#CalP Confinadas en Paris P.7

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Aquí volvimos... puede que requieran de la jarrita, puede. Otro de esos de subir bajar o de bajar subir... depende como se mire...


Día 19

Maite pintaba trazos suaves sobre su nuevo lienzo de trabajo con mucha calidad. Tenía proyectada una pequeña exposición para el comienzo de curso y con tantas emociones en su vida, de las buenas y también de las otras, había mucho combustible para su inspiración. Hoy se sentía especialmente de un humor no muy bueno, la cuarentena de nunca acabar, los casos de contagios que crecían, las muertes que iban a la par, muchas preocupaciones para tanto tiempo libre. Las malas noticias que se acumulaban y las rozaban desde cerca. Por ello mismo, esta mañana no había tenido más que cuatro o cinco frases para su novia antes de irse a comprar y tras cuatro o cinco al volver. Se sentía taciturna y cansada de estar allí, ni siquiera el pequeño paseo al ir hasta el mercado la había sosegado, menos con todo el protocolo para entrar en la casa que debían llevar cada vez. Le había prometido a Camino que buscarían un establecimiento para pedir sus compras online y le había asegurado que no volvería a salir hasta que no se relajase el nivel de riesgo, al igual que le pidió que por unos días no pusiera las noticias. Todo se lo había dicho rápido, con ligero malestar y sin una palabra dulce de por medio. Su avecilla lo había escuchado todo sin pestañear y sólo la había enviado dentro, a lavarse las manos y cambiarse de ropa, ya ella se encargaría de colocar la compra.

Ahora, se centraba en pintar un pequeño espacio del parque más cercano a su nueva casa. Ella y Camino repararon en él poco antes de entrar en la cuarentena aunque no tuvieron tiempo de visitarlo. En alguna de las salidas a comprar había pasado cerca y siempre tenía la misma sensación de nostalgia al verlo cerrado a cal y canto. Una sensación de añoranza que no tenía sentido cuando ella ni siquiera había pisado aquel sitio todavía. Suponía que ese sitio representaba todos los sitios que no podía visitar aunque hubiera deseado hacerlo. El hecho de no tener la opción de poder acceder a un espacio cualquiera hace que lo echemos en falta, aunque no iríamos en las condiciones normales. Ella tenía total seguridad de que con su avecilla sí que se permitirían salir de casa y pasear por sus jardines, pero ¿cuántas veces hay sitios preciosos "guardando polvo" cerca de nuestros hogares y nos olvidamos completamente de ellos? No los echamos en falta hasta que no podemos ir por una u otra razón, sea un estado de alarma o que la distancia o alguna circunstancia nos lo impiden. Si estás lejos del mar siempre estás haciendo planes para aprovecharlo cuando lo tengas cerca, pero luego, si se vuelve una costumbre, estará allí sin que muchos días de tu vida ni siquiera repares en él. Hoy, en medio del estado de alarma, muchos que viven con el mar a poca distancia lo sueñan como si fuera su sitio favorito. Cualquier sitio que estuviera al aire libre era añorado como si fuera un tesoro perdido por la humanidad.

Ella, aunque no hubiera pisado ese parque, lo extrañaba y se encontró mirándolo desde lejos con demasiada añoranza al pasar por la acera esa misma mañana. La añoranza que no le pertenecía al sitio sino a la sensación que el sitio representaba. La no urgencia del reposo en libertad, del momento de relajación. Del instante con la brisa dándole en el rostro, con la hierba entre los dedos, con el sol brillando sobre su cuerpo y calentando dulcemente su piel. Respirar el aire nuevo, oler el aroma a la naturaleza, oler el perfume las flores, escuchar a la naturaleza vibrar en el gorjeo de las aves.

Por eso, en su lienzo estaba ella y en ella estaban todos los humanos que añoraban esa libertad. Tomada de la verja que la separaba del parque que, a primera vista, yacía enjaulado, aunque la enjaulada era ella en realidad. Dentro de la jaula metafórica que eran las disposiciones a cumplir, el parque crecía y el sol brillaba, la hierba serpenteaban nueva y perfecta. Fuera solo estaba ella, la acera y el material de la calle. El gris de un día como todos los demás y una ligera atmósfera a la desesperanza. No todas las emociones como no todos los días son buenos. Hoy, Maite, se sentía más prisionera que nunca, como un "ave enjaulada" así como interpretaba tan bien la canción de Rozalén. Así que el verde que caminaba desde el perfecto sol se volvía mustio al acercarse a la mujer que se veía sujeta a la barrera que no la dejaba cruzar, presa detrás. ¿Desde cuándo los placeres más sencillos como el sol nos eran negados? Desde esta nueva realidad, desde que un virus nos mantiene presos y el exterior es un arma de doble filo, como en una película de terror de esas que eran buenas por ser tan malas o, simplemente, incomprendidas por la mayoría.

#CalP Confinadas en París [MAITINO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora