3 Menuda tarde...

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Ya era martes. Hoy quedaría con William para hacer el trabajo de francés ( ¡sálvenme, por favor! ). Al llegar a casa lo primero que hice fue ordenar la habitación. ¿Por que narices estaba ordenando la habitación? Mi habitación era de color blanco, no muy grande. Antes las paredes estaban llenas de fotos mías jugando a baloncesto, medallas colgadas, trofeos en las estanterías... Ahora las paredes están completamente vacías. Desde aquel día prefiero ir olvidándolo todo, o me amargaré aún más. Al lado izquierdo de la habitación hay una cama de madera no muy grande con una colcha azul celeste y unos cojines blancos, y más atrás un armario empotrado, también de madera, no muy grande. A la derecha del cuarto está mi escritorio, contra la pared, también de madera con un ordenador sobre la mesa y una silla roja, y al lado había una estantería en la que había única y exclusivamente libros, solo libros. No tenía ninguna foto ni nada, porque no quiero recordar como era mi pierna, me amargaría. Esa gente que se queja de su cuerpo por estar gorda o no ser perfecta y yo pienso: el cuerpo es lo mejor que nos han dado en este mundo, el sistema más complejo que existe y cada uno tiene uno, ¿como se quejan? aunque me falta una pierna me siento agradecida igualmente al resto de mi cuerpo. Al fondo de la habitación hay una amplia ventana que hace que la habitación sea muy luminosa. Mi habitación es muy sencilla. Llamaron a la puerta de mi habitación.

-Cariño, he traído una silla para el chico- dijo mi madre dejando la silla frente al escritorio y se fue.

Quedaban cinco minutos para las 5. La espera se me estaba haciendo eterna. Quería que esta semana se acabase ya y entregar el maldito trabajo. William me ponía nerviosa.

A las 17:06 exactamente según el reloj de muñeca, timbraron. Cojí las muletas y bajé las escaleras cuidadosamente. Era William. Mi madre abrió, y como no, este estaba peinándose.

-Hola, bienvenido, pasa- sonrió mi madre.

-Muchísimas gracias, señorita- William pasó con una sonrisa y ojeó la casa- Tiene usted una casa preciosa.

-Oh, la hemos diseñado yo y mi marido, es un alago para nosotros que nos digan eso- dijo mi madre con una sonrisa.

¡¿Pero que narices pasa?! Ahora no solo se liga a las del instituto, sino que también ¡a mi madre! No me lo puedo creer...

-Bueno, chicos, si quereis algo me lo decís, y sé buena anfitriona con este caballero- me dijo mi madre guiñándome el ojo.

¡¿Esto es una broma no?!

Mi madre se fue a la cocina y Wiliiam y yo comenzamos a subir las escaleras, yo a mi ritmo, claro.

-Nena, ¿quieres que te ayude?- dijo William poniéndome de los nervios.

-No, imbécil.

-Ya empezamos con los insultos...

Subimos las escaleras y llegamos a mi habitación.

-No me esperaba que tu habitación fuese así- dijo William después de haberlo inspeccionado todo.

-¿Que te esperabas?

-Pues no se. En todas las habitaciones de chicas que he estado ( que no han sido pocas ), las paredes eran de colores, muchas fotos, decoración, y la tuya...tan simple... me esperaba la típica habitación rosita de enana como tú eres- dijo con tono de burla.

Le devolví una mirada asesina.

-Bueno, siéntate si quieres- le dije.

Este se sentó y yo también. Se creó un silencio incómodo.

-Bueno, enciende el ordenador para empezar a buscar información para hacer el trabajo- le dije para romper el hielo, ya que él era el que tenía más cerca el ordenador.

Egocéntrico ¿Me salvarás de la muerte?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora