Rin se encontraba durmiendo plácidamente, soñando con estrellas brillantes que eran perseguidas por unos adorables conejos esponjosos. Sin embargo, unos movimientos le regresaron a la realidad. Se quejó entre dientes, mascullando su reticencia de levantarse de su cálida cama.
—Rin, por favor, despierta—escuchó a su hermana susurrarle con la voz temblorosa, pero la ignoró, atrayendo su manta más cerca de su cuerpo para evitarla.
—No quiero, tengo sueño, Luka—se quejó mientras hundía su cabeza en su mullida almohada, aspirando el aroma dulce que desprendía.
—L-Lo digo en serio, es... es él de nuevo.
Rin reprimió un bostezo mientras pensaba en el helado que pudo haber comido de postre aquella noche luego de cenar pero que había rechazado. Le había dicho a su padre que no tenía espacio para nada más y ahora no podía evitar arrepentirse.
—¿Quién?—Murmuro soñolienta, cerrando sus ojos y sucumbiendo a la penumbra de la habitación, teniendo como único sonido la respiración desigual de su hermana mayor Luka y el ruido de las campanitas de viento que su madre había puesto el otro día.
¿Qué era que había dicho? Rin creía que su madre dijo algo sobre alejar las malas vibras y atraer a los ángeles, hmm, no lo recordaba demasiado. Sin embargo, ¿por qué sonaban? Las ventanas estaban cerradas.
—No sé que quiere, Rin, por favor...—insistió mientras le removía, la rubia se quejó hasta que dejó de sentir las manos de su hermana sobre su espalda—, ¡kyaaa!
Rin se enderezó en el colchón de su cama abruptamente, sentándose y mirando asustada como Luka se apretujaba a su lado, abrazándola con fuerza mientras cerraba sus ojos. Al mismo tiempo, las campanillas sonaban fuertemente, tintineando de forma casi escalofriante mientras que la habitación cobraba vida. Sus lámparas se prendían y apagaban mientras que sus pocos juguetes eléctricos prendían luces y sonaban. La rubia tomó su manta entre sus manos con fuerza, tan asustada que se sentía paralizada.
—Haz que pare... ¡haz que pare, Rin!—Chilló su hermana mientras sollozaba a su lado, la rubia tembló levemente, sintiendo sus ojos picar con lágrimas también.
—Solo ignóralo, Luka—susurro mientras tragaba saliva e intentaba divisarlo en la habitación.
—I-Iré a... ¡Iré a buscar a mamá y a papá!—Su hermana dijo antes de alejarse de su lado y caminar temblorosamente fuera de la cama.
—No, Luka, ¡solo quiere llamar la atención!—Gritó mientras veía a su hermana correr hacia la puerta, pero antes de siquiera llegar al picaporte algo pareció tomarla de los pies y hacerla tropezar.
—¡Riiin!—Gritó mientras arañaba el suelo de madera e intentaba atajarse por la pata de su cama, la rubia sintió su respiración agitarse, asustada observó como las puertas del armario se abrieron estrepitosamente.
—¡Len, basta! ¡Detente!—Chilló mientras soltaba su manta y se bajaba de su cama, pero antes de siquiera poder acercarse a Luka ésta soltó la pata de la cama y fue arrastrada hacia el armario.
—¡Mamá, mamá!
Rin intentó forcejear la manija del armario cerrado pero éstas no cedían, del otro lado podía escuchar a su hermana golpeando la puerta de madera, llorando y gritando.
—¡Len, déjala salir, déjala salir!—Pidió mientras ponía toda la fuerza que una niña de siete años podría en la manija de la habitación de su armario.
El caos se detuvo cuando la puerta de su habitación fue abierta, dejando ver dos siluetas conocidas.
—¡¿Qué demonios está pasando aquí?!—Demandó su padre, entrando en la habitación que se encontraba ahora tranquila y en calma.
Las campanillas de viento se detuvieran bruscamente, las luces dejaron de encenderse y apagarse, y sus juguetes lucían inamovibles.
—¡Papá, mamá!—Chilló su hermana mientras que Rin fue empujada hacia atrás por su padre quien abrió fácilmente el armario, dejando ver a una llorosa y asustada Luka dentro.
—Rin, ¿por qué has hecho eso?—Su madre amonestó, acercándose a su padre quien consolaba a su hermana entre brazos.
—Y-Yo no he sido, mamá, ¡ha sido Len!—Se defendió mientras hacía un puchero, agarrando la tela de su camisón entre sus manos y arrugándolo.
—¡Ya deja de culpar a tu amigo imaginario de todo, Rin!—Regañó Miriam, mirándole de forma casi decepcionada—. Eres una niña grande—añadió con frialdad antes de acercarse a Luka y cerciorarse de que estuviera bien.
—Pe-Pero... ¡Luka, diles que fue Len!
La nombrada escondió su cabeza aún más en el pecho de un confundido León, quien miraba a Rin de forma incierta.
—N-No... no sé que ha pasado, no sé que ha sido...—Luka murmuró, desviando su mirada de la niña rubia y abrazando a su padre con más fuerza.
—Eso es todo, estarás castigada por una semana—su madre asevero, cruzándose de brazos y mirándole con unos fríos ojos celestes—, no habrá televisión ni postres para ti.
—¿Qué? Mamá, ¡no es justo!—Chilló, mirando como Miriam negaba y se alejaba—. Te prometo que no he sido yo, ¡no la he encerrado!
Era inútil seguir gritando, por más que lo hiciera, sus palabras nunca llegaban a los oídos de su madre. Miriam se alejó silenciosamente de su habitación y Rin miró de forma suplicante a su padre, León, quien tenía a una asustada Luka entre sus brazos.
—Lo siento, hija, pero no deberías jugar de ésta forma con tu hermana—se lamentó con una sonrisa triste antes de irse junto con su esposa, cerrando la puerta de la habitación silenciosamente mientras se llevaba a Luka consigo.
Rin se quedó sola en la oscuridad, parada torpemente en medio de la habitación mientras temblaba. Finas lágrimas caían de sus ojos, haciendo un camino húmedo por sus mejillas ruborizadas de tanto gritar. Sorbiendo por su nariz caminó suavemente hacia su cama, notando la desaparición del conejo con el cuál solía dormir para evitar tener pesadillas.
La idea de que Len se lo hubiera escondido la hizo enfadar, así que limpiando sus mejillas húmedas y sintiéndose molesta se metió en su cama. Con ayuda de sus mantas se tapó por completo, cubriéndose hasta la cabeza mientras cerraba sus ojos fuertemente y se hacía un ovillo. Intentó conciliar el sueño pero le fue imposible cuando sintió algo frío cubrirla sobre su manta, como si alguien la estuviera abrazando.
—¿Por qué eres tan malo conmigo?—Se quejó en un susurro.
Pero no hubo respuesta, así que luego de un tiempo de sentir aquella presencia embargarla se quedó dormida. Lo último que escuchó antes de perderse entre la bruma del sueño fue:
—Meus...
*
Meus significa en latín "mío".
Aclaro éste es un adelanto de un proyecto que tengo pensando continuar en un futuro.
Soundtrack gracias a mi beba hermosa
Besitos. xoxo
ESTÁS LEYENDO
when the demon calls | rilen
ParanormalY allí dentro está la voluntad que no muere. ¿Quién conoce los misterios de la voluntad y su fuerza? Pues Dios no es sino una gran voluntad que penetras las cosas todas por obra de su intensidad. El hambre no se doblega ante los ángeles, ni cede por...