j u d g m e n t

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La catedral, era un lugar de paredes blancas, ventanales que contaban una historia, con un trono al frente, asientos a los lados.
No era una catedral.



— El juicio comenzará en breve, como jurado tendremos a la legión de Nefilims, nuestro juez nada más y nada menos que nuestro creador la justicia divina y como acusados, los pecadores sacados del mismo infierno.

Los Ángeles no eran iguales, cada uno tenía diferentes alas, algunos tenían plumas otros cuchillas, algunos ni siquiera poseían alas, también unos sobresalían más que otros, tal vez eran los comandantes de las legiones.

Dos hombres vestidos con túnicas blancas entraron lentamente a la catedral, no tenias que ser adivino para saber quiénes eran, detrás de ellos caminaban siete personas, llamadas Arcángeles, con alas de un color plateado y pequeñas incrustaciones de metales por el cuerpo.

El juicio ha comenzado.




— Empecemos con los de menor rango.

— Samael, el primer Satanas, nunca pensé volver a verte desde el destierro de Adán y Eva, pero míranos, ha pasado mucho tiempo, veo que haz acumulado algunos pecados, desde homicidio angelical, hasta tortura letal en contra del cielo, creo que es demasiado claro que aquí tenemos un culpable, ¿No es así?.

— Claro, su cabeza debe rodar por las escaleras de la catedral, Samael de Inferos, primer Satanas, es encontrado culpable, condenado a la pena máxima de muerte. — Sin más dos Nefilims tomaron a Samael por los brazos y lo arrastraron hasta las afueras de la catedral.

El hombre que se encontraba en el trono, Dios o creador como ellos lo llamaban, solo sonreía con malicia, sabía que lo peor se avecinaba, y esto solo era una advertencia.

Sigamos, Lilith madre de demonios, creadoras de las bazofias, esposa del primer Satanas, tus pecados son pocos pero no por eso son insignificantes, el nacimiento de engendros, la traicion máxima hacia el cielo, la desaparición de simples mortales, entre otras cosas. Por eso y más Lilith Belikovsh es culpable de cualquier pecado.

— Causa de muerte: quemada como las brujas. — Sin embargo a ella no se la llevaron, un Nefilim se acercó lentamente y sin aviso arrancó uno de sus ojos. — Necesitábamos un recuerdo, querida.

— La mejor parte ha llegado su señoría, es el turno de los Koslovich.

— Marie, mejor conocida como Lia Koslovich, este es tu segundo juicio, al parecer aún no comprendes, solo tienes un pecado, un pecado mortal, un pecado por el cual la vida no es suficiente para pagar, un pecado al que llamas hijo.

No podía dejar que le hicieran  algo  a mi madre, todo lo que había sufrido había sido mi culpa, yo era el pecado, yo era el error, yo era quien debía ser castigado no ella, pero las palabras no salían de mi boca, lo único que podía hacer era llorar, llorar por el futuro que no iba a llegar.

A ella tampoco se la llevaron, pero le hicieron algo peor.

Su lengua ahora se encontraba delante de mi, no era solo un pedazo, era toda, tenía sangre, y se encontraba a sólo centímetros míos.
Aquello también era mi culpa.

Ahora la cereza del pastel, es un gusto conocerte por fin Kaiden.

— No puedo decir lo mismo.

— Lo se, pero no me importa, lo hecho, hecho esta y lo que está por suceder no lo puedes parar niño, es un ciclo sin fin, en donde el bien siempre gana sobre el mal.

— Pero no siempre el bueno termina siéndolo.

— Tienes razón Kaiden, es una lástima que a tan corta edad tengas que morir por un pecado causado por tus padres, tal vez el trono era demasiado para ti.

— No creo que esto sea el final.

Y con esas palabras, la catedral comenzó a temblar, algunos escombros caían del cielo y lo que antes parecía ser un lugar seguro ahora era habitado por los gritos de pánico de los angelicales individuos.

𝐈𝐧𝐟𝐞𝐫𝐧𝐮𝐦 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora