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(Pars Duorum)


    Se estremeció cuando una ráfaga de viento atravesó su menudo cuerpo desgarbado, que hizo que sus huesos tiriten dentro de su destartalado interior. Siseó una maldición mientras se acomodó la bufanda de lana contra su cuello, cerrando la puerta del viejo sedán oscuro que pertenecía a su padre. Desde su posición tenía una perfecta imagen de la antigua casa de su abuela que se alzaba casi con nostalgia y soledad, acumulando oscuridad y polvo en su interior. Aún si no fuera perceptible, juraba que podía contemplar el silencio oprimir incesantemente la madera y la piedra que conformaba aquella enorme casa ahora vacía.

    Lo que caminara allí dentro, caminaba en soledad.

—Espabila, Rin—murmuró a nadie en particular mientras se envalentonaba a cruzar el largo trecho del jardín delantero.

    Era un raído día de otoño, triste, oscuro y silencioso, cuando las nubes se cernían bajas y pesadas en el cielo. Una leve neblina cubría y empañaba su visión, dejando un aire tétrico al lugar. Ella cruzó rápidamente la calle mientras prontamente se encontró en el camino de piedritas que rodeaba las estatuas ahora ennegrecidas en el medio del camino. A medida que visualizaba la puerta de madera de entrada un insoportable sentimiento de tristeza embargó su pecho hasta casi asfixiarla.

    La casa tenía sus paredes desnudas ahora (nada de enredaderas encima, solo feas marcas oscuras que dejaron en su antes blanca pintura), las ventanas lucían como ojos vacíos, mientras que los ralos y siniestros juncos se entreveraban con la maleza que crecían alrededor de la propiedad. Una vez que se encontró parada frente a la vieja y erosionada puerta de madera de la entrada rebuscó entre los bolsillos de su holgado abrigo las metálicas llaves que pertenecían a la casa. Sin comprenderlo del todo, siendo casi irracional, su mano tembló mientras insertaba la llave en la cerradura.

    Luego de girarla la puerta cedió con un pequeño sonido cuando se destrabó. Ésta casi se abrió por sí sola con un rechinido, como si le diera la bienvenida a una vieja amiga. Rin se adentró lentamente, sintiendo como la madera del suelo crujía ante su peso, casi como si estuviera a punto de resquebrajarse.

—¿Qué te mantiene erguida luego de tantos años?—Preguntó a la nada misma, al silencio y a la soledad, embargada por la melancolía de los recuerdos que parecieron reproducirse.

    Una fina capa de polvo y un aroma a encierro bañaba el interior, todas las posesiones, la alfombra, los muebles, los tapices y los planteros se encontraban sucios. Era un vago recuerdo del descuido, de su cobardía y reticencia a regresar aunque sea una vez por mes, solo para cerciorarse de que todo estuviera intacto.

    Caminó las escaleras con cuidado, acariciando el pasamanos de madera mientras sentía al polvo ensuciarle la palma de su mano y las yemas de sus dedos. Lo ignoró mientras era llevada a la planta alta, dónde un estrecho pasillo con alfombra bordo en el suelo parecía alzarse como si fuera infinito. Sonrió con amargura mientras recorría las habitaciones y desempolvaba recuerdos que había creído olvidado.

    Volver nunca se había sentido tan doloroso.

—Ah, aquí estás...—murmuró al encontrarse dentro del armario de su abuela, bien al fondo entre sus viejas ropas que olían a un perfume demasiado dulce, una caja llena de álbumes familiares.

    Lo puso encima de la cama, planeando llevárselo. Algunas sus pertenencias había quedado olvidadas aquí, Rin no sabía cómo, porqué o cuándo, pues no recuerda mucho de su niñez. Sin embargo, de alguna forma, las cosas importantes acabaron en la casa de su difunta abuela. 

    Una vez en el pasillo buscó en dónde solía ser la habitación de Luka, recordando a su hermana pedirle su viejo portafolio con dibujos y algunos cuántos recuerdos que había puesto en una caja bajo su cama. La rubia suspiró al ver que tendría que hacer quizás dos o tres viajes de ida y venida de la casa hasta el auto, pues la caja con los álbumes familiares pesaba. Mientras sacaba la caja que se encontraba bajo la cama de Luka confirmó que serían tres viajes. Prontamente se perdió entre dibujos hechos durante su infancia y viejas fotografías tomadas con la kodak amarilla de su madre, en dónde aparecían ella y su familia. Sonrió de forma agridulce mientras se encontraba sentada en la antigua cama de su hermana, hurgando entre su diario secreto y fisgoneando en su portafolio de dibujos que utilizaba en la primaria y parte de la secundaria.

    Su tranquilidad prontamente fue arrebatada cuando escuchó un sonido provenir de la planta baja. Alerta se levantó abruptamente de la cama, tragando saliva y convirtiendo sus manos en puños, ¿alguien se encontraba allí? No, se consoló ilusionada, era imposible. Aunque tampoco debía dejar pasar la idea de que algún indigente o vagabundo encontrara con la casa vacía y decidiera meterse a la fuerza. Rin salió hacia el pasillo lentamente, mirando su entorno para encontrar algo con lo cuál pudiera defenderse, pero supuso que los viejos marcos de madera de los cuadros de las pinturas en las paredes no servirían de nada.

—¿Hola?—Preguntó de forma temblorosa.

    Su respiración se desigualó a medida que se acercaba al borde de las escaleras, dónde el sonido en la planta baja se repitió. Sonaba como algo puntiagudo arañando una superficie áspera, como el sonido de la tiza que a veces al chocar contra el pizarrón creaba un ruido desagradable para el oído humano (o quizás solo para el oído de Rin). Se estremeció ante la idea de un loco con algún cuchillo u otra arma, esperándola para matarla.

    Mierda, debería dejar de mirar películas de terror junto con Luka.

—Te advierto que ya he llamado a la policía, así que lo mejor será que salgas de inmediato—mintió en un chillido ahogado, asomándose desde la planta alta para contemplar la silenciosa sala de estar.

    Torpemente bajó los escalones de la escalera que crujían bajo el peso de sus pies, con sus manos frente a su pecho de forma defensiva evaluó la planta baja, dónde todo parecía normal y tranquilo. Rin tensó su mandíbula mientras se acercaba a la sala de estar, notando al frío viento filtrarse en la casa, pues una de las puertas corredizas que llevaban al patio trasero estaba abierta.

    Oh, no, ¿qué si alguien se encontraba en la casa? ¿Y si era más de uno? Qué si...

—Hola.

    Rin saltó en su lugar y pegó un chillido desafinado, cerrando sus ojos mientras simplemente corría. Alejándose de aquella voz profunda y sedosa que le habló prácticamente en su oído y la hizo estremecer de pies a cabeza. En su intento fallido de huida choco contra el sofá de la sala de estar y luego contra la puerta de vidrio que era áspera y dura.

—Uh, lo siento, no era mi intención asustarte...

    Con la respiración agitada y el corazón galopando en sus oído levantó la mirada, aterrada mientras la sensación de su voz persistía en su cuerpo, haciendo que sus huesos vibraran. Rin sintió que su respiración se detenía y su corazón dejaba de palpitar cuando hizo contacto visual con aquel intruso.

    La amarga caída en la existencia cotidiana y el horrible descorrerse del velo dio paso a algo casi divino.

—Soy Len, ¿y tú eres...?







((━━━☆ En galería el dios griego de Len.

Pues ésta sería la segunda parte del fic (?). Intentaré que contenga la misma cantidad de capítulos que en la primera parte pero, who knows? Quizás y la haga más larga, jajaja.

Los quiero mucho, gracias por leerme. 

Besos. xoxo ♡'・ᴗ・'♡



when the demon calls | rilenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora