#CalP-Confinadas en París P.15

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Bueno, ya estoy por aquí.

Esta vez toca que sea premio para Hann porque se lo debía, así que preparar algo fresco. No sé, helado? No, mejor no, agüita fresca ;) Ah y espero no haberme pasado... XD 

Día 43

Esa mañana se había despertado muy pronto y se encargó de preparar un desayuno saludable para ella y su amor. Luego, la instó a tener una sesión de entrenamiento para el evento que ocurriría en 4 días, su desafío viral. Era el tercer día que lo realizaban y cuando llegaban al piso 8 tenían los ánimos de Claudine y sus hijos Eliette y Thierry. Desde esa mañana tenían nombre. Habían detenido sus pasos al verlos y los saludaron consultando si molestaban con el ajetreo por las escaleras. Maite en perfecto francés, ella chapuceando un poco, pero no dejó que eso la afectara al hablar con los dos niños. Eliette, incluso, le había dicho que tenía una forma de hablar divertida. Se despidieron de sus vecinos, los primeros que conocían de toda la finca, con un la mano en alto, manteniendo siempre las distancias.

Ahora, de regreso y luego de ducharse, esperaba a que Maite regresara de hacer la compra pintando tranquilamente en su nuevo lienzo recién estrenado. Pintaba por pintar, sin ningún tipo de estrés en el cuerpo con el que comenzar el día. La desconcentró la llamada en su móvil. Era su madre así que atendió sin dejar a un lado su quehacer del día.

-Mamá – dijo mirando la pantalla de reojo.

-Camino, Buenos días – contestó su madre alegremente - ¿cómo estás? ¿Estás pintando?

-Sí, me apetecía hoy pintar un poco – le confesó su hija y la saludó con una mirada directa, muy sonriente – yo estoy muy bien, ¿tú?

-Viéndote tan sosegada, muy bien también – reveló su madre – llamaba porque tu hermano y yo teníamos una duda.

-¿Qué duda?

-¿Te estás entrenando para ganar el desafío? – consultó su madre y Camino desvió la mirada hacia la pantalla de su móvil.

-¿Y esa pregunta a qué viene? – quiso saber la joven sonriendo, mientras en su lienzo la nada misma de unas sombras que eran el marco para algo se convirtieron en los niños del octavo. Sonrientes y tomados de la mano.

-Tu hermano y yo hemos apostado – le confesó su madre – él dice que estabas entrenándote y yo creo que no estás con tiempo para ello.

-Y llama temprano para ver si me pillaba – canturreó con ligera sorna la joven – es usted muy hábil, Doña Felicia.

-Un poco tal vez.

-¿Qué fue lo que apostaron? – le consultó la joven.

-Sí yo gano, él deja de haraganear y se encarga de la cena del sábado – le contó su madre.

-Si no hace ninguna cena o comida será porque usted así se lo permite – reveló Camino ante el ligero disgusto en la voz de su madre.

-Bueno, la cocina me relaja, en eso tienes razón.

-¿Y si él gana? – quiso saber Camino.

-Tendré que hacerle una pizza con un montón de ingredientes que no van en una pizza y que sólo le arruinan el sabor a la tradicional italiana – dijo su madre con un suspiro de desinterés.

-Hay que ver lo purista que puedes ser a veces, mamá – la muchacha se rió – pues vaya preparando la cebolla caramelizada, me animo a adivinar – comentó entonces – porque mi hermano me conoce mejor que mi madre, sin dudas.

-¿En serio? ¿Estás entrenándote? – Felicia no daba crédito a lo que oía y sacudió la cabeza con escepticismo – pero ¿por qué?

-Sabe perfectamente por qué – le aseguró su hija – soy digna hija de mi madre, somos perfeccionistas y competitivas por naturaleza – entrecerró los ojos – ¿o es que usted no ha subido y bajado las escaleras ninguna vez estos últimos días?

#CalP Confinadas en París [MAITINO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora