2 0: Tarta de fresas

328 39 6
                                    

La habitación era adornada por una suave música, la cual provenía del antiguo tocadiscos que un día su padre reparó, y tenue e anaranjada luz del sol no solo adornaba ese espacio de esa antigua casa. Se podía oler el dulce olor de tarta de fresas, todavía en el horno, no estaba lista,
le faltan un poco.

Sus pies danzaban en un compás casi perfecto junto a los de su enamorado, mientras sus manos estaban unidas y sus rostros mostraban una bella felicidad que solo podía ser provocada por el otro, y claro, no podemos dejar de lado ese opaco color rosa que intentaba mantenerse para adornar cada parte de sus mejillas.

Moomin miraba a Snufkin, cada parte de él le parecía hermoso: desde sus pequeñas y casi invisibles pecas, su desordenado cabello, y hasta su tono de voz le parecía hermoso. Simplemente era perfecto, perfecto ante sus ojos tan brillantes y celestes como el cielo en un sin nuves.

Y para Snufkin era igual, Moomin era su pequeño rayo de sol que le iluminó e iluminará la vida por el resto de sus bellas y sencillas vidas. No podía decir con certeza en qué momento se enamoró de él, pero realmente estaba felíz de haberlo echo, de que ahora fuera su querido y amado esposo.

Moomin detuvo su baile, tenía que sacar la tarta del horno, ya era hora; poniéndose un guante de cocina habrió el horno, tomando el molde que contenía tan dulce postre, lo colocó en la mesa, para que se enfriase, estaba muy caliente, no se podía comer así. Puso a calentar agua, iban a tomar té.

Su amado salió de la casa, empezando a tocar su querida armónica sobre la música que todavía estaba apoderada de la sala, pero ésta dejó de sonar, Moomin la paró. Él Troll salió de su amado hogar para ponerse al lado del castaño, cerrando los ojos y dejando que esa nueva melodía se apoderase de sus orejas. Era un momento muy hermoso, no eran necesarias las palabras, después de tantos años no tenían que mantener conversaciones absurdas solo para romper un silencio, ya que su silencio era cómodo, era de ese tipo de silencios que solo unos canciones que llevan años casados podrían llevar, aunque ellos no eran viejos.

La tetera sonó, indicando que ya había hervido el agua, era la hora
del té. Si hubiese sido por él Troll,
se hubiera quedado ahí, escuchando al Mumik, pero no quería que este se enfermase por no comer, entrando a su casa, siendo seguido por Snufkin, quien le comenzó a ayudar, no le gustaba que su rayito de sol hiciera todas las cosas él sólo.

Se sentaron en el comedor, con
los platos y tazas con té ya servidos, Moomin cortó un trozo de tarta, ni muy grande, ni muy pequeño, simplemente lo justo, sirviéndoselo
a su esposo, para luego servirse uno
a él mismo. Snufkin la probó, sabía bien, muy bien, no le sorprendía, se notaba que le había enseñado su madre, esa mujer tan cariñosa y hermosa que también llegó a llamar Moominmamma en su momento, al igual que todos sus amigos.

No sabe en qué momento, pero terminaron hablando de eso, de esos tiempos en los que eran unos niños, unos simples niños que disfrutaban de su tan simple vida en el Valle, la nostalgia se apoderó de los dos, pero apesar de eso continuaron comiendo, después tendrían tiempo para hablar de ello, tendrían mucho tiempo.

ᴏɴᴇ-sʜᴏʀᴛsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora