evitar cerrar los ojos para no verla. Técnicamente nadie debía saber sobre esta organización a menos de que sean informados, por supuesto Ayame no era una excepción, lo que había sucedido fue una casualidad muy desgraciada. Sakura había terminado un entrenamiento espartano dentro de la guarida, comenzaba a anochecer cuando al abrir la entrada se topó frente a frente a Ayame, ninguna de las dos lo esperaban. Eso fue poco después de aceptar la invitación de Danzo.

Las dos estuvieron tan sorprendidas que Sakura apenas tuvo tiempo para tapar la boca de Ayame y salir corriendo con ella hasta los límites del bosque y Konoha. Sabía que el descubrir la organización por personal no autorizado era una muerte directa pero en ese tiempo Sakura aún no se atrevía a matarla, y quizá aún ahora no podría hacerlo. Sin ninguna otra opción le contó un poco sobre la organización luego de advertirle que no puede decirle a nadie o tendrá una muerte segura ella y su papá.

Desde entonces han tenido una buena amistad aún después de que lo que Sakura le hizo a Naruto.

—Cuando regreses te tendré listo un gran tazón de ramen —dijo Ayame tratando de ser optimista a pesar de que su voz comenzó a temblar.

No, una parte de ella quería sonreírle y decirle que si, todo estará perfecto, Pero la otra parte sabía que no podía vivir en un mundo de fantasías como Ayame vivía. Ella ya está manchada. Pero al menos podía hacer algo por la amistad que ambas tenían.

—Moriré mañana y solo quedará el ángel venenoso —tomó las manos de Ayame con firmeza— nunca podrás dirigirte a mi con este nombre una vez que me vaya o morirá tu familia de la peor forma.

Entre asustada y triste no pudo decir cuál era el sentimiento que predominaba dentro de Ayame. Solo supo que abrazó con fuerza a su amiga antes de limpiarse las lágrimas y compartir este momento con ella. Si se iba a ir es mejor que sea con una sonrisa. Quien sabe, quizá al final la vuelva a ver.

—Ayame, dame dos tazones de ramen. ¡Muero de hambre!

Sakura se tensó en su asiento al escuchar la alegre voz de Naruto en su espalda. Su corazón latió tan fuerte que parecía que en cualquier momento se iba a salir desbocado. Incluso Ayame que se había salido de su puesto para sentarse junto a Sakura se sorprendió tanto que miró a Naruto con los ojos bien abierto.

Ahí estaba detrás de ella la persona con la que más deseaba hablar y con la que menos se esperaba lograrlo... Naruto.

Naruto que venía sonriente por un poco de comida antes de irse a entrenar frunció ligeramente el ceño al ver la cabellera rosada sentada en uno de los bancos. Igual que Sakura se quedó quieto sin saber si dar media vuelta y venir luego del entrenamiento o sentarse ignorando su presencia.

—¡Ah! Naruto —apareció Teuchi sin percatarse de la tensión en el lugar—, ¡Felicidades! escuché que anoche te reuniste con los Hyuuga y acordaron el matrimonio de Hinata y tu.

Esta vez sin poder evitarlo se giró a verlo por la sorpresa. ¿Hinata y él están comprometidos? Cuando finalmente esmeralda contra zafiro se encontraron Sakura agradeció estar sentada porque sus piernas vacilaron. Desde aquel día de la pelea no lo había visto hasta ahora. Se veía lleno de vida como antes de la pelea.

—¿Qué haces aquí? —preguntó con frialdad.

En ese momento solo quería llorar, pedir perdón y abrazarlo esperando pedir perdón pero no podía. Tuvo que envolver con cinta todo su corazón antes de levantar la frente con orgullo y dignidad. Si es cierto que es un hombre comprometido entonces ya no había razón para aferrarse a una ilusión. No hacía ningún bien aquí y su carrera estaba acabada.

Endureció la mirada y alzó su mentón al cruzarse de brazos.

—Desayunando. Parece que la inteligencia no se gana al comprometerse —contestó con el mismo tono frío con que él preguntó.

No se iba a dejar intimidar, ella es una asesina, ¡por dios! muchos buscan su cabeza y ha dejado un camino lleno de sangre por donde pasa. No, no iba a llorar frente a Naruto.

—Tch, no vale la pena pelear contigo. Solo te aferras a lo que quieres y no ves el panorama.

Se levantó de un respingo de su asiento, su ojos se abrieron de la sorpresa y su corazón se estrujó hasta el punto de creer que se quemaba. Eso era pasarse de la raya al insinuar sobre Sasuke, es una herida que difícilmente se cerrará. Después de todo fue su primer amor.

—¿Cómo te atreves? No tienes derecho de hablar sobre Sasuke en esto—gruñó—. De haber sabido que vendrías hubiese evitado encontrarme contigo.

Por un breve instante el rostro de Naruto se llenó de dolor antes de verse muy enojado como Sakura.

—Yo debería decir lo mismo, siempre vengo a este lugar. Pareciera que tu eres la que está aquí por mi.

Al ver la sonrisa altanera no pudo evitar alzar la mano para golpearle el rostro hasta borrarle esa desagradable sonrisa.

—¡Pegame! Siempre es lo que has hecho, no será distinto —dijo Naruto con voz de acero.

Punzada tras punzada, miles de agujas se incrustaban una y otra vez con cada segundo que pasaba junto a Naruto. ¿Era todo lo que podía hacer? Él tenía razón, siempre se la pasó golpeándolo, si lo hacía una vez más nada iba a cambiar. Lástima que no pueda revertir el tiempo... Solo puede ir hacia adelante.

—Tienes razón, Uzumaki. No puedo seguir así de todos modos nadie me necesita aquí —dijo finalmente dejando salir la verdad—. No soy bienvenida de todos modos en Konoha.

Tomó la mochila que había dejado debajo de su asiento, mordió su labio y suspiró con fuerza antes de volver a ver a Naruto que seguía en el mismo lugar.

Al ver a Sakura relajarse el dudo de sí mismo.

—Me aseguraré de no encontrarnos de nuevo, si te veo a lo lejos daré la media vuelta para no vernos. Esto es un adiós Uzumaki. 

26/Mayo/2020

Mi otra vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora